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2016-February-18 09:53

Orgullo venezolano deja semillas en China

Por RAFAEL VALDEZ

LA Orquesta Sinfónica Juvenil Teresa Carreño se presentó en Beijing en noviembre. Esta agrupación es fruto de un programa social venezolano que enfrenta a la pobreza con música. Su fundador, José Antonio Abreu, lo explicaba así: “La pobreza material comienza a ser vencida por aquella sublime riqueza espiritual que germina en y por la música”.

José Antonio Abreu fundó hace 40 años el Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela, que hoy integra a 700.000 niños, niñas y adolescentes.

 

La fórmula del maestro venezolano José Antonio Abreu para evitar que miles de niños y jóvenes venezolanos siguieran malos pasos se resume en una palabra: música. Abreu estaba convencido de que el mejor método para terminar con la violencia no es más violencia, sino brindar oportunidades para que las personas se desarrollaran en lo personal y profesional. En otras palabras, no dar el pescado, sino enseñar a pescar.

Con esa convicción fue que el 12 de febrero de 1975, Abreu reunió a un grupo de 12 jóvenes para formar un sistema de orquestas sinfónicas y coros, cuya finalidad no era solo deslumbrar con su música, sino convertirse en un instrumento de organización social y de desarrollo humanístico. Esos 12 jóvenes fueron la semilla que hoy, cuarenta años después, se convirtió en el frondoso árbol que es el Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela, que integra a 700.000 niños, niñas y adolescentes. Este modelo pedagógico, artístico y social, que ha alcanzado relevancia en el mundo entero, constituye el programa de responsabilidad social de mayor impacto en la historia de Venezuela. Hoy, su meta es superar el millón de niños y jóvenes beneficiados por este programa. En 2008, este innovador programa social, conocido como “El Sistema”, logró el Premio Príncipe de Asturias de las Artes.

Ese mismo año, la Orquesta Simón Bolívar, que también pertenece al Sistema, se presentó en Beijing. En esa ocasión, su fundador, Abreu, vino a la capital para dar a conocer esta red de orquestas en China. En noviembre pasado, El Sistema volvió a China, pero esta vez con la Orquesta Sinfónica Juvenil Teresa Carreño.

En esta oportunidad acompañó a los jóvenes músicos, Eduardo Méndez, director ejecutivo de la Fundación Musical Simón Bolívar. “Nos gustaría establecer un tipo de cooperación con instituciones chinas para hacer algo parecido en este país. Sería una buena oportunidad de desarrollo en China, sobre todo por su metodología de enseñanza colectiva. La clave de nuestros conservatorios es que los niños aprenden juntos a tocar, no individualmente, con lo que aprenden rápido y se divierten más. Hasta el momento, la fórmula de “El Sistema” se ha difundido y se aplica en varios países de América Latina, así como en EE. UU., Corea del Sur y Japón”, afirmó. Aún así, Méndez hizo énfasis en que “este no es un sistema para hacer músicos, sino para crear mejores ciudadanos”.

Antes del concierto brindado en Beijing, Méndez afirmó que tenía muchas expectativas de ver la respuesta del público chino porque se trataba de un público acostumbrado a expresiones de alto nivel, por lo que es más exigente.

La orquesta estuvo conformada por 168 músicos, de entre 18 y 22 años de edad, que han estudiado música desde hace 10 años. En Beijing, los jóvenes dirigidos por Christian Vásquez deleitaron a los presentes en el Teatro Nacional de China con un repertorio lleno de contrastes, donde hubo desde “Una vida de héroe” de Strauss hasta “Candide” de Leonard Bernstein. Además, la sinfónica matizó la velada con obras latinoamericanas tan disímiles como la “Sinfonía India” del mexicano Carlos Chávez y el “Mambo Número Ocho” de Pérez Prado.

La Orquesta Sinfónica Juvenil Teresa Carreño hizo gala en Beijing de su dominio de temas clásicos y otros típicos de Latinoamérica. Cortesía de la Embajada de Venezuela
 

Hace 40 años…

La visión de Abreu era formar una orquesta juvenil que permitiera a los estudiantes de música llevar a cabo prácticas en conjunto, transformar la educación musical en el país y crear un gran movimiento con identidad venezolana, que se convirtiera en una fuente laboral digna y profesional.

Respaldados por un decreto oficial de 1964, que contemplaba la obligatoriedad de la práctica en grupo para todos los alumnos de las escuelas de música del Estado, Abreu y otros jóvenes estudiantes de música comenzaron a reunirse a finales de 1974. Frank Di Polo, Ulyses Ascanio, Sofía Mühlbauer, Carlos Villamizar, Jesús Alfonso, Edgar Aponte, Florentino Mendoza, Carlos Lovera y Lucero Cáceres fueron los músicos que emprendieron esta travesía.

Desde el inicio, el proyecto tuvo un carácter nacionalista. Ya para el primer ensayo grande, que se realizó el 12 de febrero de 1975 en la sede de la Escuela de Música Juan José Landaeta, llegaron más jóvenes de todo el interior de Venezuela, especialmente de Aragua, Lara, Táchira, Trujillo, Zulia, Carabobo y Caracas, quienes serían el semillero de músicos que constituirían la primera Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil de Venezuela Juan José Landaeta, la cual debutó oficialmente el 30 de abril de 1975 en la sede de la Cancillería.

En 1978, esta agrupación cambió su nombre y se denominó Orquesta de la Juventud Venezolana Simón Bolívar, conocida en la actualidad como Orquesta Sinfónica Simón Bolívar de Venezuela, la cual ha realizado múltiples presentaciones internacionales y se ha convertido en la principal orquesta de El Sistema y embajadora de la identidad artística venezolana, obteniendo reconocimientos como el Premio Internacional de Música de la UNESCO, entre otros.

A este programa le han llovido los elogios y ha sido tomado como caso de estudio digno de imitar. Precisamente por eso, la periodista Chefi Borzacchini, respaldada por la Fundación Bancaribe, se embarcó en el ambicioso proyecto de retratar las realidades que dan vida al Sistema. En 2004, ella publicó Venezuela sembrada de orquestas, un libro en el que cuenta la historia de El Sistema y el esfuerzo de José Antonio Abreu para darle forma a lo que en un principio fue solo un sueño. “La pobreza material comienza a ser vencida por aquella sublime riqueza espiritual que germina en y por la música”, dijo el maestro Abreu en una carta que envió a la Fundación que le confirió el Premio Príncipe de Asturias. Casi seis años después, Borzacchini regresó con Venezuela en el cielo de los escenarios, una publicación de 10 capítulos en la que relata lo que hay detrás de esta red de orquestas.

Estos libros son solo un ejemplo de las múltiples publicaciones que han sido inspiradas por este programa social y musical. En China, ya quedó sembrada la semilla.

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