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2016-December-7 15:20

El periodista que reabrió el camino de amistad

 

Fernández Arce con el primer ministro Zhou Enlai.

 

Por LOURDES FERNÁNDEZ*

 

Un 2 de noviembre de 1971, las representaciones diplomáticas de la República Popular China y la República del Perú daban a conocer un comunicado conjunto en Ottawa (Canadá), mediante el cual anunciaban el establecimiento de las relaciones diplomáticas entre ambos países. Este hecho tuvo una gran envergadura no solamente para las futuras relaciones que se estaban gestando, sino porque también representó un gran apoyo para el país asiático, pues con el voto del Perú garantizaba su reconocimiento ante la ONU como “único representante del pueblo chino”, desbancando a la república china de Taiwan, que hasta ese momento venía ocupando el escaño.

 

Las relaciones sino-peruanas son de vieja data. El Perú es una de las naciones con mayor inmigración china, desde los años de la incipiente república, cuando fueron llevados los primeros chinos culíes para trabajar en las plantaciones de azúcar. La cultura peruana, en especial la gastronomía, ha introducido muchos elementos de la cultura china, lo que ha dado paso a un nuevo tipo de cocina que se conoce en el Perú como chifa, una mezcla de la comida peruana con el sabor cantonés (de la provincia china de Guangdong).

 

Se puede decir que ambos pueblos por historia se encuentran hermanados. Sin embargo, el camino para el establecimiento de estas relaciones diplomáticas y comerciales, que hoy en día gozan de gran solidez y de admiración y respeto por ambas partes, no fue fácil. Como en toda historia, siempre hay hombres con visión e ideales y, como habría dicho mi padre, hay que saber estar en el lugar y momento precisos. Lo que narraré a continuación es una parte de su historia en la milenaria tierra de Confucio, de los hijos del cielo y de los líderes revolucionarios, que hicieron posible la Nueva China.

 

Interés por el Perú

 

El fundador de la República Popular China, Mao Zedong, recibió en la década de 1960 a una delegación de periodistas latinoamericanos, entre los cuales se encontraba mi padre, don Antonio Fernández Arce (entonces un joven de apenas 27 años), con quien sostuvo un breve intercambio de impresiones sobre la cultura inca. Casi tres años después, mi padre decidió regresar a la China de Mao, pero esta vez en calidad de experto para trabajar en Radio Internacional de China.

 

Fascinado desde su primer viaje por la cultura china, así como por los acontecimientos que venían sucediendo y daban de qué hablar al mundo entero, Fernández decidió instalarse con su familia en Beijing. Esta estadía representaba la oportunidad para él de ser testigo presencial de los cambios que se venían registrando en el hoy gigante asiático.

 

Tras una primera etapa de cuatro años, decidió retornar a su país. Era el año de 1970. En el Perú se había gestado un golpe militar de carácter reformista, encabezado por el general Juan Velasco Alvarado, quien en los años posteriores intentaría introducir reformas sociales. Su gobierno de orientación izquierdista encontraría eco en los nuevos movimientos de izquierda a nivel mundial. Fue precisamente cuando el entonces primer ministro chino Zhou Enlai aprovechó el retorno de mi padre a Perú –el único peruano que residía en Beijing– para hacerle entrega de una misiva dirigida al Gobierno peruano, en la que plasmaba el interés de la República Popular China en establecer relaciones diplomáticas.

 

46 años después de este hecho, mi padre recordaría con gran vivacidad aquella época de 1970, marcada por el trajín y las incontables horas de conversaciones en privado, que arrojaron como resultado los primeros acuerdos comerciales entre Perú y China, y, al año siguiente, el establecimiento oficial de las relaciones diplomáticas.

 

Contactos en secreto

 

“Todo tenía que permanecer en secreto. No podíamos dar a conocer que el Gobierno peruano ya había establecido contacto con la República Popular China. La presión de Estados Unidos era permanente hacia el Perú, en especial hacia el gobierno de Velasco, y a China no la reconocían como la única representante del pueblo chino ante la ONU”, repetía con frecuencia mi padre.

 

Solía contar, además, que una vez entregada la misiva del primer ministro Zhou Enlai, los contactos comenzaron a establecerse a través de la misión diplomática china acreditada en Santiago de Chile.

 

Mi padre relataba que fue a mediados de abril de 1971 cuando el Gobierno peruano, en la más absoluta reserva, invitó a la delegación comercial china, presidida por el viceministro chino de Comercio Exterior, Zhou Huamin, a visitar el Perú, aprovechando el viaje de este a Chile.

 

Antonio Fernández Arce solía recordar aquel evento, cuando en las escalinatas del avión apareció la delegación china. “Los periodistas se quedaron perplejos. Fue en ese momento cuando el Gobierno peruano emitió un comunicado oficial, mediante el cual reconocía a la República Popular China y cerraba sus relaciones con la llamada República de China (Taiwan)”, exclamaba el periodista peruano, quien cada vez que refrescaba este episodio en su memoria, se le dibujaba una sonrisa en el rostro.

