Zou Jingyuan durante la final de barras paralelas en el Campeonato Mundial de Gimnasia Artística 2018 en Doha, Catar.
Un mundial de confirmaciones. Así podría etiquetarse, haciendo honor a la brevedad, la cuadragésima octava edición del campeonato mundial de gimnasia artística, un evento que desde inicios de este siglo se celebra anualmente, excepto en los calendarios olímpicos, y que figurará en los libros de récords tanto en lo deportivo como en lo organizativo.
Del 25 de octubre al 3 de noviembre, Doha, capital de Catar, se convirtió en la primera ciudad del Medio Oriente en acoger el certamen de mayor relevancia en este deporte, después de los Juegos Olímpicos de Verano. La designación de esta sede no respondió a un capricho de la Federación Internacional de Gimnasia (FIG), considerando que las autoridades cataríes calientan motores de cara a la magna cita del fútbol en 2022.
El capitalino Aspire Dome, la instalación multideportiva techada más grande del planeta y diseñado por el renombrado arquitecto francés Roger Taillibert, fue escenario del regreso triunfal a la competición de una de las más grandes gimnastas de todos los tiempos, la estadounidense Simone Biles, y de un cambio en la correlación de fuerzas entre las potencias masculinas: en ausencia de la mejor versión del japonés Kohei Uchimura –de vuelta tras una grave lesión en Montreal 2017–, el principal rival de China fue el equipo de Rusia y no el de Japón.
Liu Tingting da la sorpresa
En suelo catarí, la estadounidense Biles atrajo todas las miradas al subir al podio en todos los ejercicios, algo que ninguna gimnasta había podido lograr desde que la soviética Yelena Shushunova lo hiciera en Róterdam 1987. Con una Biles imperial, la delegación de las barras y las estrellas acaparó el mayor número de premiaciones (4-2-3), superando a la de China (4-1-1).
El pleno de victorias de Biles en Doha fue impedido por la belga Nina Derwael, su verdugo en las barras asimétricas, y la china Liu Tingting, en la viga de equilibrio (Biles fue tercera por detrás de la canadiense Ana-Maria Padurariu). La adolescente cantonesa, de recién cumplidos 18 años, sorprendió a propios y extraños dominando este aparato y sumando su segunda medalla, después del bronce que se agenció como parte del equipo femenino chino, el cual, además de Liu, estuvo conformado por Chen Yile, Du Siyu, Liu Jinru, Luo Huan y Zhang Jin, un sexteto con un promedio de edad de solo 17 años.
Una de las grandes ausentes fue la china Fan Yilin (18 años), bicampeona mundial en las barras asimétricas (2015 y 2017). “Fan Fan”, como la conocen en su país, se perdió la mayor parte del calendario competitivo a inicios de este año y, a pesar de triunfar en su prueba en el Campeonato Nacional, no fue incluida en la selección que viajó a Catar. No todo está perdido en su afán de clasificarse para los Juegos Olímpicos de Tokio, aunque Fan –quien junto con la alemana Maxi Gnauck, la rumana Daniela Silivas y la rusa Svetlana Khorkina son las únicas gimnastas de la historia que han revalidado el título en este aparato– necesitará para ello ganar su especialidad en el ciclo 2018-2020 de las Copas del Mundo de la FIG.
3 de noviembre de 2018. Liu Tingting (centro) muestra la medalla de oro obtenida en la prueba de viga de equilibrio en Doha.
Una de cal y otra de arena
En el medallero conjunto, la comitiva china rubricó en Doha (4-1-1) su resultado más sobresaliente desde Tokio 2011 (4-5-3), mejorando las actuaciones de los últimos cuatro mundiales (Amberes 2013: 2-0-0; Nanning 2014: 3-3-1; Glasgow 2015: 2-2-4; y Montreal 2017: 3-1-2). Aunque lejos de su mejor desempeño en el total de medallas –justamente las 12 alcanzadas en la urbe tokiota, y de su tope mundialista, las 8 doradas conseguidas en la ciudad danesa de Aarhus en 2006–, los gimnastas del gigante asiático igualmente tuvieron su particular cita con la historia.
En una reñida contienda que puso a prueba la salud cardiovascular de aficionados, atletas y entrenadores por igual, los chinos (Xiao Ruoteng, Zou Jingyuan, Deng Shudi, Lan Xingyu, Lin Chaopan y Sun Wei) se impusieron al equipo ruso. El último competidor de la noche, Nikita Nagornyy, necesitaba en la barra fija una puntuación de 13,782 para dar la victoria a los suyos. Los jueces lo penalizaron por un error y sus 13,733 no bajaron de la cúspide a China (256,634), que batió a Rusia (256,585) y recuperó la corona que perdiera en Glasgow frente a Kohei Uchimura y Japón.
Aquejado de una lesión en el tobillo derecho, sufrida en un entrenamiento a inicios de octubre (aunque no tan grave como la del tobillo izquierdo que lo sacó de contienda en Montreal 2017), Uchimura no pudo aspirar a la hazaña de 7 títulos en la competición de la versatilidad. Y ante la baja forma del nipón, que vio trunca su racha dorada en el concurso completo un año antes (2010-2015), Xiao Ruoteng, en busca de la reválida, tuvo en el ruso Artur Dalaloyan a su principal oponente. Fue otro duelo China-Rusia de infarto: los dos concluyeron con exactamente 87,598, pero el gimnasta moscovita destronó al campeón en el desempate al contar con las cinco puntuaciones más altas entre ambos.
En el penúltimo día de competencias, Xiao (22 años) tuvo su desquite personal en el caballo con arcos, arruinando el tricampeonato del británico Max Whitlock en este aparato (2015 y 2017). Su oro individual fue el número 61 de los representantes masculinos de China en certámenes mundialistas, idéntica cifra a la que acumularon los gimnastas de la desaparecida Unión Soviética (61-46-31), líder histórica hasta entonces, como consecuencia de su supremacía entre Roma 1954 e Indianápolis 1991. Un día después, el sábado 3 de noviembre, Zou Jingyuan (20 años) rompería ese empate con su éxito en las paralelas, su segundo consecutivo tras el de Montreal, y dejaría a los chinos al frente de la clasificación de todos los tiempos (62-31-26).
En el ecuador del actual ciclo olímpico, la armada del gigante asiático confirmó su fortaleza como equipo, con algunas individualidades con talento suficiente para emular a estrellas del pasado reciente, como Li Xiaopeng y Chen Yibing. Todo apunta a que China llegará a la próxima cita mundialista, la 49.a edición a celebrarse en Stuttgart, con opciones de superar lo archivado en el pabellón catarí y, de paso, enviar una clara señal de aviso a sus contrincantes en Tokio 2020. Biles, Dalaloyan y compañía con certeza viajarán a la ciudad alemana con las mismas intenciones.
*Jorge Ramírez Calzadilla es un periodista cubano que reside en Beijing. Ha colaborado con publicaciones y medios audiovisuales nacionales y extranjeros por más de una década.