3 de julio de 2023. El presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva (tercero desde la der.) en la inauguración del proyecto del Ferrocarril de Integración Oeste-Este de Brasil, con participación de empresas chinas. Xinhua
Desde que el presidente chino, Xi Jinping, propuso por primera vez en 2013 la Iniciativa de la Franja y la Ruta (IFR), cuyo objetivo consiste en impulsar la conectividad a lo largo y más allá de las antiguas Rutas de la Seda, su ámbito y alcance geográfico han crecido considerablemente. Si bien los primeros corredores económicos terrestres y marítimos de la iniciativa se concentraron geográficamente en Eurasia y parte de la costa de África oriental, sus proyectos se han expandido para incluir a otras regiones como América Latina y el Caribe. El 2 de junio pasado, por ejemplo, China y Argentina firmaron en Beijing un plan de cooperación para seguir avanzando en la IFR.
Hasta el momento, 22 países de América Latina y el Caribe se han unido oficialmente a la IFR. Sin embargo, a pesar de que las recientes décadas han marcado el ascenso de China como el principal socio económico de Brasil en términos de comercio, inversión y finanzas, el país sudamericano aún no se ha sumado a la iniciativa. No obstante, un análisis de los principales beneficios de la implementación de la IFR en América Latina y la historia de las relaciones bilaterales demuestran que el ingreso de Brasil no solo es natural, sino que también es esencial.
Socios estratégicos
La relación con Brasil tiene un significado especial para China en América Latina. En los últimos años, el país sudamericano ha demostrado ser uno de los principales socios integrales de China en el lanzamiento de iniciativas multilaterales en el entorno mundial. Brasil es el único miembro fundador latinoamericano del Banco Asiático de Inversión en Infraestructura, una institución financiera multilateral iniciada por China para promover la infraestructura sostenible y apoyar a países que se están esforzando por cumplir con los objetivos ambientales y de desarrollo. Ambos países son miembros del BRICS, un grupo de economías de mercados emergentes que también incluye a Rusia, India y Sudáfrica. La expresidenta de Brasil, Dilma Rousseff, se convirtió recientemente en presidenta del Nuevo Banco de Desarrollo, una institución financiera internacional establecida como una iniciativa conjunta entre los países BRICS.
Los lazos entre los pueblos de Brasil y China se remontan a 1814, cuando plantadores de té chinos fueron enviados desde Portugal hasta el Real Jardín Botánico de Río de Janeiro. En la actualidad, Brasil es el hogar de 40.000 ciudadanos chinos y 200.000 personas de ascendencia china, y desde el establecimiento de las relaciones diplomáticas en 1974, múltiples iniciativas exitosas han definido los vínculos bilaterales: el programa Satélite de Recursos Terrestres China-Brasil firmado en 1988; el establecimiento de la asociación estratégica en 1993, la primera con esta terminología reconocida por el Gobierno chino en los países en desarrollo; y la elevación de las relaciones al nivel de asociación estratégica integral en 2012.
Desde la toma de posesión del presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, en enero de este año, las expectativas para un compromiso bilateral ulterior son altas. Durante las administraciones previas de Lula (2003-2010), los dos países acogieron varias iniciativas conjuntas, incluido el establecimiento de la Comisión de Alto Nivel de Consulta y Cooperación Sino-Brasileña y el Consejo Empresarial China-Brasil. En la visita de Lula a China de abril pasado se firmaron 15 acuerdos gubernamentales bilaterales y 20 contratos comerciales entre empresas y entidades públicas.
Sin embargo, a pesar de la creciente sinergia, la adhesión de Brasil a uno de los principales proyectos de cooperación lanzados por China aún necesita materializarse. Una de las principales razones es la cautela brasileña ante posibles reacciones de Estados Unidos. Cuando Celso Amorim, principal asesor de política exterior del presidente Lula, fue entrevistado por el diario chino en inglés Global Times, expresó que Brasil aún está analizando la posibilidad de unirse a la IFR y que la iniciativa ha tenido una presencia informal en la relación entre Brasil y China por muchos años.
Influencias externas
Los cambios retóricos y prácticos en la manera en que la diplomacia estadounidense ha abordado el ascenso mundial de China en los últimos años son notables. Con las crecientes relaciones comerciales y políticas de China en América Latina y la participación de varios países de la región en la IFR, las presiones estadounidenses han adquirido un carácter más agresivo, como ilustran, por ejemplo, las críticas severas de Estados Unidos a las inversiones chinas en América Latina, entre ellas, los proyectos de implementación tecnológica 5G del gigante de la tecnología Huawei en toda la región.
Los sectores empresariales brasileños importantes también siguen, sin cuestionar, narrativas como la del incremento de la dependencia económica de los países socios de China a través de los llamados préstamos de la “trampa de la deuda”. Los mismos sectores también intentan relacionar las últimas décadas de estancamiento industrial brasileño con la intensificación de las relaciones comerciales con China. Ignoran que las reales causas de la desindustrialización brasileña, que comenzó en la década de 1980, residen en las altas tasas de interés y la sumisión a un sistema financiero que destruye la economía nacional, y en la corrosión del aparato federal originada por las privatizaciones criminales de las empresas estatales estratégicas.
Resultados de beneficio mutuo
La serie de proyectos que involucran a la IFR complementan los intereses estratégicos de Brasil. Uno de los ejes principales de la iniciativa está relacionado con las inversiones en proyectos de infraestructura, precisamente uno de los principales obstáculos económicos de Brasil, que anualmente invierte un ínfimo 2 % de su PIB en este sector.
La relación entre Brasil y China ha probado ser principalmente beneficiosa para ambos países en los últimos años. Esto contradice las acusaciones propagandísticas de aquellos que buscan debilitar los lazos bilaterales. En la última década, Brasil ha recibido el 47 % de las inversiones chinas en América del Sur. Desde 2009, China es el principal socio comercial de Brasil y ocupa el puesto que Estados Unidos tenía desde 1929. En 2022, las exportaciones de Brasil a China alcanzaron un récord de 89.000 millones de dólares, según la base de datos de las Naciones Unidas Comtrade sobre comercio internacional. El superávit comercial del país con China totalizó 28.970 millones de dólares en 2022, equivalente a la mitad del superávit total de Brasil de 61.800 millones de dólares.
La IFR representa una sistematización a gran escala del concepto de cooperación de beneficio mutuo acuñado por la diplomacia china. A la par de respetar la soberanía y los intereses de otros países, China está dispuesta no solo a expandir los lazos comerciales, sino también a profundizar el rango de iniciativas de cooperación con naciones y Gobiernos de diferentes matices, sin importar sus creencias u orientaciones políticas.
El éxito reciente de la mediación de China en el acercamiento entre Arabia Saudita e Irán, en el Medio Oriente, demuestra el benigno papel de China en las diferentes regiones del mundo. Si bien ciertas grandes potencias continúan exportando “revoluciones de color” y acciones encubiertas para desestabilizar Gobiernos y naciones en todo el mundo, China alienta e invierte en la expansión de conexiones y relaciones de cooperación entre diferentes regiones del mundo.
En pocas palabras, es razonable afirmar que es tiempo para que Brasil se una decididamente a la IFR y reitere su alineamiento histórico con los principios en defensa de un mundo multipolar marcado por la primacía de la paz, el desarrollo económico y la justicia social, lo que fortalecerá la opción benevolente para construir una comunidad de destino de la humanidad.
*Tiago Nogara es un comentarista brasileño de relaciones internacionales y doctorando en Estudios Globales en la Universidad de Shanghai. Este artículo es un extracto editado de aquel que se publicó por primera vez en el sitio web China Focus.