La pandemia está redefiniendo el tiempo lineal al que estábamos acostumbrados en la era global de la reciente, pero ya antigua normalidad. Impensadamente se han acelerado desiguales vectores de desarrollo; por ejemplo, los trenes intercontinentales, nuestros teléfonos inteligentes (y ordenadores), así como las ciudades. Hace unos años el libro El mundo es plano, del estadounidense Thomas Friedman, sacudió la percepción de gobernantes y analistas al plantear que nos encontrábamos ante un nuevo capítulo histórico de “aplanamiento” del mundo, en que todos los centros del conocimiento, además de empoderados individuos, se estaban conectando en una red global conducente a una era de prosperidad e innovación. Ahora con el COVID-19, con más clarividencia estamos entendiendo que dependemos de los demás y que el destino, además de ser individual, ha devenido de veras en uno común, pese a las fuerzas que lo niegan.
De manera que cabe entender bien los acontecimientos, pero sobre todo las tendencias a las que parecen apuntar. Por ejemplo, algunas ciudades importantísimas de China y España se están reacercando con originalidad. Pese a los vuelos interrumpidos por la pandemia (y paralelamente al tráfico marítimo que continúa) este reacercamiento se da a través, primero, de un tren que, salvo una breve interrupción, no ha cesado de ir y venir entre Yiwu y Madrid, y paralelamente por medio del ciberespacio (asunto mayor debido a las lenguas de rango universal de ambos países).
La crisis está dando más sentido a lo que el destacado diplomático español Luis Francisco Martínez Montes ha característicamente definido como sello del vínculo entre China y España: “Una relación plurisecular entre dos grandes países situados en los extremos del continente euroasiático”.
Más que un transiberiano: los cambios del tren Yiwu-Madrid
En agosto de 1989, en el tramo final del período de la Guerra Fría, al cruzar Eurasia entre Beijing y Berlín con escala en Moscú, constaté las notabilísimas restricciones comerciales y limítrofes propias de entonces. Durante el período siguiente, los países postsoviéticos idearon algunas nuevas líneas férreas, básicamente de significado local y regional. Finalmente, China sorprendió al mundo en diciembre de 2014 con un tren verdaderamente euroasiático entre Yiwu y Madrid. Desde esa fecha y hasta fines de mayo de este año, el tren ha partido desde su origen en dirección a nosotros unas 200 veces. En este lapso se han mejorado los servicios de refrigeración e incluso acortado los tiempos del trayecto que cubre 13.052 km a lo largo de ocho países. Se ha pasado de cerca de 20 a 16 días de viaje, con ramales que desde Duisburgo, además de hacia Madrid, han agregado destinos hacia Londres y Milán.
Con el COVID-19 se ha añadido un impresionante y valioso material sanitario a lo que ya venían siendo cargamentos variadísimos, que han incluido relojes con pulsómetro, complementos de bluetooth y electrodomésticos, además de piezas de repuesto de automóviles y productos eléctricos. A partir de abril, cuando se reanudaron los viajes tras el espectacular arrinconamiento del virus en China, el cargamento sanitario ha prevalecido. Por ejemplo, el tren llegado el 6 de abril a Madrid transportó material sanitario enviado por la empresa china YXE, que incluyó 111.000 mascarillas y 766 trajes de protección. En tanto, a inicios de julio llegaron más de 250 toneladas consistentes en mascarillas, trajes de protección y productos sanitarios adquiridos por el Gobierno español.
Más que un 5G: la oportunidad ofrecida por Huawei
Paralelamente, estos cuatro meses han visto aumentar espectacularmente el uso masivo de tecnologías digitales potenciadas por infraestructuras, conexiones y dispositivos, un entramado muy asociado a Huawei, la firma china que forma parte de la cotidianidad de millones de españoles. No en vano, a punto de cumplir 20 años en España, fue aquí donde la empresa empezó la expansión geográfica a nivel europeo, y como con el tren Yiwu-Madrid, España cuenta con madurez en la infraestructura desplegada. Importa recalcar que tenemos más kilómetros de fibra óptica que la suma de Alemania, Italia, Francia y el Reino Unido.
Según la directora de Relaciones Institucionales de Huawei en España, María Luisa Melo, en el corto período de esta pandemia, “el tráfico de red ha aumentado un 40 % y el servicio de voz un 50 %. En tanto, el teletrabajo ha pasado de un 4 % a un 46 %”. A las puertas del despliegue de la tecnología del 5G en España, Huawei ha constado que la actividad económica, la educación escolar o el ocio y las actividades personales habrían sido bien otras sin el andamiaje tecnológico al que ha contribuido en este tiempo. Si hacemos un esfuerzo en recordar, el sistema resistió entero el extraordinario flujo de datos durante lo más álgido de la casi doble cuarentena.
De manera que la actual situación es una oportunidad para la digitalización de muchas industrias. En verdad, la realidad mostrará la relevancia que el 5G supone como nuevo paradigma tecnológico en el teletrabajo y en los sectores industriales que particularmente deberemos desarrollar.
Más que ciudades dispersas: ciudades que dialogan
En tanto, Wu Haitao, flamante embajador de China en España y con décadas de experiencia en Naciones Unidas, se acaba de reunir con las más altas autoridades de Madrid para analizar las experiencias de ambas administraciones en la lucha contra el nuevo coronavirus e intensificar la cooperación ante potenciales rebrotes. Paralelamente, en estos mismos días de julio, Lin Nan, cónsul general de China en Barcelona, ha publicado un artículo en el diario La Vanguardia titulado: “Normalidad, cooperación, multilateralismo y oportunidad”. En él señala con realismo que seguirán produciéndose emergencias sanitarias mundiales y ha recordado que en tanto seres humanos “nos tenemos mutuamente” y, por ello, debemos interactuar. Estas palabras que ayer se habrían entendido únicamente como poéticas y de sabiduría humanística, hoy reflejan su parte de puro realismo.
En efecto, parece que estamos más interconectados de lo que suponíamos. Es relevante leer las más recientes noticias publicadas el 26 de junio por investigadores de la Universidad de Barcelona, que indican que han detectado indicios del virus del COVID-19 en aguas residuales de Barcelona en marzo de 2019. O sea, casi un año antes de detectarse en Wuhan. Este reciente resultado (sobre el que faltan aún más opiniones científicas) se ha venido a sumar a estudios similares en otros países, que han también detectado muestras del virus en París a fines de 2019, además de en el norte de Italia y Brasil, mucho antes de los brotes masivos universalmente conocidos de inicios de 2020.
Lo anterior demanda colaboración entre países y ciudades para comprender bien el puzzle que tenemos ante nuestros ojos en la mayor crisis global en tiempo real en la historia de la humanidad, porque agilizar una colaboración entre urbes cosmopolitas que comparten información actualizada puede incidir en la investigación de la más eficiente vacuna factible.
Hoy lo que es clave y creativo demanda emprendimiento y soluciones rápidas. Es precisamente el sentido en el que hoy avanzan el tren Yiwu-Madrid, el 5G de Huawei, así como el mayor acercamiento entre Beijing y Madrid, e igualmente la colaboración entre especialistas sanitarios y científicos de las principales ciudades españolas y ciudades como Shenzhen. A buen entendedor, pocas palabras.
*Augusto Soto es director del proyecto Dialogue with China, y representante en España de la revista China Hoy.