La celebración del debate general de la 75.ª sesión de la Asamblea General de Naciones Unidas, cuya jornada estelar ha concluido hace pocas horas, el 22 de septiembre, fija la posición de China en este crítico momento que vive el mundo. Paralelamente contribuye a entender el especial vínculo que Beijing tiene con Bruselas, una semana después de la Cumbre Unión Europea-China, celebrada vía teleconferencia el pasado 14 de septiembre. Hay principios y realidades comunes que conviene subrayar.
Un hecho concreto: la experiencia histórica
El discurso del presidente Xi Jinping en el debate general de la 75.ª sesión de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) recalcó que, junto con recordarse el fin de la Segunda Guerra, se celebraba la victoria de la justicia para los pueblos que la sufrieron, además del nacimiento del Organismo mundial.
Importa recordar aquí que tanto el pueblo chino como los pueblos de los países europeos (así como otros pueblos en otros continentes) han históricamente sufrido la guerra de una manera muy directa, viendo arrasados grandes partes de su territorio en innumerables ocasiones. Y en la Segunda Guerra Mundial (en un grado extremo) la han sufrido más que en todas las veces anteriores. Esto significa que los dirigentes de Europa y China entienden la guerra de manera más profunda que, por ejemplo, el pueblo y los dirigentes de Estados Unidos (que con acotadas o periféricas situaciones) han vivido los conflictos bélicos muy principalmente en el exterior, incluso provocándolos, según el caso.
Apoyo mutuo y responsabilidad global
La pregunta que hace pocas horas se ha hecho Xi sobre qué tipo de ONU necesita el mundo y qué papel debe desempeñar la Organización en la era post COVID-19 es una preocupación que cuenta con el total apoyo de los países de la UE. No olvidemos que cuando al inicio de la pandemia China lo necesitó, la UE envió toda la ayuda posible para contrarrestar al virus. Y viceversa, cuando la UE lo ha necesitado, China ha jugado un papel solidario y constructivo (incrementado con la ayuda sanitaria a través de la Iniciativa de la Franja y la Ruta (también conocida en Occidente como Nueva Ruta de la Seda). Más aún, China y Europa abogan por potenciar y mejorar tanto como sea posible a la Organización Mundial de la Salud.
Por ello, hace pocas horas, ha causado estupor que en su turno de palabra, el presidente Trump, sin ningún respeto histórico al relevante papel que su país jugó en la Segunda Guerra Mundial (que merecía muchas más palabras), decidiera soezmente, a los 12 segundos de iniciado su discurso, omitir gravemente el tributo obligado al pasado reconocido abrumadoramente por la comunidad internacional, y, distorsionando demencialmente, citó a un enemigo inexistente: definió al COVID-19 como el “virus chino”, igualándolo a los adversarios derrotados en la Segunda Guerra Mundial. Y ya que hablamos de Naciones Unidas, literalmente todo el mundo está constatando con horror que con una gestión desastrosa de la pandemia él ha estado actuando como un enemigo de su propio pueblo y como un irresponsable global.
Interconectividad e interdependencia
Trascendiendo la ocurrencia trumpista, que será recordada en Naciones Unidas como una de las declaraciones más infames pronunciadas en su seno, Xi en su discurso subrayó que la humanidad se sitúa en una nueva era de interconectividad y alta interdependencia y que las amenazas y los desafíos globales requieren respuestas globales.
Una de las más tangibles muestra de ello este año ha sido la videoconferencia, celebrada el 14 de septiembre, en la que participaron el presidente Xi Jinping; el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel; la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen; y la canciller alemana, Angela Merkel (quien este semestre ocupa la presidencia rotatoria de la Unión Europea).
Imperio de la ley y normas
Precisamente a mediados de septiembre las dos partes han abordado asuntos mundiales que precisan la acción conjunta. Tanto es así que UE ha instado a China a asumir una mayor responsabilidad en la defensa del sistema internacional basado en normas. Es algo que hace pocas horas Xi ha subrayado en su discurso. Textualmente ha declarado que “las relaciones y los intereses de los países deben ser coordinados con sistemas y reglas, en vez de quedar a merced de la voluntad de aquellos que tengan el puño más grande”. Y ha insistido en que los países grandes no recurran al “excepcionalismo ni al doble rasero” ni atenten contra la paz y la estabilidad mundiales so pretexto del imperio de la ley tergiversando el derecho internacional.
La justicia
Las referencias a la justicia en el discurso del presidente chino se inspiran en el principio fundamental de la Carta de la ONU. Así, cuando Xi alude a que “ningún país tiene derecho a decidir por sí solo los asuntos internacionales, dominar el destino de otros, ni monopolizar las ventajas de desarrollo, y menos aún actuar a su antojo en el plano internacional, jactándose de su hegemonía, matonería y prepotencia” no podemos sino recordar que el 15 de septiembre, un día después de la Cumbre UE-China, la Organización Mundial de Comercio (OMC), condenó la imposición de aranceles impuestos por Estados Unidos a China en 2018 y 2019, en lo que constituye uno de los principales capítulos de la guerra comercial unilateralmente declarada por Washington a China (paralela a otra guerra comercial lanzada por Trump a Europa).
Diálogo y acuerdo para enfrentar las diferencias
La firma del Acuerdo UE-China sobre Indicaciones Geográficas firmado la semana pasada, que mejorará el acceso a los mercados respectivos, ha sido saludado como un hito. Beijing y Bruselas entienden que les reportará ventajas comerciales recíprocas, poniéndose así en práctica, una vez más, la adhesión a las normas internacionales como eje para las relaciones comerciales. Al fin y al cabo, el comercio justo es una de las bases del sistema internacional y de la preservación de la paz. Paralelamente, mantener los intereses en común y abordar las diferencias que puedan surgir, son potentes mensajes para el mundo en este año especial.
La Cumbre China-Unión Europea celebrada por videoconferencia el pasado 14 de septiembre demostró que ambas partes (que este año conmemoran 45 años de relación) pueden entenderse, presencial o virtualmente, llegar a consensos. Y ante algunas diferencias (por ejemplo, en las dimensiones de la reciprocidad en la práctica) cabe el compromiso de seguir trabajando para, por ejemplo, alcanzar este año el esperado acuerdo de inversiones recíprocas.
Ambas partes son conscientes de que el mundo observa con esperanza, una sensación absolutamente alejada hacia las proclamas populistas que hemos visto en el citado discurso de quien preside la que hasta ahora ha sido la superpotencia. Uno de sus activos es el relato y la imagen, y según la más reciente encuesta de la Pew Research Center con sede en Washington, el nivel de imagen de la superpotencia americana se ha desplomado en un conjunto de países aliados y colaboradores. Para no mencionar al resto del mundo, donde esa percepción negativa es abrumadora a finales de septiembre. A pocos días del 1 de octubre resulta interesante tenerlo presente.
*Augusto Soto es director de Dialogue with China Project.