El proceso de reforma y apertura de la República Popular China ha sido, sin lugar a dudas, uno de los eventos históricos y socioeconómicos más relevantes de los últimos siglos; recuerdo en 2011 haber presentado el libro Hacia un diálogo entre México y China. Dos y tres décadas de cambios socioeconómicos del Centro de Estudios China-México de la Facultad de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) en el Senado de la República con la participación del embajador chino Zeng Gang al respecto. En ese entonces ya se avisoraban efectos cuantitativos y cualitativos de mayor envergadura, los cuales han ido en aumento hasta 2018.
Más recientemente el presidente Xi Jinping -en su discurso en la APEC de noviembre de 2018- justamente destacó algunos de los resultados de este proceso: la reducción de la pobreza de más de 740 millones de personas, el incremento del ingreso per cápita durante 1978-2017 en 23 veces, masiva generación de empleos de mayor calidad, así como la presencia de la segunda economía mundial -según otras estimaciones ya es la principal economía global- con un espectacular crecimiento en el comercio y las inversiones (tanto de entrada como de salida).
Desde una perspectiva latinoamericana estos 40 años de reformas y apertura de China también son notables por cambios cualitativos: se ha convertido en una potencia tecnológica que ha logrado un efectivo proceso de escalamiento tecnológico y de un real incremento en la calidad y el nivel de vida de su población, no solo reflejado en el consumo, sino que también en el creciente turismo, entre otros aspectos. Además de estos aspectos domésticos, en estas décadas China también ha logrado una presencia institucional internacional notable: la Iniciativa de la Franja y la Ruta refleja justamente una propuesta de un proceso de “globalización con características chinas”, acompañada de docenas de proyectos, programas e instituciones que ofrece particularmente a los países en vías de desarrollo.
Este espectacular crecimiento también se ve ensombrecido por masivos retos y significativas tensiones, particularmente en el ámbito internacional y en su relación con Estados Unidos. No obstante, y haciendo de nuevo referencia al discurso del presidente Xi Jinping en la APEC, China continuará en forma coherente con el proceso de reforma y apertura en China y en el ámbito global.
La comprensión de estos resultados y particularmente de las cuantiosas iniciativas y mecanismos propuestos por China a América Latina y el Caribe (ALC) -concretamente dos libros blancos de 2008 y 2016, así como docenas de propuestas en el marco del Foro CELAC-China-, todavía han sido limitados en temas específicos como el comercio, el financiamiento, la inversión extranjera directa y proyectos de infraestructura: en un reciente análisis de la OIT se calcula que durante 2000-2017 China había generado alrededor de 2 millones de empleos en ALC. Es imperante entonces invertir en instituciones públicas, privadas y académicas en ALC para mejorar la comprensión de estas décadas de desarrollo en China y para extender y profundizar la relación puntual de la región con China.
* Enrique Dussel Peters es profesor del posgrado en economía y coordinador del Centro de Estudios China-México de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
