Agosto no ha sido un mes fácil. Las lluvias torrenciales y las graves inundaciones generadas principalmente por el tifón Doksuri dejaron a su paso grandes estragos en áreas de cultivo e instalaciones agrícolas, así como un costo en vidas humanas sobre todo en el noreste del país. A fines de julio e inicios de agosto, la propia capital, Beijing, experimentó las lluvias más intensas desde que comenzaron a llevarse registros hace 140 años. Las autoridades han destinado ya los fondos necesarios para los trabajos de recuperación. Si bien hoy lloramos y despedimos a nuestros compatriotas, el reforzamiento de las labores de prevención ante futuros desastres será nuestro mejor homenaje a todos ellos.
A lo largo de su milenaria historia, China no solo ha conocido de inundaciones, tifones y desastres, sino que ha sabido levantarse de todos ellos. Una de las historias más populares en nuestro país es la de Da Yu, un legendario héroe chino que, hacia el siglo XXI a. C., logró acabar con las continuas inundaciones al domeñar el río Amarillo, encauzar sus aguas y convertirlo, más bien, en un elemento beneficioso para la agricultura. Su figura es hoy recordada por los chinos como aquel que se atrevió a aplicar un sentido científico ante severos contratiempos, y como aquel que no tuvo temor en innovar y presentar una solución con visión de conjunto y pensando en el futuro. Ese es el espíritu que, miles de años después, debe seguir guiando las riendas de nuestro porvenir.
Muchas son las lecciones que podemos recoger de la historia. Es por eso que en esta edición de China Hoy, hemos querido emprender un viaje en el tiempo hacia uno de los orígenes de la civilización china: la cultura Hongshan. Descubierta en la década de 1930 durante los trabajos de excavación en una colina llamada Hongshan en la ciudad de Chifeng, en la región autónoma de Mongolia Interior, esta espléndida civilización es una de las herencias más importantes de la edad neolítica del norte de China. Los hallazgos en sus sitios arqueológicos –los cuales se extienden también por las provincias de Liaoning y Hebei– vienen permitiendo desvelar los misterios de una cultura famosa por sus magníficos y refinados objetos de jade.
En los últimos años, China ha dado notables pasos en cuanto a la protección de sus reliquias culturales. Se han emprendido proyectos con miras a impulsar la investigación arqueológica, la conservación y uso del patrimonio cultural, la innovación tecnológica, así como la capacitación de profesionales de talento en el sector. Actualmente hay 18 grandes iniciativas arqueológicas en marcha en el país y se han lazado 268 proyectos independientes. Del mismo modo, China cuenta con 55 parques arqueológicos nacionales y 6565 museos, y más del 90 % de esas instituciones a nivel nacional son accesibles al público de forma gratuita. En la China de hoy, el pasado es un factor determinante en su futuro.
En el segundo trimestre de este año, los ingresos combinados de las principales empresas del sector cultural y sus negocios relacionados consolidaron su recuperación tras la pandemia. Según el Buró Nacional de Estadísticas, los ingresos en dicho periodo aumentaron un 10,7 % interanual, la primera vez que el sector alcanza un crecimiento trimestral de dos dígitos desde el tercer trimestre de 2021. En este esfuerzo no debe obviarse la candidatura presentada por China para que el Eje Central de Beijing sea incluido en la Lista del Patrimonio Mundial por la Unesco, cuya decisión final se espera para el próximo año. Hoy en día, resulta imprescindible seguir impulsando la prosperidad cultural, con miras a hacer de China un país no solo líder en cultura, sino también un país protagonista en la promoción del aprendizaje mutuo entre civilizaciones.
Ese ánimo de impulsar el intercambio entre civilizaciones se vio reflejado también en la reciente celebración de la 31.ª edición de verano de los Juegos Mundiales Universitarios de la FISU, en la ciudad de Chengdu. Entre el 28 de julio y el 8 de agosto, un total de 6500 atletas de 113 países y regiones del mundo llegaron a China para competir bajo el lema “Chengdu convierte en realidad los sueños”. Esos sueños que China aspira a compartir con el mundo contra viento, marea o cualquier otro obstáculo en el camino.
