EL despertar de la curiosidad intelectual y filosófica del público hacia una obra implica un ejercicio laborioso, pues exige disciplina, tenacidad y fidelidad hacia el espíritu integral del texto. Es un ejercicio de poder captar y retratar su belleza y armonía integral. Consiste en una delicada danza en la cual se acerca y, al mismo tiempo, se guarda la distancia; evita simplificarse en un resumen y, por el contrario, se ha de provocar la chispa intelectual adecuada para hacer arder la pradera: es dejarnos abrazar por las ideas innovadoras y frescas plasmadas en la obra misma.