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El fruto de cherokeensis y la lombriz de tierra

Source:China Hoy Author:QIU XINNIAN*
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Ácido, dulce y astringente en sabor, el fruto de rosa cherokeensis (Fructus Rosae laevigatae) es de naturaleza neutra y está relacionado con los riñones, la vejiga y el intestino grueso en la medicina tradicional china. Entre sus propiedades figura la de detener la diarrea, así como disminuir la diuresis (cantidad de orina). Su nombre en chino, jinyingzi, quiere decir “fruto de borla dorada” y se debe a una emocionante historia.

 

Un dibujo del fruto de rosa cherokeensis.

 

Un generoso anciano

 

Hace muchos años, una familia de tres hermanos, todos casados, vivía muy feliz. Sin embargo, no todo era perfecto: los dos hermanos mayores no tenían hijos y solo el tercero era padre de uno. En la antigüedad, sobre todo en el campo, el no tener descendencia era un problema angustiante.

 

Toda la familia hacía lo posible por cuidar bien al único hijo, tan apreciado como una perla en la palma de la mano. El muchacho crecía bien y era bastante guapo, así que los tres hermanos empezaron a gestionar el casamiento del joven, a fin de tener nietos lo más antes posible. Invitaron a varias casamenteras, las cuales se mostraron muy entusiasmadas. Visitaron a casi todas las familias con lindas hijas, pero fracasaron, pues ninguna muchacha quería casarse con el joven. Había una razón: el chico era bueno en todo, pero padecía de una inexplicable enfermedad: enuresis nocturna (o incontinencia urinaria) en la cama. Los tres hermanos no tenían más remedio que curar al muchacho. Llamaron a los mejores médicos de la zona, pero ninguno tuvo éxito.

 

Un día, un anciano, quien tenía una gran calabaza de peregrino llena de medicamentos herbarios y adornada con una borla dorada, llegó a la casa a pedir agua para beber. Su extensa barba blanca le cubría la mitad del pecho y sus ojos negros se escondían debajo de las cejas, tan largas y pobladas que parecían dos alas de pichón blanco.

 

Los tres hermanos le atendieron cortésmente. Le sirvieron un vaso de agua y algo de comer. El anciano les agradeció e iba a despedirse, pero se detuvo al notar que todos en la familia lucían preocupados. “¿Tienen algún problema?”, les preguntó. Mirando la calabaza de peregrino que colgaba de la cintura del viejo, uno de los hermano le dijo: “Sí, nuestro hijo ya tiene 18 años, pero sufre de enuresis nocturna y ningún médico ha podido curarlo. ¿Usted tendrá algún medicamento?”.

 

“Ahora no tengo tal medicamento, pero conozco una planta cuyos frutos sirven contra esta enfermedad. La planta está en una montaña lejana, envuelta por un espeso miasma, un efluvio venenoso. Quien sea infectado por el miasma, morirá”.

 

Los tres hermanos se arrodillaron ante el anciano: “Respetuoso abuelo, háganos el favor. Es nuestro único hijo. Si no logra casarse, no tendremos descendencia. ¡Pobre de nuestra familia!”. El anciano lanzó un suspiro: “Yo no tengo hijos, por lo que sé cómo duele no tener descendencia. Buscaré esa planta”. Y se fue sin voltear la mirada.

 

La familia esperaba ansiosamente el regreso del anciano. Al cabo de tres meses, mientras anochecía, el viejo llegó agotado a la puerta de la casa, con la cara pálida y edematosa. Al verlo, los hermanos acudieron a sostenerlo y lo llevaron a un cuarto. Le ayudaron a sentarse y le sirvieron agua tibia. El anciano se recuperó un poco y les dijo: “Me he intoxicado con el miasma”. “¿Qué vamos a hacer? ¿Algún medicamento puede curarlo?”, le preguntaron.

 

El viejo negó con la cabeza y sacó de su calabaza una pequeña bolsa. “Estos frutos curarán la enfermedad de su hijo”, les mencionó, para después caer y morir. Toda la familia lloró su muerte y lo sepultaron en una honrosa ceremonia.

 

El joven tomó el medicamento recomendado por el anciano y se curó de la enuresis nocturna. Se casó y un año después tuvo un hijo. Los tres hermanos estaban felices de ser abuelos.

 

El anciano no les había dicho su nombre ni el de la planta medicinal. Como una forma de agradecer su generosidad, la llamaron “fruto de borla dorada”, pues con una borla el viejo adornaba su calabaza de peregrino.

