El desierto que volvió a respirar
Por LI YUAN
EN 2000, Jiang Gaoming, investigador del Instituto de Botánica de la Academia China de Ciencias, arrancó su programa de rehabilitación biológica en una zona de prueba situada en la Bandera de Zhenglan de la Región Autónoma de Mongolia Interior, parte central del desierto de Otindag. Después de 12 años de esfuerzos, el desierto en esta zona ha recuperado su brillo y luce cubierto de densas hierbas. El éxito del grupo dirigido por Jiang ha despertado el interés de la prensa internacional y ha sido incluido en un libro estadounidense.
De la forestación a la rehabilitación natural
China es uno de los países más afectados por la desertificación. A finales de 2009, las tierras áridas y arenosas representaban un asombroso 27,33% y 18,03% de su territorio, respectivamente.
Debido a las crecientes tormentas de arena que afectaban frecuente e intensamente a Beijing y Tianjin, China lanzó en 2000 un proyecto para contrarrestar la degradación ecológica en las áreas de origen. Ese año se sumó a la misión la Academia China de Ciencias, que contaba con la experiencia de haber revivido ecosistemas degradados en los campos de cultivo y pastizales del norte de Beijing. A Jiang Gaoming y a su equipo se les asignó una parcela de 26,8 km² en Bayinhushu, en el corazón de la Bandera de Zhenglan, a 180 km al norte de Beijing.
Otindag es uno de los cuatro mayores desiertos en China. Los otros son Horqin, Mu Us y Hulun Beier, todos ubicados en la Región Autónoma de Mongolia Interior. Con una superficie de 53.000 km², Otindag dista menos de 200 km de Beijing en línea recta. En la década de 1960, este terreno estaba cubierto por hierbas que llegaban hasta las rodillas en las estaciones más cálidas. Sin embargo, el pastoreo excesivo en las décadas siguientes condujo a la erosión severa del suelo. Para el año 2000, las dunas cambiantes de arena se habían expandido al 70% del territorio local, creando un depósito de polvo que de vez en cuando envolvía a la capital.
La reforestación era una solución impulsada tanto por el Gobierno como por los sectores académicos para aliviar las tormentas de arena. Al comienzo, Jiang Gaoming y su equipo siguieron esta recomendación y decidieron formar una banda de árboles protectora contra el viento. Sin embargo, los brotes que cuidadosamente plantaron no tardaron mucho en marchitarse y murieron al año siguiente.
Durante un encuentro con los residentes locales, alguien mencionó: “Si el área está cerrada, la hierba brotará abundantemente por sí misma”. Esta observación inspiró a Gao. Pero entonces surgió la siguiente pregunta: ¿Cómo alimentar a los rebaños si la zona está encerrada?
La solución que tomó Jiang fue destinar un área de 67 hectáreas, alrededor del 2,5% del territorio de toda la zona de prueba, al cultivo experimental de una especie de pasto forrajero de alto rendimiento. Para aumentar la cosecha, el equipo de investigación excavó pozos, tendió líneas eléctricas y abrió carreteras pavimentadas para facilitar el riego y la plantación. El restante 97,5% de la tierra fue declarado área prohibida para el pastoreo.
Para 2008, el verdor en la región se elevó a un promedio del 60% y, en algunos puntos, al 100%. El renacimiento de la fauna acompañó al de la flora. La joven estepa es ahora el hábitat de lobos, zorros, conejos, cabras salvajes y un buen número de aves silvestres, como el cisne. El terreno antes estéril ha vuelto a la vida.
Hombre y naturaleza: la unidad de los opuestos
Esta recuperación no ha sido producto de un nuevo concepto. Tiene su origen en el principio filosófico chino de “gobernar mediante la no-acción” y en los conceptos de “descansar para rehabilitar” y el de “cercar laderas para facilitar el repoblamiento forestal”. Los Alpes en Europa, las zonas áridas del oeste de Estados Unidos y el Valle de Jiuzhaigou en China son ejemplos de ello.
La idea de Jiang Gaoming provino de dos fuentes. Una fue su maestro, el profesor Bradshaw, experto en ciencias ecológicas de la Universidad de Liverpool, y la otra, de los pobladores de Otindag. Una vez, Bradshaw le dijo a Jiang que la recuperación ecológica se lograba a veces sin hacer nada, siempre y cuando estuviera dentro de la capacidad de la naturaleza. Al charlar en una ocasión con los habitantes de Otindag, uno de ellos mencionó que el cierre de una zona de pastoreo permitiría que la hierba crezca de manera espontánea, pero que esto causaría un problema en el cultivo de alimentos para los animales.
