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2015-July-30 13:48

La vida en el Tercer Polo

Por GONG HAN

“¡Miren lo que he encontrado!”, dice George Schaller, en cuya palma de la mano aparece una oruga negra. Para el reconocido biólogo estadounidense, especialista en leopardos de las nieves, lo más impresionante de su viaje a la meseta Qinghai-Tíbet han sido estas larvas negras.

Entre los distritos de Yushu y Zadoi, Schaller encontró un tramo de carretera en el que estas orugas se congregan. Los conductores que pasan por esa zona se detienen y recogen a estos gusanos en un cubo para ponerlos después en la hierba, al lado del camino.

El documental El Tercer Polo relata esta escena. La producción ha sido un éxito. Se han requerido 500 días de rodaje en 60 lugares de difícil acceso en el Tíbet, Qinghai, Sichuan, Yunnan, etc. Se trata, hasta la fecha, del documental más costoso realizado sobre el Tíbet.

La meseta Qinghai-Tíbet, la más alta del mundo, es llamada también el “Tercer Polo” (en referencia al Polo Norte y al Polo Sur). De hecho, es el único polo en donde todavía hay mucha actividad humana. El lugar está cubierto de montañas nevadas, glaciares, lagos y pantanos, y alberga una gran variedad de especies. Reina, además, la atmósfera religiosa del budismo. Todos estos aspectos se presentan en este lugar de misterio.

“Yo no quería hacer un documental que proporcionase una información detallada. Mi intención era reflejar con la cámara la vida cotidiana de los tibetanos”, explica Zeng Hairuo, director del documental. Los paisajes filmados son ciertamente majestuosos e impresionantes, pero lo que interesaba a Zeng era sobre todo el estilo de vida de los pobladores, incluyendo su especial relación con la naturaleza bajo condiciones climáticas extremas, propias de un ambiente polar.

El documental obtuvo una gran audiencia, un éxito que superó las expectativas del equipo de producción. La primera emisión alcanzó más de 83 millones de espectadores. Ha sido también el primer documental chino adquirido por la National Geographic de EE. UU., la cual lo transmitió en todo el mundo.

Una pareja de enamorados.

 

Vida local

Zeng Hairuo filmó su primer largometraje-documental en la región Qinghai-Tíbet hace diez años. Había soñado con volver y rodar una segunda producción. En esta oportunidad, la experiencia ha sido muy diferente. “No pensé ver al Tíbet tan moderno. Todos tienen hoy un teléfono móvil y utilizan WeChat. Por otra parte, los tibetanos no se cierran en concepciones muy tradicionales, como me imaginaba, sino que están muy interesados en las novedades”, comenta Zeng en diálogo con China Hoy.

Su intención inicial era filmar las costumbres tradicionales de los tibetanos, pero mientras preparaba el rodaje se percató de que casi todos los libros sobre el Tíbet se centraban en la historia y el turismo de la región. Rara vez se ha presentado la cotidianidad de los tibetanos, sobre todo después del año 2010. Por ello, Zeng Hairuo optó por indagar más en la vida diaria en este “Tercer Polo” del mundo, a través de la historia personal de más de 40 lugareños.

Un dicho ampliamente difundido señala que los tibetanos se bañan solo tres veces en su vida: al nacer, al casarse y al fallecer. Zeng Hairuo asegura que es solo una leyenda. “En los campos no hay baños públicos, pero fluyen aguas termales. Los pastores permanecen en estos lugares días enteros y aprovechan para lavarse, en algunas ocasiones, varias veces al día. Pocos saben que estos baños son métodos terapéuticos en la medicina tibetana, sobre todo para el caso de enfermedades óseas. En Laoyingquan hay más de veinte aguas termales de libre acceso. Los tibetanos se bañan y charlan en medio del vapor de los estanques. Siempre hay personas allá. Cerca de las fuentes se pueden ver los bastones dejados por antiguos pacientes, lo que da fe de los efectos milagrosos de estas aguas”, manifiesta Zeng. Al terminar la filmación de los baños termales, el equipo de grabación se encontró con una familia que vivía en una tienda de campaña. Estaban alimentando a seis lobos pequeños que acababan de adoptar. Los alimentaban con la carne de uno de sus corderos, el cual había sido degollado ese mismo día por una manada de lobos feroces.

En la meseta del Tíbet, la relación entre los seres humanos y los animales refleja la bondad de los tibetanos hacia la naturaleza. Los pastores salvan grullas heridas o ceden parte de su tierra para acoger a los monos que descienden de sus refugios en las montañas. Los pastores cuelgan el hada blanca (una bufanda tibetana) en sus grandes perros –los mastines tibetanos– o en sus caballos en señal de gratitud. Según Zeng Hairuo, el respeto de los tibetanos por los animales proviene más de la tradición que de la creencia. “Sus abuelos y parientes actuaban de esa manera. Obligados a convivir en las duras condiciones de la meseta, los tibetanos se muestran desde tiempos antiguos agradecidos con la vida, con todos los seres y con todas las cosas. Incluso, tratan con amabilidad a los insectos. Ellos no hacen distinciones entre los que son útiles y los que son dañinos”, explica.