 

El “dragón de la tierra”

 

De sabor salado y naturaleza fría, la lombriz de tierra (Lumbricus), dilong en chino, está relacionada con el hígado, el bazo y la vejiga.

 

Entre los numerosos ingredientes de la medicina tradicional china, hay uno registrado en el Shennong Bencao Jing (una de las cuatro obras clásicas de la medicina tradicional china) con el nombre de “lombriz de tierra”, aunque ahora es llamado “dragón de la tierra”, que es más bonito. Pero, ¿por qué y quién le cambió de nombre?

 

Poco después de subir al trono, el emperador fundador de la dinastía Song, Zhao Kuangyin (927-976), padeció de herpes zóster. Claro, por ese entonces no se le llamaba así en China, sino huodan (火丹), traducido como “virus febril”.

 

En el campo se le llamaba “culebrilla” por desarrollarse de forma serpenteante. Se decía que si aquella “culebrilla” se enroscaba en toda la cintura del paciente, su vida estaría en peligro. La gente le tenía mucho miedo por el dolor atroz que causaba y porque era y es casi imposible de curar completamente.

 

Al igual que todas las dinastías anteriores, la corte de la dinastía Song reunía a excelentes médicos al servicio del emperador y su familia: los denominados “médicos imperiales”. Si bien eran magníficos, en el tratamiento de la “culebrilla” fracasaron. El emperador atormentado se enfadó mucho y los metió en la cárcel.

 

En la provincia de Henan había un curandero experto en dermatosis, al que apodaban el “dios viviente”. Un funcionario local lo recomendó y fue llamado a la corte. Llegó pronto a la capital con su botiquín, pues ya sabía lo que tenía el emperador. Se puso de rodillas ante él y echó un vistazo a su afectada cintura.

 

“¿Qué te parece lo que tengo?”, le preguntó el emperador. “Su majestad, no se preocupe. Es curable. Tengo un buen medicamento”, respondió el curandero. Riéndose sardónicamente, el emperador le dijo: “Muchos destacados médicos han fracasado, ¿y tú te atreves a fanfarronear?”. “Si no le curo, podrá matarme. Pero si le curo, lo único que le ruego es que ponga en libertad a los médicos encarcelados”, le pidió. “Bueno, de eso puedes estar seguro”, dijo el emperador.

 

El “dios viviente” salió del lugar y sacó de su botiquín dos lombrices vivas. Las puso en dos platillos por separado, sobre las cuales echó un poco de miel. Un rato después, las lombrices se convirtieron en líquido, un líquido muy helado. El “dios viviente” aplicó el líquido de un platillo a la zona enferma del emperador y le pidió que tomara el líquido del otro platillo. El emperador se sintió mucho mejor en seguida y disminuyó el dolor. Tras unos días, se curó.

 

El emperador se puso muy contento y preguntó al curandero: “¿Qué es este medicamento que tiene dos usos: oral y tópico?”. El curandero pensó que si le decía que eran lombrices, el emperador se asquearía, así que le manifestó: “Su majestad, usted es el dragón del cielo y mi medicamento es el dragón de la tierra. Los dragones se ayudan y por eso ha sido muy efectivo”.

 

El emperador se puso contento. Premió generosamente al curandero y liberó a los médicos encarcelados. Desde entonces, el embellecido nombre de “dragón de la tierra” se divulgó dentro de la comunidad médica y es usado hasta ahora.

 

Esta es una historia. Si bien todavía se usa este medicamento, su eficacia dependerá de la situación de cada paciente. Por eso, mejor consulte antes a su médico.

 

La ciencia moderna ya ha identificado la composición de la lombriz de tierra: un 70 % de proteína y muchos oligoelementos como fósforo, calcio, hierro, potasio, zinc, entre otros.

 

Se ha confirmado que es bueno para limpiar los vasos sanguíneos. Para el padre de la medicina, Aristóteles, la lombriz era como el arado o el intestino de la tierra. La lombriz ara la tierra, entonces, ¿no podría arar los vasos sanguíneos? Sí, ya se ha comprobado que tiene esa propiedad.

 

 
 
*Qiu Xinnian fue uno de los primeros estudiantes de español enviados por el Gobierno chino a Cuba. Posteriormente trabajó como diplomático en Cuba, Argentina, Perú, entre otros países hispanohablantes.

 

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Editor: Wu Wen Da-->

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