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Lin Dan, de vuelta a su versión Súper

Source: Author:JORGE RAMÍREZ CALZADILLA*
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No nos engañemos. Muy pocos, incluidos sus más fervientes seguidores, imaginaron que, para los tiempos que corren, Lin Dan estaría todavía robándose titulares en la prensa deportiva; ni tan siquiera empuñando la raqueta.

 

Si algo sensato podía vaticinarse después de que el mejor jugador de bádminton de todos los tiempos se fuera sin medallas en los Juegos Olímpicos de Verano Río 2016 era que por estos días estaría integrando el colectivo técnico del equipo nacional y recibiendo agasajos de jubilado exitoso, esos galardones que distinguen los logros de una carrera legendaria a ojos del público, pero que, para el homenajeado, representan un reconocimiento social unido a un crudo recordatorio de la inevitable verdad que a todos los mortales toca afrontar: la juventud no es eterna, y aún más finita es la gloria en la arena deportiva.

 

El propio autor de este artículo, de habérsele preguntado a raíz de aquella cita estival en la urbe brasileña de qué versarían unas líneas sobre Li Dan en 2019 para China Hoy, hubiera respondido con absoluta convicción que serían un intento de epitafio en prosa, un acercamiento conjugado en pretérito a quien dominó con mano de hierro por más de una década su deporte, ganó todos los títulos posibles y se marchó dejando una retahíla de récords que nadie podrá igualar.

 

Pero no, de Súper Dan aún debemos hablar en presente, y aunque su pasado reciente, un 2018 con demasiadas eliminaciones en primera ronda, habría servido de argumento a los que le imploraban que colgase de una vez la raqueta, el calendario que transita ha dado la razón al chino, camino a su cumpleaños 36 y obsesionado con retornar a planos estelares y recuperar el trono olímpico antes de anunciar el definitivo “¡No más!”.

 

 Lin Dan en un partido del Abierto de Malasia 2019.

 

Una carrera digna de su apodo

 

Ninguno de los nueve grandes títulos que se disputan en el bádminton ha podido resistirse al talento de Lin Dan, quien ya cumplidas 28 primaveras los atesoraba todos en sus vitrinas, una proeza jamás emulada por otro jugador en los 120 años de historia de este deporte. En su extenso palmarés, que inauguró con un triunfo en la final del Abierto de Corea del ya lejano almanaque 2002, se cuentan dos oros en citas estivales (Beijing 2008 y Londres 2012), cinco en Mundiales (2006, 2007, 2009, 2011 y 2013), uno en las Finales de las Superseries de Maestros y múltiples victorias en All England Opens (6), Copas del Mundo (2), Copas Sudirman (5), Thomas Cups (6), Juegos Asiáticos (5) y Campeonatos de Asia (4).

 

Y no solo su encomiable hoja de servicios, la longevidad que Súper Dan ha alcanzado como atleta es igualmente un logro reservado para unas pocas estrellas, dada la imposibilidad que supone mantener esa excelsa maestría por un período de tiempo prolongado. Para ilustrarla de manera elocuente está precisamente Viktor Axelsen, su verdugo en el partido por la medalla de bronce en Río 2016. Cuando Lin se adueñó del número uno del escalafón del planeta por primera vez, en febrero de 2004, el danés acababa de cumplir 10 años y mucho faltaba para que llegara a medir un metro y 94 centímetros, se erigiera en casi un héroe nacional o pudiera hablar inglés y chino con la misma soltura que su idioma natal.

 

El propio Axelsen mostró su incredulidad minutos antes de recibir el metal bronceado en la urbe carioca, al afirmar que de niño admiraba a Lin Dan y que entonces pensó que su ídolo ya se habría retirado para cuando él se convirtiera en un jugador de la élite.

 

El mérito de Lin que hace un mes conquistó el Abierto de Malasia 2019, su primer título individual en el circuito desde que venciera justamente en esa sede de Kuala Lumpur en 2017, es todavía mayor si tomamos en consideración el deporte en cuestión y uno de sus sellos distintivos: el supersónico volante.

 

El bádminton exige a los atletas desplazamientos con gran agilidad, y constantes cambios de ritmo y dirección sobre una cancha sintética de unos 70 metros cuadrados, para pegarle a un volante que no en balde se asemeja a un proyectil.

 

Llamado también pluma, un nombre que a simple vista genera una suerte de disonancia cognitiva al reparar en la relampagueante velocidad que alcanza, el volante es el objeto más rápido en el mundo del deporte… y por amplio margen. En situaciones experimentales y con ayuda de las modernas raquetas actuales, se ha registrado un máximo de 493 kilómetros por hora en su trayectoria tras un remate, mientras que el récord en competiciones oficiales es de 417. En contraste, la pelota de golf, segunda en este ranking, puede volar a unos 339 km/h; la de cesta punta, en pelota vasca, 302; la de squash, 281, y la de tenis, 263; todas distantes en rapidez de la paradójicamente bautizada como pluma.

 

Esta peculiaridad, la necesidad de poseer destreza de guepardo y ojos de águila, explica el porqué, al arribar a la segunda mitad de los 20, la mayoría de los jugadores comienza a experimentar un lógico declive en su rendimiento que obliga a decir adiós a una edad promedio de 30 años. Lin, que rebasa los 35, es una de las excepciones del bádminton, un atleta que, para los conocedores del deporte, a la hora del resumen podría engrosar una selecta lista que reúne nombres de la talla de George Foreman (boxeo), Jack Nicklaus (golf), Kareem Abdul-Jabbar (baloncesto), Dara Torres (natación), Martina Navratilova (tenis) o Tom Brady (fútbol americano), capaces todos de brillar desafiando los achaques de la veteranía.
Lin Dan, a sus 35 años, volvió a coronarse en Kuala Lumpur.

 

 

Tokio 2020: casi una obsesión

 

El final, por más que intente dilatarlo, está muy cerca. Lin Dan lo sabe mejor que nadie, porque resulta evidente que ya no doblega con la contundencia de antaño a sus contrincantes, ya sean sus paisanos Shi Yuqi y Chen Long o los foráneos, como Axelsen, el japonés Kento Momota, el surcoreano Son Wan-ho, el indio Kidambi Srikath y el indonesio Jonatan Christie. Cada vez, sin embargo, parece más obvio que su mente visualiza una despedida de ensueño, un happy end hollywoodense para concluir su epopeya: un tercer oro olímpico, viable si consigue repetir el rendimiento que mostró en la capital malasia a inicios de abril.

 

Solo así, y con una cuota decente de suerte, el oriundo de Fujian se alzará con el triunfo en los Juegos de la XXXII Olimpiada en Tokio, en el verano de 2020. De momento, no cabe en estas páginas de China Hoy, deportivamente hablando, ni obituario ni aviso fúnebre con su nombre, más bien una oda inconclusa.

 

Los que pronosticamos en agosto de 2016 el icario desplome y consecuente retiro del emperador del bádminton, nos adelantamos a los hechos creyendo que el tiempo pasaría factura al chino como a cualquier otro ser humano. Pero Súper Dan no es un terrícola ordinario y para exponernos a un mayor ridículo, cabe la posibilidad de que gane una medalla en las canchas tokiotas. Una presea del color que sea podría calificarse de actuación muy plausible; él –no hay que ser adivino para afirmarlo– piensa únicamente en la dorada.

 

 
 
*Jorge Ramírez Calzadilla es un periodista cubano que reside en Beijing. Ha colaborado con publicaciones y medios audiovisuales nacionales y extranjeros por más de una década.

 

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