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Guayasamín, un sembrador de amistad

Source:China Hoy Author:TANG MINGXIN*
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Este año se celebra el 40.o aniversario del establecimiento de relaciones diplomáticas entre China y Ecuador. A pesar de la considerable distancia geográfica, la historia de amistad entre los dos países se remonta a mucho tiempo atrás y los lazos de compañerismo nos vinculan estrechamente. A medida que la cooperación y el intercambio entre China y Ecuador en los campos de la educación, la ciencia y tecnología y la cultura se vuelven más amplios y estrechos, el puente de hermandad entre ambos pueblos se torna más estable.

 

Asumí como consejero político de la Embajada de China en el hermoso país de Ecuador entre 1987 y 1991. Durante esos cuatro años, tuve la suerte de participar en el fomento de las relaciones amistosas entre los dos países y mi afectuosa relación con el famoso pintor Oswaldo Guayasamín sigue fresca en mi memoria.

El embajador Wang Ganghua (segundo a la izq.) y el autor del artículo (primero a la izq.) se encuentran con Guayasamín (segundo a la der.) y su hija Berenice (primera a la der.) en la Embajada de China en Ecuador.

 

Simpatía por el pueblo

 

Guayasamín fue un guerrero cultural de fama mundial. En la infancia nació su pasión por la pintura, para la cual mostró un talento extraordinario. Ya en la juventud se interesó en la política. De hecho, en la década de 1950, se dedicó a actividades revolucionarias que buscaban mantener la unidad de América Latina, por lo que fue elegido presidente de la Asociación Latinoamericana de Derechos Humanos. Siempre estuvo del lado de los oprimidos. Mediante sus trazos y pinceles, reflejaba la vida real y el sufrimiento del pueblo, y mostraba su simpatía y atención por las clases más humildes de la sociedad. Sus obras causaron gran sensación en México y varios países europeos, lo que le hizo merecedor del título de “héroe contra la guerra” y “defensor de los derechos humanos” entre los artistas.

 

Guayasamín fue un artista prolífico y un admirador de Pablo Picasso. La gente le llamaba con respeto el “Picasso ecuatoriano” y él se sentía honrado por ello. Poco después de que yo llegase a Ecuador a trabajar en 1987, y con el fin de entablar amistad con diversos miembros de la sociedad local y desarrollar el intercambio cultural, sugerí al entonces embajador chino Wang Ganghua que visitase al admirable artista. Desde que lo conocimos, con el primer toque que dimos a su puerta, sentimos un contacto muy cercano con el pintor ecuatoriano, que se fortaleció en los años siguientes. Le invitábamos a festivales y actividades de intercambio organizados por la embajada, y él también nos invitaba frecuentemente a participar en los eventos culturales del Museo Guayasamín. Se puede decir que en poco tiempo establecimos una profunda amistad.

 

Visité muchas veces las obras expuestas en las tres galerías del Museo Guayasamín. Cada vez que miraba fijamente las caras adoloridas y las emocionantes escenas históricas, resultaba difícil calmarme. Sus trazos agudos, sus contornos claros, sus imaginaciones exageradas y el fuerte contraste entre el sentimiento y la apariencia hacen de sus obras unas pinturas únicas, las cuales no solo son grandes herederas de lo mejor de la cultura indígena, sino que se centran también en problemas sociales e históricos. Guayasamín es digno de llamarse un artista que respiraba historia y que quiso compartir su destino con el pueblo.

 

En vísperas de mi partida de Ecuador, en octubre de 1991, Guayasamín me regaló una de sus obras. Me dijo que era parte de una serie de 100 pinturas, titulada La edad de la ternura. Él dedicó todas esas pinturas a su querida madre y a todas las madres del mundo, quienes para él eran símbolos de la defensa de la vida. Esa preciosa pintura que me regaló tiene su firma, que es un recuerdo invaluable.

 

Oswaldo Guayasamín trabaja en una pintura.

 

Un viaje inolvidable a China

 

Guayasamín me contó que durante su carrera creativa se había llegado a nutrir de la amplia cultura y pintura de China, las cuales le habían proporcionado una gran energía creativa. Él siempre sintió una conexión especial con la cultura china y le gustaba nuestro país. Por eso, cuando a inicios de la década de 1960 recibió la invitación de visitar China, Guayasamín estuvo muy entusiasmado. El viaje lo pudo realizar en 1961.