Como dice Jiang, explicar esta teoría de la rehabilitación natural es bastante fácil, pero no así llevarlo a la práctica. El principal problema es garantizar los beneficios económicos de la población local. La degradación ambiental se genera por la sobreexplotación de los recursos naturales. Para lograr la recuperación espontánea de una zona específica, esta debe ser cerrada. Pero ello afectaría inevitablemente los intereses económicos de los agricultores y pastores, quienes se opondrían al programa.
Para resolver este problema, Jiang y sus colegas trabajaron con funcionarios del gobierno local en la capacitación de los pastores para que ajustaran su estructura ganadera. En ese sentido, sugirieron que los pobladores obtengan mayores ingresos mediante la cría de razas de alto rendimiento de ganado lechero. Asimismo, propusieron que los pobladores cultivasen especies de maíz de gran tamaño, desarrolladas por el Instituto de Genética y Biología del Desarrollo de la Academia China de Ciencias, las cuales podrían proporcionar suficiente forraje al ganado. Las hierbas que plantaban los pastores en sus propias granjas, además de satisfacer las necesidades del ganado en invierno, proveían también suficientes víveres para la primavera.
En 2007, Jiang y su equipo propusieron la idea de criar pollos de pequeño tamaño en las praderas, ya que representa una poca carga para el medio ambiente y ayuda a controlar enfermedades en las plantas y las plagas de insectos. De esta manera, los pollos también tendrían un mejor entorno. Su carne, tierna y sabrosa, generaría mayores beneficios económicos. El innovador concepto de cría de aves de corral en lugar de ganado no solo promueve la recuperación espontánea, sino también crea oportunidades de empleo para los agricultores locales.
Los cinco años de esfuerzo de Jiang y de su equipo lograron que 8.600 hectáreas de tierras áridas y semiáridas, hogar de 316 habitantes, fueran tratadas efectivamente. Del mismo modo, el ingreso anual de los pastores locales ha aumentado de 315 dólares a 460 dólares y las tormentas de arena han disminuido notablemente.
Gestión crucial
Jiang, incluso, viaja varias veces al año a Otindag para evaluar los experimentos llevados a cabo durante 12 años. En este periodo la tarea principal del programa ha pasado de la restauración ecológica al desarrollo de la industria de pastizales, el cual incluye el cultivo de pastos, la cría de animales, la plantación de vegetales verdes y frutas, los alimentos ecológicos, la industria biofarmacéutica, el desarrollo de la bioenergía, el turismo ecológico y la construcción de una aldea ecológica. El objetivo final es generar beneficios económicos a través del modelo de recuperación espontánea.
“Ecológicamente es fácil restaurar los pastos, pero lo más importante es la gestión a largo plazo”, explicó Jiang Gaoming, quien considera que el PIB Verde debería ser adoptado como un indicador para evaluar los logros de los funcionarios del Gobierno, y que un mecanismo de compensación ecológica debería ser establecido. Sostiene, además, que las políticas deben ser herramientas que tomen en cuenta los intereses de las diversas regiones y que debería haber una mayor transparencia en la toma de decisiones en cuanto a los proyectos de protección ecológica y de medio ambiente. Jiang, asimismo, aboga por promover una educación en preservación ecológica y del medio ambiente para así incentivar la colaboración de la gente.
El concepto de “rehabilitar la naturaleza de manera natural” ha generado mucha atención y se ha convertido en el modelo más adoptado a la hora de restaurar el entorno ecológico degradado de China. La comunidad internacional también se ha detenido en él. En julio de 2007, el corresponsal de la revista estadounidense Science, Dennis Normile, informó de los esfuerzos experimentales de Jiang para tratar las tierras arenosas en Otindag. “Si las experiencias en Bayinhushu son aplicadas en las vastas estepas que fueron gobernadas por Gengis Kan, las tormentas de polvo disminuirán en gran manera”, escribió el periodista.
En 2010, la sexta edición del libro estadounidense Geología y Medio Ambiente se refirió a la restauración ecológica de Jiang como un caso de estudio. Ahí se señala que una mejor manera de enfrentar la desertificación podría ser la sustitución de los árboles por hierbas, ya que los primeros dependen de las aguas subterráneas, mientras que las últimas pueden sobrevivir solo con el agua de lluvia.
Los trabajos de Jiang también han llamado la atención de otros países afectados por el mismo problema. En septiembre de 2007, científicos de 11 países, entre ellos Egipto, Irán, Jordania, Pakistán, Túnez y Uzbekistán, viajaron a Bayinhushu para estudiar el proyecto de restauración ecológica. En 2008, la UNESCO presentó los logros de Jiang y su equipo en la Convención de Lucha contra la Desertificación, celebrada en la sede de la ONU en Nueva York. El año pasado, el Gobierno de Pakistán introdujo y aplicó la teoría de Jiang de cría de pollos en zonas degradadas. Por otra parte, los Gobiernos de Burkina Faso, en África, y de Bolivia, en América del Sur, han mostrado mucho interés en la exitosa experiencia china.