El tren más rápido, el puerto más activo, los rascacielos más altos del mundo. Es difícil exagerar sobre Shanghái porque aquí todo fue pensado para batir récords. Basta visitar el distrito financiero para entender: en una esquina conviven tres de los diez edificios más elevados del planeta. A la postal clásica de torres vidriadas hay que sumar un detalle: la velocidad con la que fueron construidas. Y es que, si algo define a Shanghái, es su transformación constante. Sin embargo, entre automóviles eléctricos y metros impolutos, persisten las prendas al sol, los bailes en las plazas y el xiaolongbao de cada día.