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Una antigua historia sobre el leonuro siberiano

2021-06-04 13:26:00 Source:China Hoy Author:QIU XINNIAN*
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El leonuro siberiano o agripalma (Herba Leonuri) es una hierba anual o bienal arbustiva, de casi un metro de altura, con hojas opuestas en forma de lanzas y flores rojas, violetas o anaranjadas. Se caracteriza por ser de naturaleza levemente fría, tener un sabor picante y amargo, y ser beneficioso para el corazón, el hígado y la vejiga.

 

Esta hierba fue incluida en la farmacopea china hace más de 2000 años para activar la circulación sanguínea, especialmente durante el período menstrual o puerperal, por lo que su nombre en chino, yimucao, se traduce literalmente como “hierba beneficiosa para las madres”. Su brote tierno es comestible como hortaliza, llamado en chino longxucai, que significa “verdura de la barba del dragón”. Respecto al origen de estos nombres, hay una interesante historia.

La tradición dice que el leonuro siberiano es una hierba beneficiosa para las madres.

 

 

La búsqueda de una hija

 

En Beijing hay un inmenso monumento histórico que es mundialmente famoso: el Templo del Cielo, construido en 1420 durante la dinastía Ming. Ocupa un espacio de 273 hectáreas y era el lugar sagrado en el que los emperadores dedicaban ofrendas al cielo y oraban por las buenas cosechas.

 

Antes de la construcción del templo, el suelo era baldío. Según cuenta la leyenda, allí vivía una familia campesina muy pobre: el padre, la madre y la hija. El padre murió debido a una enfermedad, lo que dejó a la madre y a la hija de 16 años en unas condiciones de vida aún más miserables.

 

El mal no llegó solo. La madre, debido a la pesada carga familiar y a que añoraba a su marido, se enfermó y su situación empeoraba cada día. Ningún médico era capaz de ayudarla. Ella estaba muy preocupada por el porvenir de su hija y esta, lógicamente, estaba aún más preocupada por la salud de su madre. La joven, entonces, decidió subir a la Montaña Norte para buscar algunas hierbas medicinales para su madre. Cuando era niña, su padre le había contado que en esa montaña había muchas hierbas medicinales que curaban toda clase de enfermedades, pero que estaban escondidas en valles muy altos, y para encontrarlas había que trepar mucho y por peligrosos senderos, lo cual hacía la tarea aún más difícil.

 

Después de la cosecha otoñal, la muchacha le encomendó el cuidado de su madre a una vecina, y con una bolsa de víveres partió de su casa rumbo al norte. Un día llegó a un paso estrecho entre dos montañas y comenzó a pensar en cómo subir. En ese momento, del desfiladero salió un anciano barbiblanco, quien al verla le preguntó sonriente: “Muchachita, ¿por qué vienes sola a este valle tan alto?”. La joven le contó lo que le había pasado a su madre y que buscaba hierbas medicinales para curarla, por lo que le preguntó si existían tales hierbas en la montaña.

 

El viejo contestó: “Sí, sí las hay”. “Abuelito, ¿por dónde puedo subir a la montaña?”, le preguntó ella. Indicando el desfiladero, el anciano le explicó: “Sube por aquí a la montaña. Doblarás nueve veces a la izquierda y luego nueve veces a la derecha. Cuando tengas sed, tomarás agua del manantial. Cuando tengas hambre, comerás piñones. Cuando veas el ‘cielito en la tierra’, ya tendrás la panacea en tus manos”. La chica escuchó atentamente las palabras del anciano, como si se tratase de un canto de versos, y tenía la cabeza agachada. No comprendió lo del “cielito en la tierra”, quiso preguntárselo, pero al levantar la cabeza, vio que el anciano ya había entrado en el valle.

 

La chica siguió las indicaciones del viejo. Escaló y dobló tantas veces a la izquierda y a la derecha, sin recordar cuántos días habían pasado. Tomaba agua del manantial y comía piñones. Un día llegó a la cima de un monte, donde vio un lago. Se quedó muy sorprendida con el agua cristalina. De repente, oyó a dos muchachas que hablaban detrás de ella. Al volverse, vio a dos chicas muy hermosas: una vestida de falda blanca y la otra, de falda amarilla bordada con flores de ciruelo. La chica de falda blanca le preguntó: “Hermana, ¿por qué estás tan sorprendida? ¿No conoces el ‘cielito en la tierra’ de estas montañas?”.

