Jiangxi, el gran pulmón de China
GANPO Dadi o, lo que es lo mismo, La Gran Tierra del Río Ganjiang y del Lago Poyang. Así es como llaman los chinos a la provincia suroriental de Jiangxi, una región recurrentemente salpicada por la lluvia y torrencialmente bañada por las aguas nerviosas de los afluentes del Yangtsé, los cuales corren caudalosos entre las espectaculares montañas que saltean toda la provincia para amamantar la tierra y cubrirla a su paso de un espeso manto verde, casi selvático. Porque Jiangxi es un vergel, uno de los grandes pulmones de China, con más del 63% de sus casi 167.000 kilómetros cuadrados de territorio cubiertos de bosques y humedales, que hacen de la provincia un paraíso para los amantes de la naturaleza y el deporte al aire libre.
Como sucede en otras muchas regiones del mundo, también en Jiangxi existe una estrecha conexión entre su clima y su gente, dos vasos comunicantes por los que circula agua. Agua suficiente para determinar buena parte de la configuración del tejido económico de la provincia, gran productora de arroz, responsable de las mejores naranjas de toda China y un destino turístico inmejorable para la práctica del rafting. Pero no solo.
El famoso Pabellón Tengwang en Nanchang.
El Lago Poyang.
Ríos y lagos
Ubicado en el norte de Jiangxi y a unos 500 kilómetros al sur del río Yangtsé, al que nutre, se extiende por una superficie de más de 5.000 kilómetros cuadrados durante la estación lluviosa el lago Poyang. Se trata del mayor lago de agua dulce de China y del mayor humedal de todo el continente asiático. Pero, sobre todo, es también uno de los rincones más atractivos del planeta para cualquier ornitólogo con prismáticos. No en vano, el lago es la residencia temporal de cientos de miles de aves migratorias que cada año hacen escala en sus riberas de camino al sur. La especie que mayor número de individuos aporta a este aquelarre migratorio es la grulla. Tantas llegan a ser, y tanto se aprietan junto a la orilla, que a este espectáculo alado se lo conoce popularmente como la “Segunda Gran Muralla”.
Remontando unos 40 kilómetros el río Ganjiang en dirección sur se llega a la capital provincial de Jiangxi: Nanchang, una ciudad de cinco millones de habitantes que parece abrirse como un libro para ceder paso al río, que la divide en dos. Con más de 2.200 años de historia, Nanchang es una ciudad en franca expansión en la que se yerguen a centenares los esqueletos de edificios en construcción que rodean el centro urbano, donde se entrelazan con naturalidad vestigios de un pasado remoto con muestras de rabiosa modernidad.
El Pabellón Tengwang, restaurado en 29 ocasiones, la última de ellas en 1989, es uno de los principales atractivos arquitectónicos de Nanchang. Fue construido en el año 653, durante la dinastía Tang, y los muros de esta estructura clásica de columnas retintas y casi 30 metros de altura están bañados por las aguas del Ganjiang y rodeados de vanguardistas rascacielos de acero y cristal.
Y, sin embargo, cuando los chinos escuchan el nombre de Nanchang, y por extensión el de Jiangxi, no piensan tanto en su historia milenaria, perfectamente recogida en el Museo Provincial, como en su historia contemporánea. Porque Jiangxi es, entre otras muchas cosas, la cuna de la Revolución. Fue aquí, en la capital, donde el 1 de agosto de 1927, los líderes del Partido Comunista organizaron la sublevación, de ahí que a Nanchang se la conozca como La Cuna del Ejército Popular de Liberación. Otros lugares de la provincia tienen sobrenombres parecidos. A la ciudad de Ruijin se la conoce como La Cuna de la República, a las montañas Jinggangshan como La Cuna de la Revolución China y al distrito de Anyuan como La Cuna del Movimiento Obrero de China. La Nueva China, pues, hunde sus raíces en esta frondosa provincia.
El paisaje de Jiangxi atrae también a muchos turistas extranjeros.
Tierra de letras
Del mismo modo que Mao encontró hace más de 70 años en el paisaje y la historia de Jiangxi la inspiración necesaria para dedicarle a la provincia unos versos que son hoy el orgullo de su gente, otros grandes artistas y pensadores precedieron en sus elogios al Gran Timonel.
De hecho, de los Ocho Grandes Hombres de Letras de las dinastías Tang y Song, tres eran de Jiangxi: Ouyang Xiu, Wang Anshi y Zeng Gong, como también tienen sus orígenes aquí el gran poeta Tao Yuanming (317-420), el reconocido dramaturgo Tang Xianzu (1550-1616), el maestro de la caligrafía Huang Tingjian (1045-1105) o el famoso pintor Fu Baoshi (1904-1965), entre otros.
Una de las figuras culturales más prominentes que ha dado esta provincia es la de Wang Yangming (1472-1529), considerado uno de los cuatro maestros del confucionismo junto al propio Confucio, Mencio y Zhu Xi. En las afueras de la ciudad de Ji’an, ubicada en el centro mismo de la provincia y a los pies de la montaña Qingyuan, las autoridades han restaurado la Academia Yangming, donde se pueden visitar exposiciones de importantes maestros de la caligrafía china. “Si quieres seguir con hambre, permanece idiota”, dice uno de los letreros que cuelgan de los muros. Se trata de una frase que el filósofo repetía a sus alumnos para que nunca dejasen de alimentar su curiosidad.
Las huellas del filósofo, curiosamente, se puede rastrear siguiendo el curso de las aguas del Ganjiang, que conducen hasta la milenaria ciudad amurallada de Ganzhou, la mayor de la provincia y el lugar donde convergen todos los tributarios de este afluente del Yangtsé. Como ciudad ribereña, Ganzhou es bulliciosa y alegre y tan boscosa como el resto de Jiangxi. Y es entre tanto follaje que la rodea, concretamente en las cuevas Tongtianyan, donde se recupera el rastro de Wang Yangming. A estas cuevas, consideradas “las primeras curvas del río Yangtsé”, solía retirarse el maestro a meditar y en sus muros fue dejando inscripciones todavía legibles hoy.
En el recinto de las cuevas Tongtianyan descansa un buda durmiente no muy lejos del templo Guangfu ni de los dragones y fénix esculpidos en las cuevas. Son solo dos muestras más del sincretismo religioso, filosófico y cultural que se percibe en toda la provincia, cuyas huellas se pueden perseguir siguiendo bajo la lluvia y la espesura el curso de las aguas del Ganjiang, esta vez a favor de la corriente.