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2017-March-16 10:23

Yu Gong trasladó las montañas

 

Ilustraciones: Yang Yongqing Texto: Zhang Ling’er

 

Había una vez un anciano llamado Yu Gong. Tenía ya más de 90 años, pero gozaba de buena salud. Vivía muy feliz con sus hijos y nietos.

 

Yu Gong convivía armoniosamente con sus vecinos y gozaba del amor filial de sus hijos y nietos. Llevaba una vida sencilla y alegre.

 

Sin embargo, había algo que molestaba a Yu Gong. Frente a su casa se erguían dos altas montañas: Taihang y Wangwu. Para salir, sus familiares debían escalar las montañas, lo cual era muy inconveniente.

 

 

Un día, Yu Gong reunió a toda la familia y dijo: “Lo he pensado mucho y creo que debemos trasladar estas dos montañas. ¿Quieren hacerlo conmigo?”. Sus hijos y nietos asintieron con la cabeza. Entonces, la mujer de Yu preguntó: “¿Y dónde pondremos tantas rocas?”. Yu contestó: “Podemos transportarlas a la orilla del mar Bohai”.

 

Al día siguiente, Yu Gong llevó a toda su familia a que empezara a excavar las montañas y transportar las piedras. Las mujeres se encargaban del suministro de agua y comida. Sin embargo, para llevar las piedras a la orilla del mar se necesitaba recorrer una larga distancia. No podían sino hacerlo solo una vez al año.

 

También fue a ayudar un niño del vecindario, de seis o siete años, y a quien apenas le habían salido los dientes permanentes.

 

A pesar de ser muy pequeño, él contribuía con entusiasmo al traslado de las montañas. Junto con los nietos de Yu Gong, levantaba las piedras entonando una canción de trabajo.

 

Un viejo llamado Zhi Sou creía que Yu Gong estaba buscándose problemas.

 

Zhi Sou le dijo a Yu Gong: “Con el cuerpo que tienes a tu edad, te cuesta incluso agacharte para arrancar una hierba. ¿Cómo se te ocurre trasladar dos montañas tan grandes como estas? De veras estás fantaseando”.

 

 

Señalando con un dedo el lugar donde todos trabajaban arduamente, Yu Gong respondió: “Nada es imposible. Si yo muriese, todavía están mis hijos. Si ellos muriesen, todavía están mis nietos. Si continuamos excavando de generación en generación, ¿por qué va a ser imposible?”.

 

Al ver que no pudo convencer a Yu, Zhi Sou se marchó moviendo la cabeza.

 

Todos los familiares trabajaban sin cesar. Cuando se sentían cansados tomaban asiento, bebían un poco de agua y así descansaban un rato. El camino delante de la casa iba extendiéndose poco a poco, y todos estaban muy contentos.

 

Los dos dioses de las montañas Taihang y Wangwu se enteraron de la situación, y se la informaron al Emperador de Jade del cielo, quien exclamó: “¡Cuánta voluntad tiene este viejo terco! ¡Debemos darle una mano!”.

 

Entonces, el Emperador de Jade del cielo envió a los dos dioses a ayudar a Yu Gong. Ellos tenían una gran fuerza. Uno levantó la montaña Taihang y el otro llevó en su espalda la montaña Wangwu, trasladándolas así a otro lugar.

 

Desde entonces, las dos montañas dejaron de obstaculizar el lugar en el que vivía Yu Gong. La mejor comunicación con el exterior hizo que la gente de allá viviera más feliz y trabajara en paz.

 

*Este cuento pertenece a la serie Libros Ilustrados de Historias Chinas, dirigida a los niños hispanohablantes. Los interesados en adquirirla pueden comunicarse con la editorial Blossom Press (Tel.: 0086-10-68996050, 68996618. Fax.: 0086-10-88415258).

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