Primera página>Muy recomendado

Prosperidad común en China

2021-11-16 14:55:00 Source:China Hoy Author:AUGUSTO SOTO
【Cerrar】 【Imprimir】 GrandeMedianoPequeño

Cualquiera que pasee por el corazón de Beijing advertirá que la puerta principal de Zhongnanhai, sede del Gobierno central de China, se identifica con el lema "Servir al pueblo" ("为人民服务" en chino). Tal concepto es el punto de partida para cualquier análisis sobre cómo se gobierna China en la época contemporánea, el período en el que la sociedad más grande del mundo ha alcanzado el mayor dinamismo, resiliencia y tamaño de toda su historia, particularmente durante la última década. También es el punto de partida para comprender la "prosperidad común", un concepto enunciado por Xi Jinping y actualmente muy comentado en el extranjero. La creciente desigualdad en el corazón de las sociedades es un problema compartido por la mayor parte del mundo y la forma de abordarlo ha sido diferente. Sin embargo, en la prensa internacional no faltan quienes desacertadamente interpretan el significado y alcance de los esfuerzos emprendidos por Beijing.

Contextualizando el concepto

Actualmente Beijing ha iniciado la adopción de medidas para mejorar su sistema de distribución de la riqueza y reducir la brecha de ingresos entre las diferentes regiones y grupos sociales. Las medidas concernientes a la prosperidad común son amplias y enlazan con las políticas anteriores y los planes quinquenales, además de con las tradiciones y prácticas del Partido Comunista de China (PCCh). En su aplicación progresiva se podría decir que siguen la enseñanza del conocido dicho que indica que hay que cruzar el río "sintiendo las piedras".

Las nuevas medidas tienen filiación con la reforma económica de fines de la década de 1970, y con el XIV Congreso Nacional del PCCh en 1992, cuando se declaró que el objetivo era construir una economía de mercado socialista. El XVIII y XIX Comité Central del PCCh bajo el liderazgo del presidente Xi Jinping incluyó el término “prosperidad común” en todos los principales documentos de política elaborados por el Partido y el Gobierno central. Es parte de un proceso, no una decisión inesperada, y esto queda claro al leer el tercer volumen del libro Xi Jinping: La gobernación y administración de China, que incluye sus discursos más destacados entre 2017 y 2019, publicados el año pasado. En uno de ellos, titulado Una vida mejor para toda nuestra gente, el autor destaca que un aspecto clave de la modernización es "mejorar la calidad y eficiencia del desarrollo para satisfacer mejor las crecientes expectativas de nuestra gente en todas las áreas, y promover aún más el desarrollo personal integral y la prosperidad personal, común para todos”. En otras palabras, la comunidad y el individuo pertenecen a un equilibrio.

Importa recalcar el consenso internacional sobre los beneficios de la reforma económica seguida por Beijing. Y esto es así ya que sus logros se han traducido en una mejora sin precedentes en los niveles de vida durante las últimas cuatro décadas, lapso en que China sacó de la pobreza a más de 800 millones de personas: un hito en la historia del progreso humano. Más específica y recientemente, entre 2012 y 2020, salieron de la pobreza casi 100 millones de habitantes de las zonas rurales. Sin embargo, a pesar de la progresiva prosperidad, el país ha experimentado períodos de creciente desigualdad. Como ha explicado el profesor Cai Fang, ex vicepresidente de la Academia China de Ciencias Sociales en Beijing, el coeficiente de Gini de desigualdad de ingresos en 1997 fue de 0,398, y alcanzó un máximo de 0,491 en 2008. Y había disminuido sólo marginalmente a 0,465 en 2019, antes de la pandemia.

