Las actuaciones que flirtean con la perfección en el mundo del deporte, que colocan a un atleta o equipo a una distancia sideral de sus contrincantes, suelen provocar entre aficionados y entendidos sentimientos contrapuestos.
Por un lado, tanto imparciales como detractores –por regla general– terminan rindiéndose a la maestría del triunfador, a su fortaleza física y mental, cualidades casi sobrehumanas que empequeñecen al resto. Pero también generan estas disertaciones de poderío un lógico celo entre aquellos que ven la competitividad como un factor esencial para el espectáculo y, obviamente, en el bando opuesto, cierto hastío, cansados de perder el partido sin tocar el balón, de afrontar la contienda aspirando al segundo puesto.
No hemos sido habituales testigos de un dominio como el que establecieron en el momento cumbre de sus carreras atletas de la talla del ciclista Eddy Merckx, la gimnasta Larisa Latynina, el boxeador Julio César Chávez, la tenista Steffi Graf, Michael Jordan y sus Chicago Bulls, el golfista Tiger Woods, el jugador de bádminton Lin Dan, el Fútbol Club Barcelona dirigido por Pep Guardiola, el esprínter Usain Bolt, los New England Patriots de Tom Brady o, acercándonos a las piscinas y el tema que nos ocupa, la superioridad incontestable exhibida por el nadador Michael Phelps a lo largo de tres lustros.
No debería verse con frecuencia, por la buena salud de esas emociones que regala la reñida competencia, una hegemonía como la que implantaron aquellos en sus tiempos de más gloria; similar supremacía a esa de la que fueron víctimas los oponentes de los clavadistas chinos en el último Mundial de Natación celebrado en Gwangju (12 al 28 de julio).
Esta suerte de dictadura deportiva instaurada en las piscinas por los representantes del gigante asiático es, sin embargo, harina de otro costal. Aunque no han faltado nombres ilustres como Wu Minxia, Guo Jingjing, Fu Mingxia o Ni Xiong, no es deudora tanto de individualidades como del inmenso talento de una cantera en constante renovación de la que germinan equipos sin fisuras. Los triunfos, como resultado, se han ido eslabonando de manera ininterrumpida.
Lu Wei y Zhang Jiaqi (al centro) ganan la medalla de oro en la prueba de plataforma de 10 metros.
Gwangju 2019: 12 oros en clavados para China
Entre vítores, murmullos de admiración y alguna que otra mirada de resignación, se sucedieron los saltos de los clavadistas chinos en el Centro Acuático Municipal de la Universidad de Nambu, en la suroccidental ciudad surcoreana de Gwangju. Sus presentaciones se contaron por victorias desde la primera final (13 de julio); cada despegue de la plataforma o del trampolín, ya fuera individual o sincronizado, suponía, tras las contorsiones y giros acompasados de una altísima complejidad, entradas al agua con precisión quirúrgica y una puntuación que acariciaba el 10 como mínimo.
Si Yajie y Lian Junjie abrieron el sendero triunfal, un metal dorado en el evento sincronizado mixto desde 10 metros que sirvió de antesala a una decena de preseas áureas al cuello de Chen Yiwen (trampolín, 1 m, mujeres), Cao Yuan y Xie Siyi (trampolín, 3 m, sincronizado, hombres), Wang Zongyuan (trampolín, 1 m, hombres), Lu Wei y Zhang Jiaqi (plataforma, 10 m, sincronizado, mujeres), Shi Tingmao y Wang Han (trampolín, 3 m, sincronizado, mujeres), Cao Yuan y Chen Aisen (plataforma, 10 m, sincronizado, hombres), Lin Shan y Yang Jian (equipos), Chen Yuxi (plataforma, 10 m, mujeres), Xie Siyi (trampolín, 3 m, hombres) y Shi Tingmao (trampolín, 3 m, mujeres).
