Introducción:

En el distrito de Dushan, en la provincia de Guizhou (suroeste de China), viven los padres de Lu Qingyi, el director de este documental. Ambos son como cualquier otra pareja de adultos mayores, pero muy distintos en su mundo interior.

Durante cuatro primaveras (entre 2013 y 2016), y aprovechando el regreso a su pueblo natal para celebrar la Fiesta de la Primavera, Lu registró con una cámara de video la vida cotidiana de sus padres.

Los dos son aficionados al arte. A la madre le gustan mucho las canciones populares. Canta mientras sube montañas, mientras camina, mientras cocina, mientras limpia el piso. El padre sabe tocar unos 20 instrumentos musicales, e incluso fabrica flautas. Ambos tienen una larga experiencia de vida: remiendan la ropa con una máquina de coser, uno le corta el cabello al otro, crían abejas y peces dorados, construyen pérgolas de parras, todo ello pensando siempre en “hacer cada día algo por la familia”. Más aún, ambos tienen mucha curiosidad por las nuevas tecnologías: han aprendido a manejar softwares de edición de fotos y videos, y usan WeChat. Su mundo es colorido y la lejanía de sus hijos no les genera una vida aburrida.

Pero la vida no está exenta de dolores. El fallecimiento de su hija les hizo envejecer unos diez años de la noche a la mañana. Después de aquel trágico hecho, los dos han ido reconstruyendo sus vidas y recordando a su hija a su propio modo: visitan su tumba con frecuencia, la limpian cuidadosamente y plantan chile en los alrededores para evitar que el ganado vacuno se coma la hierba y destruya la tumba. Durante la celebración de alguna festividad, siempre reservan un asiento y colocan platos para la hija ausente.

En la vida de los padres de Lu Qingyi no hay nada que estremezca la Tierra, ni ocurre algún encuentro fortuito. Pero esa vida tan ordinaria como el agua clara no es impedimento para que se sientan contentos. Ambos consuelan los dolores de la vida con canciones, con ternura y sobre todo con una actitud positiva. Las cosas aparentemente pálidas generan una magia en sus ojos, lo cual es el secreto de su singularidad.

En estos últimos años se habla mucho en China de la “familia original”. Cuando mencionamos este término, siempre lo relacionamos con trauma, con algo negativo. Sin embargo, Lu Qingyi ofrece en este documento lo mejor de su “familia original”, lo que no tiene nada que ver con la condición económica ni con el nivel educativo, sino con la vida pura, con la actitud ante ella. Ambos padres, lejos de sus tres hijos y de la ciudad, no transmiten ninguna melancolía. Manejan el arte de vivir con una actitud positiva que contagia a los espectadores.

Datos del director:

A sus 45 años de edad, Lu Qingyi presenta Cuatro primaveras, su ópera prima en la gran pantalla. Él no forma parte del mundo del cine profesional y la filmación de este documental no persiguió fines comerciales. Lu lo hizo como un regalo para sus padres. Por ello, el costo del rodaje fue de 1500 yuanes (220 dólares), el precio de un trípode.

Lu no ha filmado una película, sino la vida. Y la vida es tan fuerte que emociona a cualquiera. “Muchos espectadores ven en este documental la realidad, pero yo vi la poesía de la vida. Aquello que va más allá de la vida cotidiana, siempre encierra algo de poético”, ha mencionado Lu.