 

Para él fue un viaje inolvidable y un sueño hecho realidad. Si bien había visitado muchos países, Guayasamín dijo que el rápido desarrollo de China le había sorprendido enormemente. Fue un honor para él ser recibido por el presidente Mao Zedong. La conversación que sostuvo con el líder chino le inspiró mucho. “Cuando le pregunté al presidente Mao cuál era el secreto detrás de los grandes logros conseguidos por China en poco más de diez años –recordó el artista ecuatoriano–, el presidente Mao dio una calada a su cigarrillo y me explicó con una sonrisa: ‘No hay secreto, pero sí una receta, la cual es fácil de entender, pero difícil de realizar. La receta es simple: deje que el pueblo sea el dueño del país, deje que los líderes actúen de acuerdo con los deseos e intereses de las amplias masas populares’”.

 

Guayasamín también le preguntó a Mao sobre las medidas tomadas para desarrollar la literatura y el arte. “La política del Partido y los esfuerzos de los dedicados literatos y artistas han jugado un papel fundamental”, le dijo el presidente Mao. “La política literaria y artística de China también tiene una receta y puede ser resumida así: hacer que se abran cien flores y compitan cien escuelas, hacer que las cosas antiguas sirvan al presente y hacer que las cosas extranjeras sirvan a China”. Al escuchar eso, los ojos de Guayasamín se iluminaron. Las palabras de Mao le hicieron comprender muchas cosas y le generaron una sincera admiración.

 

Las actividades cumplidas por Guayasamín en aquella visita fueran numerosas, incluyendo visitas a escuelas de arte, intercambios con artistas chinos, etc. “Más vale una mirada que mil palabras”, expresó el maestro ecuatoriano. Sin embargo, este gran artista todavía sentía que le faltaba algo: a pesar de que había celebrado exposiciones a gran escala en más de 20 países, China –que contaba entonces con un cuarto de la población mundial– aún no le conocía. Por lo tanto, Guayasamín expresó su gran deseo de que algún día sus obras fueran presentadas al pueblo chino.

 

Guayasamín invita al autor del artículo a visitar su estudio y sus obras, e intercambian regalos.

 

Una amistad eterna

 

El 10 de marzo de 1999, Guayasamín murió a los 79 años de edad. Sus obras y legado se han extendido por todo el mundo. Sus creaciones y notables esfuerzos harán que las futuras generaciones mantengan su recuerdo por siempre. Un grupo de murales pintados por Guayasamín en el edificio del Parlamento ecuatoriano muestran los cambios en dicho país y el mundo. Su obra mural en la entrada de la sede de la Unesco, en París, sigue siendo el grito de millones de niños hambrientos de todo el mundo que piden el derecho de vivir con dignidad. En la sede del Parlamento Latinoamericano y Caribeño, su principal obra mural continúa reclamando por la unidad y la armonía. En 1943, Guayasamín ganó su primer premio importante: el Premio Nacional de Artes Mariano Aguilera. A partir de entonces obtuvo galardones destacados como el Gran Premio en la III Bienal Hispanoamericana de Arte, que tuvo lugar en Barcelona en 1955, y posteriormente el Gran Premio de la Bienal de Sao Paulo.

 

En junio de 2014 recibí la invitación a participar en la inauguración de una exposición de Guayasamín titulada “Colores de Latinoamérica”, celebrada en el Museo de la Capital, en Beijing. Estaba muy feliz. Como miembro del frente diplomático, siempre me he preocupado y trabajado para promover los intercambios entre China y Ecuador. La exposición de las obras de Guayasamín fue un gran acontecimiento que contribuyó a una mayor interacción bilateral. La exhibición devino un festín artístico y cultural, y fue la realización de un sueño y una hazaña para fomentar aún más la profunda amistad entre los dos pueblos.

 

La exposición recorrió las ciudades chinas de Beijing, Shanghai, Guangzhou y Nanjing, entre junio de 2014 y febrero de 2015. Incluyó la muestra de unas cien pinturas clásicas de uno de los artistas más representativos de América Latina, incluidas las obras creadas durante su visita a China, las cuales han sido, sin lugar a dudas, los mejores testigos de la amistad entre Guayasamín y nuestro país. Como el gran artista ecuatoriano dijo: “¡Mantengan encendida una luz. Siempre voy a volver!”. El legado de sus obras hace que Guayasamín siempre esté de vuelta en China.

 

 
 
*Tang Mingxin fue embajador de China en Bolivia y Uruguay.

 

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Editor: Wu Wen Da-->

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