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Un lugar que cambia vidas

Source: Author:CARMEN GONZÁLEZ
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Lo que empezó como una escuelita de un grupo de mamás chinas para que sus hijos, nacidos en México, aprendieran el mandarín, es hoy el primer Instituto Confucio de América Latina, con más de 10.000 egresados y cientos de estudiantes en activo con sus sueños puestos en China.

 

La doctora Zhou Lingyan, actual directora del Instituto Confucio de la Ciudad de México, lleva 40 años viviendo en la capital mexicana y fue una de las fundadoras de aquella primera “escuelita”, como la llama ella misma.

 

La Dra. Zhou es la directora del Instituto Confucio de la Ciudad de México desde su creación, en 2006.

 

“En 1999 nuestros hijos empezaron a crecer, por lo que mi idea era la de enseñarles chino mandarín. Es así como algunas mamás hicimos una escuelita para nuestros hijos. Había menos de 30 niños, todos de los amigos de la comunidad china. Las mismas mamás éramos las maestras”, platica la doctora.

 

Poco a poco comenzó a crecer el interés entre los mexicanos por aprender el chino. Cuando los padres de niños mexicanos hablaban por teléfono con la Embajada de China y preguntaban por un lugar donde sus hijos pudieran estudiar el mandarín, inmediatamente les recomendaban la escuela de la Dra. Zhou.

 

Fue tanto el crecimiento de alumnos mexicanos no descendientes de chinos, que la Dra. Zhou y otras maestras de la escuela decidieron hacer todos los trámites necesarios para obtener por parte de China el reconocimiento como Instituto Confucio.

 

“El primer Instituto Confucio fuera de China abrió en 2004, en Seúl (Corea del Sur). Para 2006 no había aún ningún Instituto Confucio en América Latina. Ese año, 2006, obtuvimos la certificación como el Instituto Confucio de la Ciudad de México y nos convertimos en el primero de América Latina”, recuerda con orgullo la Dra. Zhou.

 

Dado que este Instituto Confucio no se encuentra adscrito a ninguna universidad, su actividad se enfoca en enseñar a niños pequeños en escuelas que solicitan al instituto los servicios de maestros expertos, hablantes nativos de mandarín. Es por ello que este Instituto Confucio tiene más maestros que ningún otro en Latinoamérica.

 

Pero además de enseñar el mandarín, el Instituto Confucio de la Ciudad de México ha organizado, durante 10 años, el concurso “Puente Chino” en su modalidad de educación media, y siempre ha enviado alumnos mexicanos a participar en la edición internacional del concurso, en China.
A Erik Tadeo le gusta la lógica del chino, por ejemplo, en los números, por lo que le resulta fácil y divertido.

 

 

“En la categoría por equipos del ‘Puente Chino’, en tres ocasiones hemos quedado entre los tres primeros lugares del mundo. Somos el único Instituto Confucio de Latinoamérica que lo ha conseguido hasta ahora”, nos cuenta la Dra. Zhou. No es un logro menor, si se tiene en cuenta que actualmente hay 23 institutos Confucio en América Latina, de los cuales 5 están en México.

 

Entre los egresados del Instituto Confucio de la Ciudad de México hay varios profesionales que se desarrollan en empresas chinas, e incluso en la Embajada de China en México. “Yo quiero a los dos países, China y México. Los dos están en mi corazón y quiero hacer algo que contribuya a ambos”, concluye feliz la directora.
Jorge Medina estudia ingeniería mecatrónica y tiene planes de hacer una maestría en China.

 

 

China, su presente y su futuro

 

Un grupo de padres se arremolina en torno a un joven delgado, de lentes, que habla con alegría de las maravillas de China. Se trata de Jorge Medina, estudiante de ingeniería de 25 años, quien se ganó una beca para estudiar chino en la Universidad de Estudios Internacionales de Xi’an. “Comencé a estudiar chino en 2011. La verdad es que no lo veía como algo que me pudiera ayudar, simplemente quería tener una actividad los sábados”.

 

Su percepción cambió muy pronto, pues en el Instituto Confucio de la Ciudad de México se enteró de todas las posibilidades de concursos, campamentos y becas que podía aprovechar al ser estudiante de chino.

 

Actualmente, Medina trabaja en el departamento de ingeniería de una empresa de refrigeración, y el chino ha sido la clave que le ayudó a conseguir ese empleo. “Mis planes son terminar la carrera y después hacer una maestría en el extranjero. En China, por supuesto”.
Paola Pacheco estudia chino los sábados en el Instituto Confucio de la Ciudad de México, sin importar la lejanía de este con su casa. Fotos de Juan Carlos Aguilar

 

Paola Pacheco tiene 17 años y comenzó a estudiar chino en el Instituto Confucio de la Ciudad de México en 2016. Pese a que vive un poco lejos de la escuela, acude los sábados con puntualidad, pues el chino le apasiona. “Hace dos años se abrió una oportunidad para ir dos semanas a un campamento en China. Nos fuimos varios compañeros, estudiantes de aquí del instituto, y estuvimos dos semanas en Beijing y Shanghai. Practicamos el idioma y conocimos la cultura de cerca”.

 

Esa experiencia fue el estímulo que necesitaba para estudiar con ahínco y conseguir el segundo lugar del concurso “Puente Chino” en México, lo que la llevó a visitar Beijing el año pasado. “Hice bastantes amigos, practiqué el idioma, conocí lugares como la Gran Muralla, la Ciudad Prohibida”, cuenta Pacheco.

 

Erik Tadeo es uno de los cientos de niños que toman clases sabatinas de mandarín en el Instituto Confucio de la Ciudad de México. Tiene 10 años y empezó a estudiar chino desde que tenía 8. “He estudiado inglés también, y se me hace más difícil el inglés y el chino. Todavía no conozco los caracteres, apenas estamos estudiando los tonos”, platica.

 

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Editor: Wu Wen Da-->

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