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De Lang Ping a Zhu Ting: una historia inconclusa

Source: Author:JORGE RAMÍREZ CALZADILLA*
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Cinco puntos de partido, en casi 8 minutos que parecieron eternos, necesitó China para coronarse por segunda ocasión en su historia en un Campeonato Mundial Femenino de Vóleibol. Cinco jugadoras pasaron por la línea de saque en las postrimerías de aquella final de Checoslovaquia 1986. Todas con el firme propósito de acabar minando la granítica tenacidad de un sexteto de Cuba comandado por Mireya Luis. Un certero contraataque finalizado por Jiang Ying dictó sentencia.

 

Culminaba así un lustro glorioso para el equipo nacional de vóleibol del gigante asiático. El monopolio de trofeos internacionales se tradujo en dos títulos en las Copas del Mundo (1981 y 1985), un par en Mundiales (Perú 1982 y Checoslovaquia 1986) y el oro olímpico en Los Ángeles 1984.

 

En las restantes ediciones de los tres torneos grandes en el siglo XX, las chinas no volverían a escalar a lo más alto del podio: los mejores resultados, 4 platas (en la Copa Mundial de 1991, los Mundiales de 1990 y 1998, y los JJ. OO. de Atlanta 1996), supondrían en todos los casos derrotas a manos del combinado cubano.

 

Lang Ping (der.) y Zhu Ting.

 

Retorno a planos estelares

 

La anhelada vendetta frente a las cubanas no se materializaría hasta la Copa Mundial de 2003, en la que una nueva generación de jugadoras chinas concluyó el torneo con un récord inmaculado, 11-0 (incluido un contundente 3-0 a expensas de las antillanas, entonces vigentes tricampeonas olímpicas).

 

Un plantel casi idéntico, con la pasadora y capitana Feng Kun y las rematadoras Zhao Ruirui y Zhang Ping, tomaría por asalto Atenas en 2004. En las semifinales de la capital griega, en uno de los partidos más memorables de los que se tengan registros en lides bajo los cinco aros, las asiáticas se impondrían nuevamente a Cuba en 5 parciales y reconquistarían la gloria olímpica veinte calendarios después.

 

Sin embargo, en Beijing 2008, la presión de jugar ante su público y un sexteto de Brasil (las eliminó en semis) se conjugaron para amargar la reválida a las anfitrionas. La medalla de bronce en casa marcó el inicio de otro ciclo olímpico de resultados discretos –para los estándares de las chinas– hasta el retorno al banquillo de Lang Ping, quien ya había fungido como entrenadora del elenco nacional de 1995 a 1998 (bronce en la Copa Mundial de 1995; plata en los JJ. OO. de 1996 y en el Mundial de 1998).

 

El regreso como estratega de la otrora capitana del equipo, coincidió con una nueva hornada de atletas liderada por Zhu Ting. La avezada preparadora comenzó en 2013 a ensamblar un elenco de futuro, muy balanceado, con Zhu asumiendo la mayor responsabilidad ofensiva –el mismo rol que en sus años mozos Lang desempeñara–; y tan solo un almanaque después de su nombramiento, China reclamaría su cuota de protagonismo en uno de los tres grandes torneos.

 

Las chinas progresaron hasta la última instancia del Mundial Italia 2014, en la que un mucho más experimentado equipo de Estados Unidos terminó (3-1) con su cuento de hadas. Era, de cualquier manera, eso, un relato ideal para un guion hollywoodense: la estrella del ayer, Lang Ping, la mujer apodada “Martillo de Hierro” por su carácter inquebrantable y la demoledora fuerza con que le pegaba al esférico, estaba al frente de un grupo al que sobraba talento para ostentar de nuevo la triple corona (Copa del Mundo, Mundial y Juegos Olímpicos).

 

El primer oro se concretó en la Copa del Mundo de 2015. China ganó en las canchas niponas su cuarto trofeo en esta competición. El verano siguiente, en Río de Janeiro, las chicas de Lang Ping se consagrarían en el escenario más exigente, los Juegos Olímpicos. Las chinas se reservaron su mejor versión para el momento crucial, los cruces, después de archivar un desempeño muy irregular en la fase de grupos y avanzar como cuartas de su llave. Brasil, invicta y en busca de su tercer éxito olímpico consecutivo (Beijing 2008 y Londres 2012), pagó los platos rotos. Con un 3-2 que puso a prueba la salud cardiovascular de los aficionados, dejaron en la cuneta a las locales en cuartos de final. Países Bajos, en semifinales, y Serbia, en la gran final (verdugos ambos de China en la etapa inicial), fueron los últimos obstáculos en el sendero hacia los metales áureos.

 

A China solo le quedaba una meta para completar el trío de entorchados, precisamente el título más esquivo para el sexteto asiático: el del Mundial.
El equipo chino en el Campeonato Mundial Femenino de Vóleibol 2018. Fotos de VCG

 

 

Un bronce con sabor agridulce

 

En “la tierra del sol naciente” aterrizaron Lang Ping y sus pupilas en los últimos días del pasado septiembre con un único objetivo: marcharse de la decimoctava edición mundialista, el 20 de octubre, con un trofeo que no se agenciaban desde 1986, cuando ninguna de las actuales jugadoras había nacido (la mayor, Yan Ni, tiene 31 años).

 

A las puertas de los cruces, las chinas presentaban un balance de 12-1. El solitario traspié (3-1) fue a manos de Italia, en un duelo que cerró la primera ronda y en el que tuvieron un pobre desempeño. Los emparejamientos de semifinales ofrecían la oportunidad del desquite ante las italianas. Serbia y Países Bajos rivalizaban por el otro lado del cuadro.

 

En la que para muchos fue una final adelantada, las discípulas de Davide Mazzanti volvieron a superar a las de Lang Ping. Fue una auténtica batalla campal, con un cuarto set maratoniano (31-29) y un tie-break de infarto (15-17). El desgaste contra las asiáticas pasó factura a las azzurri y, en la gran final, una inspirada Serbia las superó a remolque (3-2). Zhu Ting y compañía se adjudicaron ante las neerlandesas (3-0) un premio de consolación que no sirve de mucho consuelo para un sexteto que buscaba en Yokohama mucho más que el bronce.

 

Ese resultado complacería a la mayoría de las 24 selecciones que contendieron en canchas japonesas, pero sabe a poco cuando se trata de las vigentes campeonas olímpicas y de la Copa Mundial. La copa será justamente el venidero evento a revalidar. Luego, y de nuevo en feudos nipones, vendrán los juegos estivales Tokio 2020.

 

Partirán las chinas entre las favoritas a medallas tanto en esas competiciones como en las que resten por el camino. Salvo alguna lesión grave o un improbable bajón de rendimiento, serán casi los mismos nombres los que figuren en las nóminas futuras, incluso en la del próximo Mundial (2022), que representará posiblemente la última oportunidad para que la generación de Zhu Ting emule la gesta de Praga.

 

 
 
*El periodista cubano Jorge Ramírez Calzadilla ha colaborado con publicaciones y medios audiovisuales nacionales y extranjeros por más de una década. Desde 2007 reside en Beijing.

 

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