En verdad desde fines de la década de los años 70 China ha adoptado un sistema distributivo de la riqueza basado en la mano de obra, permitiendo a la vez varios canales para canalizarla. La fiscalidad y la seguridad social forman parte del sistema de "segunda distribución". Sin embargo, se ha constatado que estas medidas son insuficientes, de manera que procede considerar una "tercera distribución". Se trata de crear oportunidades para que los grupos y empresas de altos ingresos puedan retribuir a la sociedad, por ejemplo, a través de obsequios de carácter voluntario, así como mediante donaciones. La cantidad de donaciones y aportes caritativos, esencialmente de carácter voluntario, puede variar en las diferentes etapas de desarrollo. Paralelamente, por cierto, será de enorme relevancia el seguimiento de las políticas fiscales.

Estilos de gobierno y prosperidad común

Cuando hablamos de acción importa considerar el compromiso vital de Xi. Este aspecto es a menudo descuidado por varios medios de comunicación internacionales que informan sobre China. En 1969, Xi Jinping, con 15 años de edad, se desplazó a la aldea de Liangjiahe, provincia de Shaanxi, donde a lo largo de los años trabajó en sucesivas iniciativas de desarrollo. En China es bien sabido que al final de un día de trabajo regresaba a un domicilio muy humilde, donde dormía en una sencilla cama de arcilla. En 1974 Xi se unió al PCCh, convirtiéndose en el secretario de la célula del Partido comunista de Liangjiahe. Posteriormente ocupó altas responsabilidades políticas en las provincias de Fujian, Zhejiang, así como en Shanghai, desempeñando papeles clave en distintos proyectos de desarrollo humano.

La filosofía gubernamental de Xi se inspira en las personas de carne y hueso que constituyen el país, factor que explica su rotunda reacción para salvar la vida de las personas durante la epidemia de COVID-19, a diferencia de tantos líderes de variadísimos países del mundo. Vale la pena señalar aquí que la Organización Mundial de la Salud estimó al principio de noviembre que Europa se está convirtiendo nuevamente en el centro del Covid-19, advirtiendo que puede matar a 500.000 europeos de aquí a febrero de 2022. Mientras tanto, las medidas anti Covid-19 adoptadas en China son irrestrictamente implementadas, lo cual no es ajeno al concepto de prosperidad común. Porque, como es sabido, la epidemia ha afectado especialmente a los más desfavorecidos del planeta, convirtiéndose en factor de desigualdades.

Curiosamente, América del Norte y la Unión Europea, dos de las regiones más ricas del mundo, hasta ahora han tenido un éxito relativo en la lucha contra el Covid-19, mientras que el coeficiente de Gini de desigualdad de ingresos ha ido aumentando. La brecha es sorprendentemente marcada en los Estados Unidos, donde las personas más pobres no han experimentado un incremento real de ingresos desde 1980. La prestigiosa portada de la última edición de The Economist muestra al presidente Biden -recientemente demasiado concentrado en criticar a otras sociedades- hundiéndose dramáticamente en un agujero. La revista destaca que ha visto colapsar sus índices de aprobación, precisando que a estas alturas de un primer mandato solo su predecesor (e hipotético sucesor) Donald Trump, era más impopular. El semanario más influyente entre las élites occidentales destaca que "no es un político bendecido con los talentos excepcionales que exige su trabajo". Mientras tanto, mayorías (y minorías) con tendencia a una inusual confrontación en varios parlamentos europeos y americanos, están minando iniciativas y capacidades para combatir las desigualdades en sus respectivas sociedades. La gobernanza, vista desde una perspectiva semanal, mensual o anual, presenta más desafíos que nunca en un mundo cambiante.

El enfoque concentrado en la mejora equilibrada de los niveles de vida de más de 1400 millones de personas en China es real y pertinente. Pero algunos analistas internacionales han visto el concepto de "prosperidad común" y "tercera distribución" como otra forma de competir con Occidente. No es así: se trata de puro desarrollo en acción.

* Augusto Soto es director del Proyecto Diálogo con China.

Compartir con:
Editor: Wu Wen Da-->

Copyright © 1998 - 2016

今日中国杂志版权所有 | 京ICP备10041721号-4

京ICP备10041721号-4