Soy uno de los primeros tibetanos con maestría desde que China implementó la política de reforma y apertura, y el primer doctor en antropología y tibetología de la República Popular China, por lo que mis amigos en la aldea consideran que soy el “orgullo de la etnia tibetana”. Pero me siento un poco preocupado por eso, pues creo que no tengo capacidades ni habilidades especiales. Todo se debe a que he vivido en una buena época, la de la reforma y apertura.
El autor del artículo en Lhasa en 1993.
Nací en la prefectura autónoma tibetana de Ganzi, en la provincia de Sichuan. Un periodista ha dicho lo siguiente de mí: “Geleg, descendiente de sirvientes, se ha convertido en un erudito en tibetología y ha recorrido un camino largo y zigzagueante. Las hierbas y árboles de la zona tibetana están relacionados con él porque albergan la fuente y el sentido de la vida. Las alegrías y tristezas que Geleg ha experimentado se mantienen vivas en lo más profundo de su corazón”.
Antes de la reforma democrática de 1956, éramos siervos. Cuando era muy pequeño, con mi hermana mayor llevábamos a pacer el ganado del señor feudal. Salíamos muy temprano de casa y regresábamos muy tarde. En aquel entonces, mi madre esperaba que yo pudiera ser lama, porque ellos al menos podían alimentarse bien.
Cuando empezó la reforma democrática en 1956, las propiedades del señor feudal fueron distribuidas entre los pobres. Nos dieron una casa nueva con ventanas de vidrio, varios mu de tierra (15 mu equivalen a 1 hectárea) y algunas vacas. El gobierno local levantó la primera escuela primaria tras la liberación del Tíbet.
Mi destino cambió con la aplicación de la política de reforma y apertura. En 1977 se recuperó el sistema de admisión en los centros de enseñanza superior y me matriculé enseguida. Al año siguiente fui admitido por la Universidad de las Nacionalidades del Suroeste, convirtiéndome en uno de los primeros estudiantes de la Facultad de Chino de dicha universidad tras la Revolución Cultural. Gracias al aliento de profesores y amigos, pasé los exámenes y fui admitido por el Instituto de Etnología y Antropología de la Academia China de Ciencias Sociales. En 1978 me convertí en uno de los primeros tibetanos con nivel de maestría después de la aplicación de la reforma y apertura. Salí del “Techo del mundo” y llegué a la capital, Beijing, algo que había llevado mucho tiempo soñando.
Entre 1983 y 1986 completé el doctorado en etnología en la Universidad Sun Yat-sen. La formación científica estricta de esos tres años sentó una base firme para mis futuros estudios académicos. Me ha tocado vivir en una buena época. He tenido la suerte de entrar en dos institutos de primera categoría y de conocer a dos excelentes profesores de nacionalidad han, Li Youyi y Liang Zhaotao.
En enero de 1991, en el Gran Palacio del Pueblo de Beijing, el entonces secretario general del Partido Comunista de China (PCCh), Jiang Zemin, me otorgó el certificado de honor que reconoce a los “Doctores chinos que han hecho sobresalientes contribuciones al país”, un premio concedido por la Comisión Estatal de Educación y el Comité de Grados Académicos del Consejo de Estado. Jiang Zemin me dijo en esa oportunidad: “Eres tibetano y doctor en etnología”. Yo le respondí: “Sí, provengo de una familia de siervos del Tíbet. Sin la liberación dirigida por el PCCh y la reforma democrática, yo habría sido un lama sin posibilidades de recibir una educación superior y de convertirme en doctor”.
Junto a su hermana y cuñado en Garze en 1962.
Con el profesor Li Youyi en Lhasa en 1980.
Testigo de los cambios en el Tíbet
Durante estas cuatro décadas, he viajado por el oeste a Ali, por el norte hasta las praderas del norte del Tíbet, por el sur a la región montañosa denominada “cuna de la nacionalidad tibetana”, y por el este a Changdu y a las prefecturas autónomas tibetanas de Yunnan, Qinghai y Gansu.
He presidido y me han encargado varios proyectos importantes a nivel nacional, relacionados con la construcción de los valores culturales de la civilización material y espiritual en las regiones tibetanas. Mis investigaciones durante estos 40 años se han centrado en los cambios experimentados por los agricultores y pastores tibetanos tras la liberación del Tíbet, y sobre todo después de la aplicación de la reforma y apertura. Según una encuesta realizada a 1000 familias de las ciudades y las zonas agrícolas y de pastoreo del Tíbet, los profundos cambios ocurridos en el campo y la ciudad sobresalen en los siguientes aspectos.
Se implementó el sistema de responsabilidad en la producción por contratos familiares. Es decir, el derecho de uso de la tierra, de ganados y de propiedades pasó a los pastores de manera individual, quienes obtuvieron así la autonomía de su gestión. Eso impulsó el desarrollo de la productividad, incrementó los ingresos de los agricultores y pastores, y el nivel de vida del pueblo aumentó notablemente.
