Wang Shuhuan es la violinista principal de la Orquesta Filarmónica del Estado de Chihuahua de México. La primera vez que se oye su nombre y posición, es normal suponer que semejante responsabilidad debe corresponder a alguien de mediana edad, por lo que, al descubrir que se trata de una linda joven, nacida en los 80, de ademanes naturales y muy elegantes, la sorpresa es casi inevitable. Pero, cuando se la conoce un poco, es fácil entender cómo ha llegado a ser la violinista principal de tan prestigiosa orquesta, una función que requiere de una fuerte pasión por la música, dilatada experiencia en orquestas y una muy aguda percepción musical.
Wang Shuhuan, la violinista que triunfa en México
Destino: México
Wang se graduó en 2005 del conservatorio, obteniendo sin dificultad una beca completa para proseguir estudios en la Universidad de Montreal en Canadá: su sueño de aprender bajo la batuta del célebre profesor Lansman estaba así a punto de hacerse realidad.
Coincidiendo con esos felices momentos para Wang, el director de la Orquesta Filarmónica del Estado de Chihuahua, Jacob Che, buscaba violinista principal para su equipo; en marzo de ese mismo año, su búsqueda le llevó a China, al Conservatorio Central de Música, cuna de los mejores músicos del país. Wang organizó la asistencia a las audiciones para sus amigos y compañeros de clase, pero, el día señalado, algunos de ellos se vieron inmersos en un atasco de tráfico y no pudieron llegar a tiempo; una situación tan embarazosa que Wang trató de aliviar ejecutando el Concierto para violín en Re mayor de Tchaikovsky y la Sonata de Franck. Esta actuación informal captó la atención de Jacob Che, quien tras las audiciones decidió proponer a Wang formar parte de su orquesta en calidad de violinista principal. Entre la oportunidad de continuar estudiando en Canadá o la de tocar en México, Wang optó por la primera.
Sin embargo, la vida en ocasiones da giros inesperados y, así, tras rehusar cortésmente la propuesta mexicana, la embajada canadiense denegó sorprendentemente el visado a Wang. Wang reconsideró entonces su decisión y, comoquiera que Jacob Che todavía estaba dispuesto a aceptarla, resultó que México sería lo que el destino tenía guardado para ella.
“Odiaba la música: sacrifiqué mucho por el violín”
Los estrictos métodos de enseñanza en China son conocidos en todo el mundo. Los padres depositan tantas esperanzas en el porvenir de los hijos que, en ocasiones, se despreocupan de su propia carrera para encargarse de su educación. El padre del famoso pianista Lang Lang dejó su trabajo para controlar las prácticas pianísticas de su hijo en su niñez. Como compañera de Lang Lang, Wang Shuhuan tuvo una experiencia similar: su madre se mostraba inflexible en sus exigencias. “Al violín le he dedicado esfuerzos inimaginables -recuerda Wang-. Ahora se lo agradezco mucho a mis padres, pero cuando era pequeña, no podía entender que fuesen tan severos conmigo”.
Wang empezó a tocar el violín con 5 años y, siendo una niña vivaz y más bien traviesa, de no ser por el control y las exigencias paternas, nunca se hubiese aplicado. “La música me ha provocado diferentes sentimientos a lo largo de mi vida -dice Wang-. Antes de secundaria, la odiaba: había tenido que sacrificar muchas diversiones por practicar el violín”.
Pero gracias a la educación de sus padres y a su propia inteligencia, pudo mostrar su talento a una edad muy temprana: a los 7 años ya interpretaba piezas musicales en los escenarios y a los 8, ganó el tercer premio del concurso de violinistas de la provincia de Guizhou. “Fue al llegar a secundaria que descubrí el sentimiento que reside en la música y que ésta me empezó a conmover. Hoy siento mucho más amor por ella. ¡Pero todavía me encanta divertirme!”, dice riendo. Quizás sea precisamente ese carácter el que le permite comprender la esencia de la música y el que hace que se haya ganado al público mexicano.
“Los tomates son buenos para la piel”
A sus 25 años, Wang se convierte en la violinista principal más joven del mundo, una responsabilidad que conlleva, al mismo tiempo, una gran presión.
Antes de llegar a México, y para estar a la altura de las expectativas, pidió el repertorio para la temporada y se dedicó a practicar las piezas en compañía del profesor. Aún así, se sentía nerviosa: “tengo una gran responsabilidad tanto respecto a la orquesta como en cuanto a ofrecer al público mexicano unas actuaciones que le permitan disfrutar de la música al máximo. Y no sólo eso, sino que mis interpretaciones son también una forma de agradecer y de demostrar a mi país y a mi alma máter el esfuerzo que han realizado en mi formación”, dice Wang.
Poco antes de embarcarse definitivamente hacia México, sucedió algo que nos muestra el espíritu con el que Wang emprendía su aventura: en el banquete de despedida, un compañero le dijo en broma: “He oído que en México hay una fiesta en la que la gente se tira tomates, así que más te vale tocar bien, si no, ya sabes lo que te van a lanzar”, a lo que Wang respondió: “¡Estupendo! ¡Los tomates son buenos para la piel!”