Prueba de este dominio abrumador, por si hicieran falta más, fue el uno-dos logrado en los cuatro eventos individuales olímpicos (trampolín de 3 m y plataforma de 10 m de ambos sexos), o el hecho de que a Gwangju no hiciera el viaje la campeona de la plataforma en la cita estival de Río de Janeiro, Ren Qian (oro olímpico con 15 años), y que un par de adolescentes con apenas 13 primaveras, Chen Yuxi y Lu Wei, se repartieran los lauros rememorando la precocidad de la legendaria Fu Mingxia (ganadora de su primer campeonato mundial en Perth 1991 con 12 años y del primero olímpico, con 13, en Barcelona 1992).
Mención aparte merece Shi Tingmao, quien se unió a Guo Jingjing en el selecto club de las únicas mujeres con tres títulos mundialistas consecutivos en una prueba individual de clavados.
La barrida absoluta quedó trunca en la fecha del adiós (20 de julio), pero por una decisión estratégica de los entrenadores chinos que algunos habrán interpretado más como un gesto magnánimo. Yang Hao debía intervenir en ambos eventos ese día, como pareja de Chang Yani, primero, en los saltos sincronizados mixtos en el trampolín de 3 metros, y, después, en la plataforma para hombres. Con el fin de reservarlo para este último reto, no se lanzó al agua en el de duetos y la dupla australiana de Matthew Carter y Maddison Keeney aprovechó la oportunidad para agenciarse el primer escaño del podio.
Yang Hao finalizó segundo en la plataforma, en una competición en la que él y su coterráneo Yang Jian quedaron a años luz del resto.
Las 12 doradas de los clavados (12-4-1) catapultaron a la delegación china (16-11-3) a la cima del medallero por naciones superando a la gran superpotencia Estados Unidos (15-11-10), que lo ha copado en 13 de las 18 ediciones. Es la tercera ocasión en la historia de los Mundiales de Natación (comprenden natación, aguas abiertas, clavados, saltos de gran altura, waterpolo y natación artística) que el gigante asiático lidera esta tabla después de Roma 1994 y Kazán 2015 (en los últimos seis campeonatos, China ha sido 4 veces segunda).
Aunque Shanghai 2011 se mantiene para los clavadistas como la única actuación perfecta (10 de 10) hasta la fecha, la de Gwangju 2019 ha reunido suficientes argumentos para ser calificada como la mejor de todos los tiempos. La incuestionable autoridad de los saltadores chinos en estas lides se traduce ahora en 95 doradas, 54 plateadas y 26 bronceadas (175); Rusia, su más inmediato perseguidor, acumula 16 oros (16-27-23).
La meta en
Chen Yuxi, campeona de plataforma de 10 metros, en la competición. Fotos de VCG
Tokio 2020: ¡8 de 8!
Para nadie será un secreto la meta con la que los clavadistas chinos aterrizarán en la capital de Japón el próximo verano. Tras coquetear con la actuación perfecta en Beijing 2008 y Río 2016 ganando 7 de 8 (las 4 pruebas sincronizadas debutaron en Atenas 2004), barrer con todos los títulos se presenta como una ambición realista.
Más complicado que vaticinar un éxito rotundo de los saltadores del gigante asiático en la piscina tokiota será acertar en el pronóstico de los nombres que representarán al país, un listado en el que no tienen nada garantizado los recientes medallistas en Gwangju.
Cualquiera que sea el botín que traigan a casa –6, 7 u 8–, lo que desde ya podemos adelantar es que China continuará achicando la brecha que la separa de Estados Unidos en el total histórico de oros olímpicos, una diferencia que actualmente es de solo 9 (49 vs. 40). Lo asombroso es que, mientras los asiáticos acumulan únicamente 9 incursiones olímpicas, desde Los Ángeles 1984, los norteamericanos suman 25, pues solo se han ausentado de Moscú 1980. Otro vaticinio poco osado es que en Tokio, con cada magistral rutina, cada sublime entrada al agua, volverán a despertar esas sensaciones encontradas entre expertos y aficionados.
*Jorge Ramírez Calzadilla es un periodista cubano que reside en Beijing y ha colaborado con publicaciones y medios audiovisuales nacionales y extranjeros por más de una década.