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Es absurdo volver a la Guerra Fría

2021-10-13 13:28:00 Source:China Hoy Author:AUGUSTO SOTO
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El mundo ya tuvo una Guerra Fría, concluida en 1991, y arriesga un enfrentamiento de alcance similar si se repiten actitudes pasadas. Es un riesgo en un momento muy sensible, cuando globalmente comerciamos, invertimos y nos informamos más interconectados que nunca. Y ocurre cuando coexistimos con amenazas ecológicas y de salud de dimensión planetaria a una escala desconocida en el siglo XX. Vale decir, con peligros existenciales que hasta ahora la humanidad no ha enfrentado con la coordinación merecida.

Sin embargo, a veces parte de la humanidad parece abocarse por senderos lúgubremente transitados. La asociación de Australia, Japón, Nueva Zelanda y Corea del Sur con la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) es una posibilidad que Jens Stoltenberg, secretario general de la organización, evaluó con sus colegas estadounidenses en su reciente gira en Washington. En otras palabras, un enfoque estratégico que delinea incluso una concepción más confrontativa que durante la Guerra Fría (1946-1991), cuando los grandes adversarios mutuos eran EE. UU. y la Unión Soviética. Con las decisiones que se están adoptando estos días y sus acciones correspondientes se está apuntando a entrometer a Occidente en una situación fuera de lugar.

¿El Indo-Pacífico en Europa?

Como es sabido, la reciente visita de Stoltenberg a la capital estadounidense se relaciona con el pacto entre Australia, el Reino Unido y EE. UU. anunciado el 15 de septiembre. Conocido como AUKUS en inglés, agrupa a los tres países y se inscribe en la doctrina del Indo-Pacífico elaborada a lo largo de la última década por Washington. Con ella se ha venido influenciando a algunos países de la Unión Europea (UE) a impulsar doctrinas Indo-Pacífico afines. Ahora todo esto está en debate en la UE con el trasfondo del desastroso y conocido fin de la intervención occidental en Afganistán. La voz de la prudencia indica cuidado a la hora de trasladar la arrogancia imperial en que se convirtió la larga ocupación en Asia Central a un potencial desastre en un hipotético aventurerismo en el Asia marítima.

La respuesta de Beijing en el Pacífico no se ha hecho esperar en clave comercial, y a las pocas horas del advenimiento del AUKUS solicitó oficialmente su ingreso al Tratado Integral y Progresista de la Asociación Transpacífica (CPTPP, siglas en inglés), que agrupa a la gran parte de las economías del Asia Pacífico. En conjunto estos países, paralelamente junto con China, son el mayor dínamo para la prosperidad mundial. Pero puesto que la noticia de los submarinos propulsados por energía atómica que se le venderán a Australia, como dispone el AUKUS, relució durante días en los medios de Occidente, llegó a opacar, por lo menos circunstancialmente, el potencial del comercio. Esto es extremadamente paradójico, como si el Indo-Pacífico, el AUKUS y los submarinos se relacionaran más con la seguridad y el bienestar de las personas que el CPTPP.

Si adecuamos nuestra mirada a la realidad en estos últimos dos años, constatamos que innumerables poblaciones del mundo han sido atacadas por el virus infinitesimal y mortal del COVID-19, así como por bíblicas inundaciones tanto marítimas como continentales, además de por megaincendios ante los que soldados y bomberos y socorristas han jugado, por la magnitud de las catástrofes durante su desarrollo más álgido, papeles marginales. ¿Es una exageración referirnos al COVID-19 como un acontecimiento propio de la defensa? No, en absoluto, porque precisamente en estos términos se lo ha descrito en Europa y particularmente en EE. UU.

La defensa y la prosperidad comienzan en casa

Con 700.000 víctimas mortales directas del virus (y con millones de otras víctimas mortales y enfermos asociados a la pandemia), ha sido usual oír a analistas civiles y militares estadounidenses decir que EE. UU. se ha enfrentado a un virus minúsculo que ha matado a más ciudadanos que todos los conflictos internacionales combinados en que han combatido tropas norteamericanas. O sea, más que la suma de soldados caídos en la Primera y Segunda Guerra Mundial, más los de las guerras de Corea y Vietnam. Y así es, un asunto de salud pública a fin de cuentas ha llegado a ser equiparado con la defensa. Pero en vez de ir directamente a solucionar el asunto, se ha optado por seguir potenciando la defensa tradicional propia de la Guerra Fría.