Zeng llegó también al templo de una aldea, donde filmó a personas que acuden a pedir que una píldora expíe simbólicamente sus pecados. Los creyentes, quienes solo pueden realizar este pedido una vez al año, disuelven la píldora en agua y se lo dan de beber a las ovejas que irían a matar. De hecho, oran por la salvación de los pobres animales, también para pedir perdón por la falta cometida. “En la cultura tradicional tibetana, el ser humano no goza de una superioridad sobre los demás seres vivos, como ocurre en otras civilizaciones. De acuerdo con sus ideas, el ser humano es solo un huésped, mientras la naturaleza y la meseta son los dueños de la casa. Los invitados no deben utilizar deliberadamente la propiedad del anfitrión, sino que deben estar satisfechos con lo que les ofrece la naturaleza. Por ello, los pastores del Tíbet solo crían el número justo de ganado u ovejas de acuerdo con la capacidad del campo”, explica Zeng Hairuo. “Aquí el ser humano es considerado solo un elemento más de la biodiversidad”.

Un doctor de medicina tibetana saca agua del lago sagrado Mapham Yutso para elaborar un medicamento.

 

Fusión de tradición y modernidad

En el monasterio Mindroling, del distrito de Chanang, el equipo de rodaje fue testigo del rito llamado “mandala”, que en sánscrito quiere decir “espacio donde se reúnen los Budas” y que simboliza el origen del universo. La ceremonia del mandala está generalmente dirigida solo a los monjes budistas. Durante el festival del Saga Dawa, cuarenta monjes del monasterio Mindroling se colocan en cuatro lugares diferentes para componer una obra en conjunto: vierten arena de colores en bocetos en blanco y poco a poco, mientras esparcen la arena con los dedos, va surgiendo una obra de arte de nítidos contornos. Según la leyenda, el Buda hizo una obra similar con sus discípulos. Lo sorprendente es que una vez que el mandala queda magníficamente terminado, los monjes se arrodillan y rápidamente barren la arena con sus manos. Incluso, frotan el suelo con un paño húmedo para no dejar ningún rastro de la obra. En menos de un minuto, todo ha desa-parecido. Solo queda el brillo de las losas rojas del monasterio.

“Ello simboliza cualquier existencia en el universo”, concluye Zeng Hairuo.

El budismo está profundamente arraigado en la vida de los habitantes de este “Tercer Polo”. A orillas de un lago, a los pies de una montaña nevada, viven dos hermanas gemelas. La mayor habita en una cueva como ermitaña desde hace veinte años. Allí sus compañeros son solo los buitres y los alimentos diarios que su hermana le provee. “La fe es la mejor compañera. Con ella uno no siente ni ansiedad ni aburrimiento”, dice la ermitaña.

Sin embargo, el estilo de vida moderno se ha ido generalizando en estas tierras. El consultorio de un doctor de medicina tibetana, localizado en una antigua cueva, se encuentra equipado con productos Apple de última generación. De hecho, es común que los tibetanos instalen electrodomésticos en sus tiendas de campaña. Zeng Hairuo preguntó a los lugareños: “Los jóvenes tibetanos están adoptando cada vez más un estilo de vida urbana y están muy interesados en el mundo exterior. ¿Es un fenómeno preocupante para ustedes?”. Los monjes tibetanos le respondieron que el mundo estaba cambiando: “El cambio es una característica y no debe generar preocupación. Por el contrario, si nada cambiase en décadas, ello sí que nos preocuparía”. Los tibetanos desean disfrutar de una vida más cómoda.

Obra de tratamiento de un área desierta, cerca del poblado de Samye.

 

El “daga” se le denomina al trabajo colectivo cuyo objetivo es la reparación de un techo. Los hombres se alinean en un tejado, con herramienta en mano, y se mueven al mismo ritmo. Mientras trabajan, los jóvenes, que llevan ropa moderna y gorras de béisbol, alentaban en inglés a los miembros del equipo de rodaje: “Come on! Come on!”.

Los jóvenes tibetanos han logrado una maravillosa fusión de tradición y modernidad. Sita Dorje, por ejemplo, es un estudiante tibetano. Al igual que sus compañeros, cada mañana va a clase, juega al baloncesto y por la noche regresa a su dormitorio en la universidad. Pero además de ello, es un narrador de la epopeya del Rey Gesar, la cual es la epopeya más extensa del mundo, con más de un millón de versos. Esta obra épica oral se ha ido trasmitiendo a muchos grupos étnicos de la meseta desde hace milenios. La historia cuenta que en un momento, cuando la gente vivía en la miseria y el sufrimiento, el Rey Gesar descendió al mundo de los mortales para luchar contra los monstruos, salvar a los pobres y unir a todas las tribus. La mayoría de los narradores del Rey Gesar son analfabetos, pero cuentan con una memoria de elefante, ya que pueden recitar diez o veinte episodios de la epopeya.

El mandala creado por los monjes del monasterio Mindroling.

 
El ser humano es solo un escalón de la naturaleza

El Tercer Polo es el primero de tres documentales sobre la meseta Qinghai-Tíbet que serán producidos por Zeng Hairuo. Los otros dos se centrarán más en las relaciones entre los lugareños. “Ya sea en las relaciones familiares, en las relaciones entre vecinos o en el contacto con los animales, las montañas y los ríos, hay siempre un sentimiento de respeto. Este sentido de la igualdad entre los hombres y entre el hombre y la naturaleza es lo que me gustaría resaltar”, señala Zeng Hairuo.

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