La aplicación de la reforma y apertura terminó con la economía cerrada de la región y la transformó en un modelo económico de apertura y diversificación de productos. Con la vitalidad de la economía mercantil, los agricultores y pastores no solo trabajaban en agricultura y ganadería, sino también en sectores como la industria, la construcción, el transporte, el comercio y la gastronomía.
Los agricultores y pastores tibetanos cubrieron sus necesidades de vestido y alimentación y la estructura del consumo se inclinó hacia las nuevas tecnologías, la educación y el entretenimiento. La referida encuesta reveló también que los artículos de consumo duradero y de alta categoría, como televisores, lavadoras, grabadoras, autos, motos, celulares, cámaras, refrigeradoras y microondas, habían entrado en los hogares tibetanos. Gradualmente tales avances también llegaron hasta los poblados más apartados. Tras la aplicación de la reforma y apertura, las actividades religiosas del pueblo han sido protegidas y respetadas por las políticas y leyes del Estado. El pueblo tibetano ha vuelto a gozar del derecho de libertad de creencia religiosa.
En la sociedad tradicional del Tíbet, entrar en los templos como monjes era el mejor destino para los jóvenes. Pero tras la aplicación de la reforma y apertura, un 60 % de los padres tibetanos comenzaron a soñar con que sus hijos fueran cuadros del PCCh o doctores. Eso no quiere decir que ellos no crean en el budismo, sino que su concepto de empleo ha cambiado evidentemente.
En el aspecto de viviendas, la demanda básica de los agricultores y pastores ha quedado satisfecha y la superficie habitacional per cápita es 2,6 veces más que la de antes de la reforma democrática. La gente aspira ahora a renovar las casas viejas y de un piso, y convertirlas en edificios.
En cuanto al tema de la alimentación, en las zonas tibetanas y en las ciudades, la gente no solo se siente satisfecha por tener lo suficiente para comer, sino también por alimentarse bien. La estructura gastronómica se ha diversificado. La demanda de alimentos básicos como la zanba y los cereales ha descendido, aunque todavía se consumen.
Respecto a la vestimenta, los agricultores, los pastores y los ciudadanos tibetanos ya no se conforman con abrigarse, sino que han empezado a aspirar a nuevos modelos y colores de ropa. La demanda de vestimentas de mediana y alta categoría también va ascendiendo. Después de la aplicación de la reforma y apertura, en el Tíbet comenzaron a celebrarse elecciones democráticas en los niveles de base, lo que ha permitido que el pueblo participe en la administración política. La elección de miembros de la administración ejecutiva, basada en las capacidades y habilidades, ha sustituido el viejo modelo tribal de elecciones de estilo dinástico.
Una visita a la Universidad de Cambridge, en Inglaterra, en 2009.
Ante la puerta principal de la Escuela Secundaria de las Nacionalidades del Distrito de Garze en 2016.
El verdadero Tíbet ante el mundo
Como etnólogo, a menudo recibo invitaciones de institutos extranjeros de enseñanza superior para presentar al mundo la verdadera situación del Tíbet. En 1989, durante una conferencia en la Universidad Luterana del Pacífico (EE. UU.), plantee una interrogante ante más de 80 eruditos estadounidenses: “¿El Tíbet es ‘Shangri-la’ o un sistema de siervos?”. En la Universidad de California, frente a más de 60 estudiantes, expliqué que China es una gran familia de 56 grupos étnicos. Gracias a ese intercambio cultural no gubernamental, los jóvenes estadounidenses han conocido la realidad de las minorías étnicas chinas, incluida la del Tíbet.
Durante estas cuatro décadas de reforma y apertura, he viajado por medio mundo, y me he dado cuenta de un fenómeno contradictorio: los estudiosos de países occidentales viven en una sociedad moderna, pero al hablar de la modernización del Tíbet, empiezan a discutir y criticar. Para muchos occidentales, el Tíbet es una leyenda exótica, sobre todo luego de la publicación de Horizontes perdidos, la novela que en 1933 desató la búsqueda de “Shangri-la”. Ellos se han inventado un Tíbet que se asemeja a un hogar espiritual y de profesión de la fe.
Como especialista, mi sueño en lo material es la modernización económica del Tíbet y en lo espiritual es que los tibetanos, junto con otros grupos étnicos, entremos en la nueva época del socialismo con peculiaridades chinas.
Me aproximo a cumplir 70 años. Lo que me alegra es que sigo dedicándome a la enseñanza, los estudios científicos y la formación de talentos en tibetología y etnología. De esta forma contribuyo al desarrollo del Tíbet y a la unión nacional.
*Geleg, nacido en 1950, fue oficinista e investigador del Centro de Estudios de Tibetología de China. Actualmente se desempeña como tutor de los doctorados de etnología y tibetología de la Universidad de las Nacionalidades del Suroeste.