Sorprende sumamente que un tema crítico como el presupuesto para modernizar una variadísima infraestructura nacional entre 50 y 100 años atrasada y que la actual administración Biden quiere modernizar, se esté viendo sistemáticamente torpedeada por el partido de la oposición. Impacta ver al presidente a inicios de octubre espetando a los republicanos ante su bloqueo del techo de la deuda: “¡Apartaos de en medio para no destruir el país!”. O ver a la reputada analista y periodista estadounidense Robin Wright sentenciando que “estamos tan divididos que no sabemos quiénes somos.”

Como bien dice el profesor y estratega norteamericano Graham Allison, “tras estos últimos 40 años los estadounidenses debieran ser más modestos y humildes a la hora de valorar las expectativas sobre nuestra gobernanza”. Según él, Washington ha pasado a ser sinónimo de “capital disfuncional”, en la que “los estadounidenses han perdido confianza”.

En el Reino Unido tampoco está funcionando bien el examen de conciencia posterior al Brexit, con graves consecuencias para el país (incluida la pregunta de su unidad a medio plazo), además de una deficiente relación con la vecina Francia, y con fallos en el aprovisionamiento interno por problemas en sus cadenas de suministro. A ello se suma la presencia del virus en proporciones mucho más altas que en el resto de Europa occidental. Y sin embargo Londres habla de una “Gran Bretaña global”, con un Johnson que ha llegado a proponer el incremento del arsenal nuclear en un 30 %, con una estrategia del Indo-Pacífico absolutamente afín a la de Biden, como lo demuestra el pacto AUKUS.

China está en China

Está claro que la presencia militar estadounidense en Asia es una consecuencia del fin de la Segunda Guerra mundial y de una prolongada Guerra Fría acabada en 1991 y nuevamente prolongada por intereses diversos entre los que se cuenta la aspiración norteamericana a continuar su hegemonía estratégica. En la primera semana de octubre un submarino estadounidense propulsado por energía nuclear encalló por algunas horas en el Mar Meridional de China en los mismos días en que una flota multinacional compuesta por navíos de EE. UU., el Reino Unido, Japón, Australia, Canadá y Holanda desarrollaba ejercicios navales en esas latitudes.

¿Qué diríamos si la marina china situara a una parte de sus recursos físicos y humanos en el Caribe, cerca de Estados Unidos, explicando que lo hace para asegurar el flujo del comercio internacional? Pero el comercio fluye por sí mismo y en estos momentos hay más países que tienen a China como primer socio comercial que a Estados Unidos. En su política de libre comercio, China ha presentado su candidatura al CPPPT, Biden no lo ha hecho.

Ahora más que nunca conviene pensar racionalmente. China comercia con todo el mundo y sus FF. AA. están preparadas para defender territorio chino. En tanto, una parte de Occidente aspira a ampliar su acción geoestratégica a una región del mundo que no le corresponde naturalmente, paralelamente sirviéndose de una organización como la OTAN. Recordemos que el objetivo fundacional y de décadas de la organización fue oponerse a la Unión Soviética y que recientemente se ha debido retirar de Asia Central tras su derrota en Afganistán, la primera en toda su historia, ante un adversario modesto.

En las dos semanas en que el mundo estuvo al borde de la guerra nuclear, durante la famosa Crisis de los Misiles de Cuba de octubre de 1962, se vivieron distintos momentos en que por error humano (soviético y estadounidense) casi se desencadena un enfrentamiento nuclear. Es altamente aconsejable que en Occidente se relea la historia y se procure ni remotamente acercarse a crisis comparables en geografías ajenas.

*Augusto Soto es director de Dialogue with China Project.

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Editor: Wu Wen Da-->

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