Una vez en México, Wang se dedicó en cuerpo y alma a su nuevo trabajo, dándolo todo en cada concierto. En su debut, el 15 de diciembre de 2006, con su solo en la célebre pieza Los amantes mariposa, basada en una leyenda china, se ganó a la audiencia. En un breve espacio de tiempo, se atrevió con una serie de interpretaciones consideradas especialmente difíciles, un reto que hizo que el director de la Filarmónica de Nueva York la llamase “loca”: en febrero de 2007, el solo de violín del Concierto en Re de Tchaikovsky; en abril del mismo año, el solo de violín del Concierto en Re de Brahms; y en septiembre, La boheme, en colaboración con el famoso director italiano Leonardo Gasparini. Para Wang, este desafío es una forma de forjarse profesionalmente y también la oportunidad de demostrar sus aptitudes: “Cuando llegué a México, algunos miembros de la orquesta dudaban de mi capacidad. Pero, tras unas pocas actuaciones, conseguí su aprobación, una muestra de generosidad por parte de los mexicanos que aprecio mucho”.
Un país apasionado y romántico
Cuando Wang habla de México y relata anécdotas de su vida allí, se la nota feliz: para ella, los mexicanos son un pueblo romántico y lleno de entusiasmo. Le encanta el país.
Un día, conduciendo un auto con sus amigos, golpeó a otro vehículo en un aparcamiento; el conductor del auto perjudicado pidió a un policía que se hiciese cargo, pero éste le dio a entender que, tratándose de una chica tan guapa como Wang, no pensaba hacer nada. Lo más sorprendente del caso, sin embargo, es que el propietario del otro vehículo entendió su postura y no puso ninguna objeción. Privilegios de la belleza.
Los mexicanos, además, aman y respetan la música: en el DF es normal toparse con artistas callejeros tocando el órgano o el violín; los fines de semana, es habitual encontrarse con músicos y aficionados que se reúnen en los parques y ofrecen conciertos. Los mexicanos saben cómo divertirse y tratan a la música con reverencia: “En mi debut, el público, elegante, vestía de etiqueta y, hasta los niños se vestían de gala. ¡Hasta pensé si serían ellos los que venían a tocar y no yo! La verdad es que llevan la música en la sangre. Cada vez que finalizo una interpretación, se acercan por lo menos una decena de espectadores a pedirme autógrafos e incluso algunos vienen con sus hijos para que les de consejos sobre el aprendizaje musical -dice- ¡Amo a esta tierra y a sus gentes!”.
“Soy como una paloma cuyo nido es China”
Cuando era estudiante del Conservatorio Central de Música, cada vez que Wang participaba en competiciones internacionales llevaba la bandera nacional, porque en un escenario extranjero no sólo se representaba a sí misma, sino también a su patria.
Wang tiene bien claro su concepto de la patria y de su propia identidad: “En los escenarios internacionales estoy tranquila y segura de mí misma, ya que me siento respaldada por un gran país, mi patria. Cada vez que interpreto Los amantes mariposa, siento algo especial y pienso que los espectadores quedarán encantados. Y no sólo por la melodía -dice- sino por el interés que despertará en ellos el país del que proviene”.
Pero a su madre le preocupa que su hija viva tan lejos y, por eso, cada vez que vuelve a China, le pregunta si alguna vez regresará definitivamente o si piensa quedarse para siempre en el extranjero, a lo que Wang responde con convicción: “Mamá, soy como una paloma cuyo nido siempre estará en China. No importa cuán lejos me vaya, acabaré regresando a casa”.
El 12 de mayo de 2008, día del fatídico terremoto de Wenchuan en China, Wang, tan pronto supo de él, se puso a hacer todo cuanto estuviese a su alcance para ayudar, poniéndose en contacto rápidamente con los departamentos culturales del Estado de Chihuahua y con miembros de su orquesta para organizar una función a beneficio de los damnificados. Tras 10 intensos días de preparativos, en la noche del 23 de mayo, tuvo lugar en el mayor auditorio del Estado de Chihuahua, el Teatro de los Héroes, un concierto especial en homenaje a las víctimas del terremoto de Wenchuan. A cada uno de los asistentes se le entregó un clavel blanco y en el programa se anotaron los medios para hacer llegar donaciones a la zona afectada y la cuenta especial establecida por la Embajada China en México. Después de explicar al público el desastre ocurrido y la situación en que habían quedado las zonas afectadas, interpretó un solo de Si Xiang Qu (Nostalgia). La función duró casi dos horas y, a su conclusión, el casi un millar de espectadores que había acudido al auditorio aplaudió puesto en pie, no pocos de ellos expresando su deseo de colaborar con la zona afectada.
Mirando a sus ojos brillantes, uno tiene realmente la impresión de hallarse ante una “paloma china” que vuela en México. En sus planes de futuro está el organizar conciertos de música tradicional china, tanto de diferentes épocas como de distintas etnias, con lo que espera contribuir a la difusión de la cultura china en el mundo.