LA política está llena de señales. Una de ellas nos dice que si un dirigente visita constantemente un país es porque hay una buena sintonía entre las dos naciones o porque hay temas importantes por dialogar. En el caso de Pedro Sánchez, ambas premisas se cumplen.

AUN siendo contemporáneos de la principal transición y transformación civilizatoria de la historia –que está en curso–, lo cual nos impide tener una mayor lucidez y objetividad sobre la profundidad de los fenómenos en desarrollo, sus consecuencias y derivaciones, podemos brindar algunas opiniones y asomarnos al nuevo mundo que está naciendo.

LA civilización marca de manera sutil la forma de pensar y actuar de todas las generaciones de personas que nacen y crecen en un mismo lugar. La antigua civilización china, renovada al ritmo de los tiempos que corren, ha demostrado lo preciada que es su existencia al haber quedado grabada en diferentes etapas históricas y haber viajado a través del tiempo y del espacio.

JUAN Camilo Camargo, de Colombia, estaba feliz de haber asistido en junio a un programa de intercambio juvenil de una semana en China, al cual describió como “una experiencia extraordinaria”. Era la primera vez que viajaba a nuestro país. “Conocer China ha sido mi sueño durante mucho tiempo. Creo que China es un ejemplo de innovación y de progreso. Por eso, poder estar aquí para vivirlo de primera mano y ver este hermoso paisaje y cómo China ha progresado en los últimos años, es extraordinario”, declaró al semanario Beijing Review.

ENTRE el 25 y 29 de junio, la presidenta de Perú, Dina Boluarte, realizó su primera visita de Estado a China. La mandataria llegó primero a Hong Kong, desde donde se dirigió a la ciudad de Shenzhen a través de un tren de alta velocidad, en un símil de lo que son las relaciones bilaterales en estos momentos.