Volver a China siempre trae consigo nuevas sensaciones. El alboroto de los sentidos, las travesuras del jet lag y la emoción por atenderlo todo, desbordan las capacidades. Habían transcurrido cinco años desde la última visita, en aquella ocasión, para participar en el programa gubernamental de formación para jóvenes líderes Puente al Futuro 2018. Desde entonces, ninguno de los proyectos tentativos que me llevarían de nuevo a la nación asiática se pudo concretar, pues la crisis sanitaria terminó envolviendo al mundo en un desespero por la sobrevivencia.
A inicios de este 2023, me tomó por sorpresa la invitación a viajar a China con dos propósitos: asistir al tercer Diálogo sobre Intercambios y Aprendizaje Mutuo entre Civilizaciones y a la primera Conferencia del Centro Mundial de Sinólogos; y trasladarme hasta la ciudad de Qingdao, provincia de Shandong, para una corta estancia de investigación, así como para sostener distintos encuentros con académicos, escritores y gestores culturales de tan importante comarca costera.
Antes de cualquier reflexión sobre las actividades académicas en las que he participado estos días, necesario y justo es reconocer el enorme esfuerzo que este país viene haciendo en todos los ámbitos de la convivencia diaria. Mi experiencia en China, ha sido el resultado de cuatro visitas en 2015, 2017, 2018 y 2023 a ciudades como Beijing, Tianjin, Xi’an, Chengdu, Shanghai y ahora Qingdao. Como ciudadano extranjero, proveniente de América Latina –una región con muchísimos problemas y que tiene mucho que aprender de China–, he notado los cambios positivos orientados al cuidado del ambiente, tema éste que no sin razones, despierta sensibilidades a nivel global. Pero también, he podido ser partícipe de grandes logros en las áreas de los servicios públicos, de sus modernos sistemas de transporte y vías de comunicación, del innegociable buen trato al ciudadano o de la limpieza y embellecimiento de sus espacios. La China de hoy, nos muestra un rostro moderno, pleno de comodidades y calidad de vida, y aun así, no está exenta de dificultades ¿quién no las tiene en el mundo de hoy?
Desde el 29 de junio hasta el 4 de julio, fuimos testigos del tercer Diálogo sobre Intercambios y Aprendizaje Mutuo entre Civilizaciones y de la primera Conferencia del Centro Mundial de Sinólogos, cónclaves estos que lograron reunir a intelectuales, académicos y personalidades de los cinco continentes, con fines diversos. En primer lugar, impulsar mecanismos de discusión sana para el reconocimiento y entendimiento en un mundo que no termina de superar los conflictos azuzados por razones étnicas-culturales, políticas, económicas, sociales, entre otros. Con el nuevo milenio, muchos auguraron que la comunidad internacional dejaría atrás las viejas rencillas que habían manchado de sangre y sufrimiento a pueblos enteros de distintas latitudes. Sin embargo, la historia reciente nos viene mostrando un panorama conflictivo, pleno de unilateralismos, extasiado de una lógica excluyente y racista, males todos estos que de no atenderse podrían poner en serio peligro a la especie humana.
La apuesta en Beijing estuvo dirigida a crear las bases que permitan sostener en el tiempo propuestas de valores para la paz, la solidaridad, la libertad y la democracia; en definitiva, fue un espacio real, tangible, pleno de sonrisas multicolores de los invitados internacionales, una demostración clara en la que pese a las diferencias étnicas, idiomáticas, religiosas, es decir, culturales, el objetivo siguió siendo el mismo: demostrar que la unidad en la diversidad es posible.
En segundo lugar, cálido y no menos gratificante fue la primera Conferencia del Centro Mundial de Sinólogos, auspiciada por el Centro Mundial de Sinología (WSC, por sus siglas en inglés) de la Universidad de Lenguas y Culturas de Beijing (BLCU, por sus siglas en inglés). Propicia y en un clima benigno para los intercambios académicos de alto nivel, la conferencia permitió dar cuenta del estado actual de la sinología a nivel internacional. Áreas recientes de investigación, publicaciones, enseñanza del idioma chino, panorama general de la sinología en los países asistentes, son apenas algunos de los tantos temas que fueron expuestos en las plenarias programadas.
Más que positivo ha sido el balance de estas dos actividades, en conocimientos e intercambios, y en nuevos derroteros para el futuro inmediato. Tan relevantes fueron, que el propio presidente Xi Jinping envió una carta de salutación para quienes vinimos a China desde otros países y regiones, lo cual nos enorgullece por el valor que representa que un jefe de Estado se haya pronunciado a favor del afianzamiento de los lazos de amistad y cooperación académica y cultural, en el marco de la reciente Iniciativa de la Civilización Global. También, la ceremonia de inauguración, contó con la presencia del vicepresidente de China, Han Zheng, quien subrayó la importancia de estos encuentros y la disposición de apoyarlos, desde el Gobierno central, para beneficio del entendimiento mutuo.
Finalmente, mi retorno a China también significó una breve estancia en la adorable ciudad de Qingdao, provincia de Shandong. En esta ciudad costera, se encuentra la sede del WSC, institución académica que me honró con una invitación a visitarle y a trabajar por espacio de quince días, en unas instalaciones de primera línea, y con un personal profesional humilde, gentil, atento y amoroso. Se sumó a ello, visitas guiadas a importantes lugares turísticos, como por ejemplo, la montaña Laoshan, sagrada para el taoísmo, o a los distintos museos que dan cuenta de la vida cultural y cosmopolita de Qingdao, de sus intelectuales y artistas, así como de las influencias que en otros momentos de su historia, recibió de culturas foráneas.
Qingdao luce hermosa, moderna, privilegiada en las costas de la China pujante del siglo XXI, un destino obligado para quienes deseen conocer otra faceta de este país asiático. Para definirla, me atrevo a usar breves palabras: una comarca laboriosa y encantadora. Caminar y conocer sus calles o avenidas, sus barrios emblemáticos, sus destinos turísticos o los más escondidos callejones, nos permiten concluir que no hay lugar para la desmemoria. Gracias al WSC, gracias a la BLCU y gracias a Qingdao por hacer que mi retorno a China haya sido, como nunca antes, maravilloso e inolvidable.
* Norbert Molina-Medina es director del Centro de Estudios de África y Asia (CEAA) de la Universidad de Los Andes (ULA), Mérida-Venezuela y secretario general de la Asociación Venezolana de Estudios sobre China (AVECH), adscrita al CEAA.