Mi nombre es Zhang Weili. Soy de China. No lo olviden”. Será difícil que eso ocurra, que ese trío de sílabas al que responde desde hace tres décadas caiga tristemente en los extravíos de la memoria de sus contemporáneos y no solo de su millonaria legión de seguidores en la nación más poblada del mundo, pues tampoco debe ser víctima del olvido ni en aquel lugar recóndito del globo terráqueo en el que las artes marciales mixtas (MMA, por mixed martial arts) despierten un mínimo de entusiasmo.
Porque el espectacular triunfo de Zhang en la pelea estelar del evento que la Ultimate Fighting Championship (UFC) promovió en la sureña ciudad china de Shenzhen es uno de esos instantes indudablemente memorables, de esos que para siempre quedan grabados en la retina de los aficionados regulares u ocasionales de un deporte en el que el nocaut es el momento culminante.
La sabiduría popular no se equivoca: “Lo bueno, si breve, dos veces bueno”. Solo 42 segundos bastaron a la oriunda de Hebei para pulverizar a la brasileña Jessica “Bate Estaca” Andrade, favorita en todas las apuestas y defensora del título paja de la principal organización promotora de las MMA en el planeta. Un instante fugaz que comenzó con un recto de derecha a la mandíbula de la hasta entonces campeona que la estremeció hasta el alma, seguido de una andanada de codazos y rodillazos que la obligó a replegarse antes de desplomarse sobre el encerado.
En medio de un coliseo convertido en un manicomio y tras el anuncio oficial de su victoria (TKO), la apodada Magnum hizo historia convirtiéndose en la primera peleadora de China, sin distinción de sexo, que ostenta un cinturón de la UFC.
7 de agosto de 2019. Zhang Weili en un entrenamiento en Beijing.
Inicio incierto, ascenso vertiginoso
Por más de una década la UFC, que este almanaque cumple un cuarto de siglo de su primer evento, ha buscado desesperadamente una estrella china, un atleta que pueda convertirse en una suerte de mechero que prenda la llama de la pasión por este deporte en un país con potencialidades únicas; un Yao Ming de los octágonos, emulando al gigante que fuera –y es– sinónimo del baloncesto de la NBA en su superpoblada nación.
Zhang Weili se había estrenado en la UFC proveniente de la promotora china Kulun Fight. Su récord previo, de 16 victorias consecutivas y un solitario revés en su primera pelea profesional, despertó lógicas sospechas entre todos aquellos (incluido quien firma estas líneas) cansados de ser testigos de atletas que inflan sus currículums en los deportes de combate para luego sufrir debacles monumentales llegada la primera prueba de fuego. Pero la china no era ningún fraude, y eslabonando otros tres triunfos, con un par de contendientes de respeto en la división paja entre sus víctimas (Tecia Torres y Jessica Aguilar), se ganó el derecho a convertirse en retadora de Jessica Andrade, dueña del título de la categoría.
Aun así, a muchos aficionados y expertos se les antojaba demasiado premio para tan discreto palmarés o, en palabras menos diplomáticas, un burdo plan de la entidad con sede en Las Vegas para robarse los reflectores en su sexta escala en suelo chino (tercera en la parte continental –Shanghai y Beijing–, más 3 en Macao) colocando a la favorita de casa en el lugar privilegiado de la marquesina, a sabiendas de que parecía la clásica carne de cañón. Sin demeritar sus virtudes, nadie fuera de su círculo más cercano le otorgaba oportunidades ante la brasileña, una valquiria curtida como pocas en el empleo con fines devastadores de los guantes de 4 onzas.
Por la vía del cloroformo, a expensas de la estadounidense Rose Namajunas (UFC 237), se había apropiado Andrade del cinturón de campeona de los 52 kg en mayo de este año. Fue aquella su victoria número 11 en la UFC, un récord femenino que comparte con su coterránea Amanda Nunes. La confianza con la que la sudamericana afrontaba el duelo, confesando su aspiración a corto plazo de ascender de peso y retar a la dueña del cetro mosca (125 libras), la kirguisa Valentina Shevchenko, para convertirse en la sexta campeona de la UFC en dos divisiones, no hacía pensar en otra cosa que en una reválida a punto de consumarse.
Pero a manos de Zhang “Magnum” Weili (20-1 MMA, 4-0 UFC), Andrade (20-7 MMA, 11-5 UFC) recibió un baño de humildad, –para ser más exactos– una soberana paliza que con toda certeza servirá de guion a sus peores pesadillas.
31 de agosto de 2019. Zhang Weili celebra su triunfo en la UFC en Shenzhen, provincia de Guangdong. Fotos de VCG
Nuevos retos para la campeona china
Sería apresurado afirmar que ha comenzado la era Zhang, en la que apilará defensas exitosas al estilo del brasileño Anderson Silva, el canadiense Georges St-Pierre o los estadounidenses Matt Hughes y Jon Jones.
Pero hay varios argumentos a favor de la campeona china que son innegables. El primero de todos, que pese a ser una atleta de edad relativamente avanzada, se inició en este brutal deporte hace poco más de un lustro (noviembre de 2013) con aquella derrota (decisión unánime) ante su paisana Meng Bo, la única en su palmarés, y no ha recibido un castigo notable en ninguna de sus trifulcas, lo cual favorece la longevidad del peleador.
El futuro se perfila promisorio y todo indica que será Estados Unidos el escenario del pleito en el que se estrene arriesgando el cinturón a principios de 2020. Las posibles rivales: la mencionada Namajunas, la también estadounidense Tatiana Suarez o la ganadora del venidero choque entre Michelle Waterson y la polaca Joanna Jedrzejczyk.
Un triunfo en tierras norteñas la colocaría a las puertas de su retorno a China y una velada sin parangón en la historia de la UFC. Sea cual sea el desenlace de esta historia –que China Hoy seguirá de cerca–, podemos ya responder afirmativamente a la petición de la campeona y concluir que nunca más Zhang Weili será en este mundo de las artes marciales mixtas otra fulana de tal.
*Jorge Ramírez Calzadilla es un periodista cubano que reside en Beijing y ha colaborado con publicaciones y medios audiovisuales nacionales y extranjeros por más de una década.