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La pandemia solo se combate multilateralmente

2021-04-01 15:27:00 Source:China Hoy Author:AUGUSTO SOTO
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Esta semana, hace un año, los países europeos iniciaban los respectivos confinamientos de su población ante el exponencial aumento de casos del COVID-19. Pocos días antes, el 10 de marzo de 2020, podíamos ver en un conmovedor video publicado en Twitter por la Embajada de China ante la Unión Europea (UE) a los trabajadores sanitarios de los 16 hospitales temporales de Wuhan construidos en tiempo récord semanas antes, dando por concluida su misión en la primera línea de combate sanitario. En un bus del último turno, el personal entonaba la popular canción “el sol siempre está detrás de la tormenta” (阳光总在风雨后). En esos momentos la incidencia del virus, abrumadoramente restringido a la ciudad de Wuhan, iba bajando aceleradamente, dominado por una estrategia contundente hoy mundialmente reconocida. En esos mismos momentos, la UE no tenía una estrategia (y un año después todavía está afinando la implementación de la suya).

En marzo de 2020, cada país europeo luchaba consigo mismo para alcanzar su propia seguridad y la capacidad decisoria de la UE brillaba por su ausencia. Paralelamente, un irreconocible Estados Unidos comandado por Trump persistía en una actitud errática, suicida (aún juzgable ante algún tribunal), con largas semanas sin restringir los vuelos nacionales e internacionales, negando la misma existencia mortal del virus y ninguneando a la Organización Mundial de la Salud (OMS), a la que un mes después incluso negó financiamiento.

Balance

En el balance del último año, cabe, como decíamos, recordar el control chino de la pandemia y su aporte mundial al combate para eliminarla. A la vez, en Occidente cabe recordar varios aspectos más. Si no lo hacemos, no podremos mejorar y significaría que no estamos preparados para el multilateralismo: la única manera de estar en el mundo actual. En él debieran ser inadmisibles las visiones periclitadas, tanto occidentalocéntricas como de la Guerra Fría, porque si abrimos bien los ojos, las evidencias están en los periódicos de ayer y de hoy.

Hoy parece increíble que en febrero de 2020, un mes antes de que la pandemia comenzara a arreciar en Occidente y el mundo, connotados analistas a ambos lados del Atlántico diagnosticaran que China vivía el “momento Chernóbil”; vale decir, que la situación desencadenada por el virus se asemejaba a la conocida catástrofe nuclear que en gran medida condujo al fin de la URSS, a fines de la década de 1980. En verdad ha sido todo lo contrario: el Gobierno chino y la población han salido fortalecidos y confiados en el porvenir. La dinámica de esos días se resumió en uno de los desaciertos más desconcertantes: el contraste entre China y el este de Asia usando mascarillas y un Occidente donde durante larguísimas semanas apenas se les prestó importancia como método fundamental de protección. Grave fue que numerosas autoridades afirmaran que las mascarillas eran innecesarias y, peor aún, que los respectivos sistemas sanitarios no las tuvieran, en fin, que incluso se afirmara que si su uso era extendido en Oriente constituía una metodología alternativa para nada urgente. En realidad, China confiaba plenamente en ellas y nos las recomendó urgentemente por todos los canales posibles. En resumen, el contraste absoluto de criterios y metodología asombra si consideramos la velocidad de propagación informativa actual. Interesante es recordar aquí que la mascarilla quirúrgica es un aporte práctico de la medicina china inventado hace poco más de un siglo por el doctor chino-malayo Wu Lien-Teh, a quien el 10 de marzo pasado Google conmemoró y fue recogido por la prensa mundial.

En lo relativo al vínculo China-Europa, el tratado bilateral de inversiones firmado hace tres meses está llamado a contribuir al reforzamiento de la confianza en la recuperación económica internacional y previsiblemente también a allanar medidas concertadas para enfrentar el deterioro ambiental del planeta que incide en la salud. Más aún, la llegada de vacunas chinas (y rusas) a varios países de la UE, particularmente en el este de nuestro continente, obedece a una lógica guiada por todos los hechos constatables y dinámica en la que Bruselas aparece a menudo jugando un papel de cronista de la actualidad. A buen entendedor, pocas palabras.

Más diplomacia: la metáfora del jardín

Nuestro más famoso colega en ESADE, el profesor Javier Solana, ex secretario general de la OTAN, ex alto representante para la política exterior y de seguridad común de la UE, y uno de los europeos más influyentes de la historia reciente, recordaba hace pocos días que en razón de su esmero y constancia, “la diplomacia es lo más parecido a la jardinería”. Y acertaba de lleno al sugerir que el Tratado de París para combatir el cambio climático ofrece muchas posibilidades para el retorno al multilateralismo tras la era Trump y que hay que intentar “arrastrar esa tendencia a otras dimensiones”. Así es, porque si nos implicamos a fondo en combatir el cambio climático, lo que estaremos haciendo será reforzar la salud mundial, íntimamente ligada al medioambiente. Es la primera de las tantas enseñanzas que nos está dejando esta pandemia.

Se ha dicho que el COVID-19 se puede entender también como un aviso de la naturaleza a toda la humanidad, preámbulo de una futura amenaza más sombría ante la que tendríamos que estar inexcusablemente preparados. En verdad, aplicando en la práctica la terminología del pensador libanés Nassim Taleb, la pandemia no ha sido un “cisne negro” (un hecho imprevisible de enormes consecuencias que se trata de explicar y racionalizar retrospectivamente), sino lo que la ensayista estadounidense Michele Wucker ha calificado como “rinoceronte gris” (un hecho previsible que no es enfrentado a tiempo). En efecto, cualquier biólogo del mundo sabía que a la luz de la historia de las epidemias y a la creciente cercanía entre humanos y naturaleza, parecía probable que en esta generación enfrentaríamos una pandemia alcanzando a todos los continentes a la vez.

En esta coyuntura, ¿qué sentido tiene que el Reino Unido a mediados de marzo pasado informase que aumentará su arsenal nuclear hasta en un 40 %? ¿Cuál es la definición de riesgos reales que actualiza la OTAN y qué sentido tiene que varios países de nuestro continente estén afinando estrategias de defensa bajo el concepto “Indo-Pacífico”, alejándonos de nuestros tradicionales ámbitos del Báltico, el Mar del Norte y el Mediterráneo? Estos desvíos del realismo ameritan profundas reflexiones presupuestarias, especialmente cuando durante largos meses las ciudadanías del continente (y de medio mundo), hartadas, perciben retrasos y excesiva burocracia para finalmente derrotar aceleradamente a un virus atacable. Sencillamente vemos que en estos días connotados actores políticos están retrasando a la ciencia, impidiéndonos zanjar de una vez que las vacunas existentes (producidas en Occidente y fuera de él) son valiosísimas y que si hablamos de defensa la defensa prioritaria es esta.

En cualquier caso, pese a los obstáculos, pensemos que el vaso está medio lleno y que pronto podremos entonar una canción celebratoria equivalente a la mencionada en el primer párrafo: 阳光总在风雨后. Quedará como tarea el desafío constante de dilucidar cómo mejor imbricar un multilateralismo a la vez multidimensional. No tendremos muchas más oportunidades: el tiempo apremia.

*Augusto Soto es director de Dialogue with China Project.

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Editor: Wu Wen Da-->

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