Cristóbal Mínguez realiza un tratamiento de ventosas a un paciente.
"Todo comenzó por un ʻ¡Sí, quiero!ʼ”, señala Cristóbal Mínguez, oriundo del País Vasco, España, a propósito de su primer acercamiento con China. Transcurría el año 2005 cuando un amigo le preguntó si se animaba a viajar a China de vacaciones. Si bien fue una aventura corta, de apenas dos semanas, el país le dejó una profunda huella que se convertiría en el punto de inflexión no solo de su carrera, sino de su vida en general. “El último día, antes de regresar a España, aproveché para vaciar mi mochila de ropa usada y llenarla de muchos regalos”, rememora. “Pero lo que no sabía era que en ese saco venía algo más, y no eran solo regalos y ropa, sino también una semilla que acababa de empezar a germinar”.
De este modo, tan pronto llegó de vuelta a España, donde llevaba una vida tranquila y cómoda trabajando para el Grupo Danone, Mínguez se matriculó en el Instituto Confucio como estudiante de mandarín. “Me informé, me matriculé y a la semana comencé a estudiar chino”, puntualiza. Pese a que ya se había planteado dar un giro profesional, la decisión no estaba exenta de incertidumbre. “La pregunta era dejar mi trabajo en una prestigiosa multinacional, o dar el salto al abismo y dejarme llevar por una corazonada: el deseo de encontrar mi verdadero camino y vocación”.
Vuelta a la vida de estudiante
Cristóbal Mínguez dice que la medicina tradicional china fue como un “amor a primera vista”. Gracias a la influencia de su madre, quien es linfoterapeuta y está a cargo de un centro de terapias en España hace 40 años, el cuidado del cuerpo y la salud siempre estuvieron presentes en su vida. Sin embargo, la medicina tradicional china representaba algo distinto y que lo cautivó desde el primer instante. Por ello, decidió aventurarse y, armado de grandes ilusiones, aterrizó en China en 2007, un año antes de los Juegos Olímpicos de Beijing. Durante los primeros dos años, Cristóbal Mínguez se volcó de lleno al estudio del mandarín en la prestigiosa Universidad de Beijing, para luego continuar con sus estudios de pregrado desde 2009 a 2012 en la Universidad de Medicina Tradicional China, también en Beijing. Asimismo, gracias a sus habilidades lingüísticas y sus conocimientos, comenzó a trabajar para universidades de medicina tradicional china en todo el país, haciendo de traductor en prácticas clínicas para grupos extranjeros.
Al cabo de esta primera etapa, se vio enfrentado una vez más a otra disyuntiva que sería determinante en su vida. Mínguez había postulado a un máster en dos universidades, una en Tianjin y otra en Guangzhou, y había sido aceptado en ambas. “Una noche, a las 2 de la mañana, saqué un papel en blanco y empecé a escribir pros y contras. Hice la balanza y a las pocas horas ya había tomado la decisión, así que hice el equipaje –una maleta justo contenía todo–, llamé a un taxi y a las 7 de la mañana compré en el aeropuerto de Tianjin el billete de avión a Guangzhou”.
Para Mínguez, Guangzhou ofrecía la plataforma de práctica clínica más potente de toda China. “Mi objetivo era uno y claro: ser médico”, afirma. Según explica, Beijing, Tianjin y Nanjing están más abocadas a la investigación de la medicina tradicional china, mientras que Shanghai está más occidentalizada en su enfoque. En Guangzhou, en cambio, prevalece que sea funcional, a base de prueba y error. “Como la vida misma”, resume.
Durante el transcurso de su máster y más adelante su doctorado, Cristóbal Mínguez también colaboró estrechamente con diversas escuelas de medicina tradicional china tanto en España como en varios países de América Latina, como México, Brasil, Argentina y Chile, entre otros. Además, en 2014 dio un paso más al crear el primer programa a nivel mundial de prácticas hospitalarias en español con estancias de hasta un año, lo cual es algo inédito hasta la fecha.
Cristóbal Mínguez lleva 16 años radicado en China. Fotos cortesía del entrevistado
De médico ambulante a jefe de dos clínicas
A lo largo de su periplo en China, Cristóbal Mínguez ha cosechado muchos éxitos, pero siempre de la mano de una gran dedicación y esfuerzo. “Tengo un defecto: nunca digo que no a un reto interesante”, confiesa. Ese espíritu perseverante es precisamente el que le ha ido abriendo puertas en su carrera, desde sus inicios como médico ambulante hasta la actualidad, a la cabeza de dos reconocidas clínicas en Guangzhou. Todo comenzó cuando su cuñada lo llamó en busca de un tratamiento alternativo que le causara menos dolor a la hora de amamantar a su bebé recién nacido. De este modo, le empezó a hacer sesiones de acupuntura, que no solo sirvieron, sino que fueron el catalizador para que un número creciente de personas con diversos trastornos o dolencias lo empezara a llamar. “Así comenzó el boca a boca… y a la semana de comenzar como médico en China, ya tenía trabajo para meses”, explica.
Durante el primer tiempo, Mínguez prestaba servicios a domicilio, pero fue tal la demanda que decidió abrir una consulta en el living de su casa a falta de tiempo. Al poco andar, incluso esto fue insuficiente para atender a toda la gente que llegaba, por lo que abrió una clínica como tal. Hoy por hoy, dirige dos clínicas propias: una de 300 metros cuadrados, en una casa antigua que fue refaccionada por completo en el centro de la ciudad, y otra dentro de un hospital, donde se ofrecen servicios de rehabilitación deportiva a la comunidad. A la vez, menciona el médico español, colabora con un centro de alto rendimiento focalizado en la rehabilitación de jugadores de baloncesto de primera división.
En todos estos establecimientos, Mínguez y su equipo ofrecen diversos tratamientos, incluyendo alineamiento espinal, ejercicios específicos de estiramiento y movimientos funcionales con fines preventivos, entre otros. Además de todo ello, desarrolló una línea de tés probióticos con el fin de equilibrar el pH y la flora intestinal de los pacientes. El médico español declara que durante los últimos años de práctica clínica, ha visto miles de pacientes con desórdenes digestivos. “Estreñimiento, asma, tos, sensación de falta de oxígeno, procesos alérgicos e inflamatorios y un largo etcétera de síntomas tienen todos un denominador común: desórdenes digestivos”, indica. Según afirma, “somos lo que comemos”.
Aunque Cristóbal Mínguez se desempeña en un área que está profundamente arraigada en la historia y cultura del país –como es la medicina tradicional china–, nunca sintió que esto fuera un obstáculo. De hecho, cuenta que a los chinos “les fascina que un extranjero se interese por su cultura”. Por otro lado, todo lo que se ha propuesto lo ha conseguido. “No hay nada imposible, los límites los pones tú”, dice al respecto.
Cristóbal Mínguez nunca tuvo planeado quedarse en China, y mucho menos 16 años. Por ello, al consultarle sobre sus planes futuros, no descarta vivir en otro lugar del mundo donde pueda continuar desarrollándose como profesional, pero prefiere esperar a ver qué le depara el destino. De momento, sus esfuerzos siguen abocados a la mejora de la calidad de vida de las personas, así como al equilibrio entre la mente y el cuerpo, tal como lo plantearon los chinos hace miles de años en la antigüedad.