 

Se había dado así el primer gran paso para lo que serían en el futuro las relaciones comerciales y diplomáticas con la segunda mayor economía del mundo.

 

Fernández Arce siempre reconoció el interés que demostró el gobierno de Velasco Alvarado en el establecimiento de relaciones diplomáticas con China, así como el rol que desempeñaron los entonces ministros de Relaciones Exteriores, general Edgardo Mercado Jarrín; de Energía y Minas, general Jorge Fernández Maldonado; de Pesquería, general Javier Tantaleán Vanini; y el presidente de la empresa estatal Minero Perú, general Juan Bossio Collas.

 

En su libro China: el asombro, Fernández Arce refiere que en el acta de mutuo reconocimiento y cooperación suscrita entre la parte peruana y la delegación china se acordó la primera compra por parte de China de 150.000 toneladas de harina de pescado, 20.000 toneladas de aceite de pescado, 40.000 de cobre, 10.000 de plomo y 10.000 de zinc, así como la concesión de una línea de crédito por parte de China de 40 millones de dólares para Perú y la calificación de nación más favorecida.

 

Primera misión comercial en Beijing

 

A mi padre le gustaba sentarse en el sillón de su estudio en Beijing, donde pasaba horas hurgando entre sus recuerdos de la China que vio desarrollarse. Cada vez que la ocasión se lo permitía, como temiendo poder olvidarse de algún hecho importante de su vida, recordaba aquellos años de duro trabajo frente a la primera oficina comercial en Beijing.

 

“Dos meses después de la visita oficial del viceministro chino, el Gobierno peruano me designó la misión, junto con Pedro Andía Muller, representante de Minero Perú, de formar la Oficina Comercial Peruana en China. Poco después se sumaron el embajador Miguel Barandiarán y el ingeniero Augusto Dasso, en representación de la empresa peruana de comercialización de harina y aceite de pescado”, contaba él.

 

El sabor de pescado en las aves

 

Una anécdota que acostumbraba compartir mi padre fue la preocupación que despertó entre los granjeros chinos el hecho de que las aves consumieran harina de pescado, producto de la primera compra que hizo China a Perú.

 

Como los chinos no estaban familiarizados con el uso de la harina de pescado como suplemento alimenticio para las aves, se excedieron pensando en engordarlas más rápido. El resultado fue un sabor de pescado en las aves que alarmó y demandó de inmediato la presencia de un equipo de técnicos y nutricionistas peruanos, quienes les enseñaron a sus pares chinos la dosificación correcta.

 

Solventado este escollo, la Oficina Comercial desplegó una intensa actividad al establecer contactos que convirtieron al Perú en un ejemplo de los negocios y de las relaciones con China, frente a otros países latinoamericanos que recién abrían sus lazos con el país asiático.

 

Han transcurrido casi cuatro décadas y media desde ese primer intercambio comercial. Hoy China apunta a seguir siendo el primer socio comercial del Perú. En 2014, las exportaciones peruanas hacia el mercado chino supusieron 16.000 millones de dólares entre el sector tradicional y el no tradicional. Y en materia de inversión, las inversiones chinas en el país inca rondan los 1200 millones de dólares, especialmente en el sector de la minería.

 

Primeros embajadores en ambos países

 

Garantizado el apoyo del Perú ante la ONU, y China reconocida formalmente, las relaciones diplomáticas siguieron su camino de consolidación con el nombramiento de los embajadores.

El primer embajador chino en Lima fue Jiao Ruoyu, mientras que por la parte peruana fue nombrado Eduardo Valdez Pérez del Castillo.

 

Materializada su misión, mi padre regresó a su mundo periodístico, que le permitiría en los años posteriores seguir de cerca el desarrollo vertiginoso del dragón asiático.

 

Desde 1971, miles de peruanos han visitado, estudiado y residenciado en China. Hay personas que el destino los coloca en el lugar y tiempo precisos. Yo diría que mi padre fue uno de ellos, pues estuvo en el momento oportuno para reabrir el sendero que iniciaron los primeros inmigrantes, pero esta vez con la China que él visionó y que es hoy la segunda mayor economía del mundo.

 

Antonio Fernández Arce murió a la edad de 84 años en su tierra natal Trujillo (Perú), tras residenciar 44 años en China, país que lo trató cálidamente, otorgándole el estatus de Gran Amigo de China. En 2013, la Cancillería peruana, a través del entonces embajador en China Gonzalo Gutiérrez, le hizo entrega de un merecido reconocimiento.

 

*Lourdes Fernández es periodista peruana-venezolana y la hija mayor de Antonio Fernández Arce. Desde hace 12 años trabaja como presentadora de noticias del canal en español de la Televisión Central de China (CCTV).

 

Mi padre con el primer embajador chino en la República del Perú, Jiao Ruoyu (medio de la primera fila), quien posteriormente fue nombrado alcalde de Beijing. La amistad forjada entre ambos fue eterna.

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