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Rosas de Acero que no se marchitan

Source: Author:JORGE RAMÍREZ CALZADILLA*
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A la pregunta de cómo marcha el fútbol en China, muchos en la nación más poblada del planeta contestarán sin pestañear: “¡Mal!” o “¡De mal en peor!”. Sin embargo, esa casi invariable respuesta alude a la situación por la que atraviesa la selección nacional masculina, incapaz de clasificarse para un Mundial desde 2002, cuando los vecinos Japón y Corea del Sur fueron coorganizadores, y para unos Juegos Olímpicos de Verano desde que su condición de anfitriona le garantizó el billete a Beijing 2008.

 

Aunque tiene mucho de cierto cuando se refiere al equipo varonil, ese negativismo encierra una percepción fragmentada de la verdad. En algunos casos esto es causa del desconocimiento que genera la realidad a retazos que encuadran los medios de comunicación, a menudo excesivamente centrados en los fracasos del equipo varonil, pero también como consecuencia de un machismo que, de manera solapada, carcome la conciencia de quienes olvidan que hay contados deportes que no practiquen las mujeres y, no obstante, se apresuran a afirmar “¡Mal!” obviando los resultados de ellas.

 

7 de junio de 2019. El equipo chino agradece el apoyo de los espectadores después del partido contra España en el Mundial de Fútbol Francia 2019. VCG

 

Francia 2019: un Mundial discreto para China

 

Una plantilla con un claro referente de juego viajó en representación del gigante asiático a la octava edición de los Mundiales Femeninos de la FIFA, Francia 2019 (7 de junio al 7 de julio). Alrededor de Wang Shuang (24 años), mediocampista del todopoderoso Paris Saint-Germain y Mejor Futbolista de Asia de 2018, debía gravitar una nómina mezcla de veteranas y jóvenes figuras provenientes todas de la Superliga Femenina de Fútbol de China, un campeonato profesional que efectúa este almanaque tan solo su quinta edición con el actual formato, heredero de un torneo que organizó la federación con limitados recursos durante 18 años.

 

En la versatilidad de Wang, capaz de desempeñarse como volante de creación, media punta, falso 9 o como la clásica delantera centro, cifraba el entrenador Jia Xiuquan las opciones de gol de un equipo que, como se apreció desde el difícil debut ante Alemania, salió a las canchas galas a practicar un fútbol ordenado, en bloque compacto; a defenderse con uñas y dientes.

 

Tal hermeticidad defensiva casi funciona a la perfección frente a las teutonas, bicampeonas del mundo, contra las que cayeron por un cerrado 1-0 (Giulia Gwinn, 66’). Impecable sí estuvo el once chino en los otros dos duelos de la fase de grupos: triunfo ante Sudáfrica (Li Ying, 40’) y empate con España, pero en ambos casos careció de profundidad, con una Wang a la que costaba asociarse con las delanteras de turno Li Ying o Wang Shanshan.

 

Y esa falta de verticalidad supuso la eliminación de China en el cruce de octavos contra una Italia resoluta, a la que el partido se le puso muy de cara con un tempranero gol (Valentina Giacinti, 15’) y que, cuando las asiáticas coqueteaban con la nivelación, supo dictar sentencia (Aurora Galli, 49’).

 

En Montpellier se acabó para China un certamen cuatrienal que será recordado por la reválida de Estados Unidos ante una selección de Países Bajos que disputó su primera final y es ya miembro indiscutible de la crème de la crème.

 

Se trató del resultado más discreto de las Rosas de Acero en siete incursiones mundialistas (no se clasificaron para Alemania 2011), inferior a los cuartos de Canadá 2015, en su retorno a los Mundiales, la misma instancia que alcanzaron en tres oportunidades previas (China 1991 y 2007; Estados Unidos 2003).

 

Sería injusto, aunque tentador, establecer comparaciones entre esta generación de jugadoras y aquella dorada de los 90 que fue cuarta en Noruega 1995 y subcampeona en Estados Unidos 1999, logros que se suman a la plata olímpica en el estreno del fútbol femenino en juegos estivales en Atlanta 1996 y a los 7 títulos continentales entre 1986 y 1999.

 

No existía entonces en el balompié femenil la paridad que hoy impera y, además, contaba aquella hornada de futbolistas con el talento irrepetible de Sun Wen, no en balde elegida Mejor Futbolista del Siglo XX, ganadora también del Balón y la Bota de Oro en el Mundial del 99. Será harto improbable disponer cada década de una atleta de su estirpe y de un grupo que incluyó nada menos que a ¡7! de sus medallistas de plata en el once ideal de la justa mundialista que cerró la centuria.

 

Un retorno a la cúspide viable

 

Coincide el autor de estas líneas con quienes argumentan que la fórmula para un regreso de las Rosas de Acero a la cúspide del fútbol femenino a nivel global no debe encontrarse en ultramar: contratando entrenadores foráneos. Semejante experimento no arrojó cambios sustanciales ni con las efímeras designaciones de la sueca Marika Domanski-Lyfors (2007) o la francesa Elisabeth Loisel (2007-2008), ni más tarde con otro timonel galo, Bruno Bini, o con el islandés Sigurour “Siggi” Ragnar Eyjolfsson.

 

Fue con un chino en el banquillo, el ya retirado Ma Yuan’an, que se acarició la gloria en los 90, y hoy, bajo las riendas de un estratega made in China, Jia Xiuquan, el seleccionado no desluce tácticamente, aunque le falte pólvora para perforar las porterías contrarias. Un voto de confianza a Jia podría verse recompensado el verano en Tokio 2020.

 

La clave del éxito, más adelante, radicará en continuar potenciando la masividad en un país con una envidiable cantera; en impulsar el desarrollo de la Superliga China Femenina tanto en el aspecto organizativo como en el competitivo, cultivando el talento nacional, pero sin renunciar a la llegada de estrellas extranjeras; eso y una mayor remuneración de las futbolistas nacionales según su rendimiento, que se equipare con la que reciben los caballeros. Porque China adolece de una enfermedad extendida allende los mares: la indigna brecha salarial entre mujeres y hombres, de hecho, uno de los temas más debatidos a lo largo del Mundial Francia 2019.

 

Baste mirar, para colmo de absurdos, el premio en metálico que reparte la FIFA en estas fiestas cuatrienales del balompié: mientras en suelo galo se distribuyeron entre las selecciones femeninas 30 millones de dólares, de los cuales 4 fueron a las arcas de las campeonas estadounidenses, un año antes, en Rusia 2018, la escuadra francesa que alcanzó el título se embolsó ¡38! de los ¡400! millones de dólares en estímulos para los equipos participantes.

 

La desigualdad es alarmante (síndrome del flagelo machista referido al inicio). China, reconocida potencia deportiva, podría con su ejemplo sentar las pautas para un drástico cambio global, un progreso que con certeza realzará la calidad de juego de unas Rosas de Acero que florecerán como en sus primaveras más felices.

 

 
 
*Jorge Ramírez Calzadilla es un periodista cubano que reside en Beijing y ha colaborado con publicaciones y medios audiovisuales nacionales y extranjeros por más de una década.

 

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