 

Al oír ese nombre, la joven se puso muy contenta: “Hermanas, ¿aquí tienen hierbas curativas? ¡Salven a mi madre, por favor!”.

 

La chica de falda amarilla dijo: “No te preocupes. El anciano barbiblanco ya nos lo ha contado todo. Aquí tienes una bolsa de hierbas medicinales, llévalas a casa y cuécelas para tu madre, quien se curará pronto. Además, hay semillas en la bolsa, las cuales podrás sembrar en tu tierra. Si alguna mujer padece de la misma enfermedad que tu madre, ya no tendrá de qué preocuparse”.

 

La muchacha les dio mil gracias a las dos y empezó a descender muy contenta de la montaña. Después de dar algunos pasos, se volvió para mirarlas una vez más, pero solo vio a un loro blanco y un ciervo amarillo con flores de ciruelo.

 

La joven hizo todo lo posible para volver pronto a casa y cocer las hierbas. La decocción le hizo bien a su madre, quien se curó en unos días. La chica se puso muy feliz y sembró las semillas al borde de su propia tierra. Las hierbas crecían de año en año. En primavera las semillas germinaban, en verano las hierbas crecían lozanas, en otoño fructificaban.

 

Muchas pacientes emplearon las hierbas y se curaron. Todas quedaron muy contentas, pero no había un nombre para esas hierbas, por lo que se reunieron y decidieron llamarlas yimucao, o “hierba beneficiosa para las madres”, pues habían sido encontradas por la muchacha para curar a su mamá.

 

Muchos años después, el emperador Zhu Di de la dinastía Ming (1368-1644) quiso suplicar al Dios del Cielo que facilitara cada año una buena cosecha, por lo que ordenó levantar un gran templo. Así se construyó el Templo del Cielo en 1420. Sin embargo, los leonuros seguían creciendo lozanamente en los terrenos desocupados entre los edificios. El emperador se enojó al ver tantas hierbas silvestres entre las grandiosas construcciones y ordenó eliminarlas.

 

Sin embargo, un ministro se postró ante el emperador y le dijo: “Su majestad, estas hierbas no son silvestres. Se llaman ‘verduras de la barba del dragón’. Su majestad es el dragón. Si elimina estas hierbas, su majestad dejará de tener barba”. Entonces, el emperador anuló la orden. A partir de ese momento, el brote tierno del leonuro fue llamado a veces “verdura de la barba del dragón”.

 

Funciones principales

 

El leonuro siberiano o agripalma puede fortalecer la sangre y resolver la estasis sanguínea. Es indicado para la epimenorrea, la dismenorrea, la amenorrea, el dolor abdominal puerperal, y la inflamación y dolor por lesiones externas. También es utilizado para estimular la micción y ayuda a resolver los edemas.

 

Según recientes descubrimientos, el leonuro siberiano contiene aceites esenciales, taninos, resinas, colina, flavonoide, glicósido, leonurina, leonurinina y pequeñas cantidades de alcaloides como estaquidrina (betonicina y turicina), por lo cual es indicado para las molestias del climaterio, acompañadas de sofocos, estados de ansiedad, intranquilidad y dificultad de respiración.

 

Es igualmente adecuado contra las flatulencias y las alteraciones gastrointestinales. Es usado también como tónico cardíaco junto con valeriana, espino albar y árnica. Otra función destacada es la de defender al organismo de ataques externos de microorganismos. La ciencia moderna ha confirmado que la agripalma es una planta medicinal sumamente importante.

 

 
 
*Qiu Xinnian fue uno de los primeros estudiantes de español enviados por el Gobierno chino a Cuba. Posteriormente trabajó como diplomático en Cuba, Argentina, Perú, entre otros países hispanohablantes.

 

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Editor: Wu Wen Da-->

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