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Una reparación histórica para el campo

2021-04-06 13:10:00 Source:China Hoy Author:SALVADOR MARINARO*
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Salvador Marinaro, doctor en Estudios Globales y profesor en la Universidad Fudan.

 

Wang Wei, poeta de la dinastía Tang, escribió sobre su retiro en las montañas Zhongnan: “Vivo al pie de los cerros/ cuando lo deseo, me voy solo a contemplar la belleza de las cosas, ya que uno se conoce solo dentro de sí mismo/ camino hasta el lugar último de las aguas, me siento y miro cómo nacen las nubes/ si por azar me encuentro con un anciano en el bosque, entonces charlamos y reímos”.

 

La belleza y placidez de la vida en el campo es uno de los tópicos más destacados de su obra. Arroyos tornasolados que serpentean entre las montañas, bosques de bambú y árboles de cerezos lanzando sus flores al aire son algunas de las visiones que despertaron el disfrute y la meditación de un poeta que fue signo de su época

 

Lo cierto es que el campo ha ocupado un lugar central en las artes y la filosofía, sin mencionar la economía o el gobierno de China durante siglos. Desde pintores y pensadores inspirados por la belleza natural hasta movimientos políticos que colocaron al campesinado como el principal actor para el cambio social, el pasado del país asiático estuvo en gran medida definido por su modo de producción rural. Las necesidades de alimentar a la población más numerosa del planeta se sumaban a los desafíos de administrar un territorio que se caracteriza por su extensión. Tal vastedad abarca desde los desiertos y planicies de Asia Central hasta los terrenos fértiles, cruzados por lagos al sur del río Yangtsé, junto con la diversidad humana y étnica que se encuentra entre sus montañas y mares.

 

Uno de los más fructíferos

 

El profesor de estudios chinos de la Universidad de Harvard William Kirby señaló que el campo chino fue tradicionalmente uno de los territorios más fructíferos a nivel mundial. Si se tenía en cuenta la producción sobre la superficie cultivable, la agricultura china superaba históricamente a la de otros países reconocidos por su producción de alimentos. Esta característica en gran medida estuvo basada en el trabajo del campesinado chino y aseguraba el sostenimiento y desarrollo de la población en el Reino del Centro.

 

Si la ruralidad ocupó un lugar central en el pensamiento y la historia económica de la China clásica, desde el inicio de la política de Reforma y Apertura en 1978, el campo y sus habitantes han vivido un conjunto de transformaciones tan aceleradas como las que se observaron en el resto del país. A través de políticas como la instalación de las Zonas Económicas Especiales, el desarrollo chino tuvo su epicentro en las ciudades de la costa del Pacífico, mientras que el campo fue quedando en un lugar secundario.

 

Los resultados de estas políticas fueron descritos por el Banco Mundial, que señaló que más de 600 millones de personas salieron de la pobreza en solo cuatro décadas. Este fenómeno podría pensarse como la transformación social más numerosa y acelerada de la historia. Si bien la inversión sostenida en infraestructuras hizo que la frontera del desarrollo económico avanzara hacia el oeste y el interior del país, las diferencias sociales se acentuaron entre el campo y la ciudad; un fenómeno que se profundizó en los últimos quince años.

 

La rápida industrialización de China conllevó el crecimiento de las grandes urbes y una sostenida migración interna. Los números hablan por sí solos. De acuerdo con los estudios realizados por la Academia China de Ciencias Sociales, la tasa de urbanización en 2019 abarcaba a más del 60 % de toda la población. Cuarenta años antes, este número solo involucraba al 17,2 % de los chinos. En ese período, el crecimiento de la población urbana subió más de dos puntos porcentuales cada año.

 

Eso significa que en solo dos generaciones, las personas que trabajan y desarrollan sus vidas en las grandes ciudades se cuadruplicó. En el mismo periodo, el campo vio disminuir su población joven que fue en búsqueda de mejores oportunidades. Una metrópoli como Shenzhen, en la cual la edad promedio de sus habitantes no supera los 30 años, muestra cómo el despliegue económico también implicó el movimiento interno de la población.

 

22 de agosto de 2020. Un grupo de habitantes de la aldea de Atulie’er recién trasladados al distrito de Zhaojue, en la provincia de Sichuan, gracias a la estrategia de reasentamiento para quienes viven en zonas inhóspitas. Dong Ning

 

El dilema del siglo XXI

 

Este proceso es similar al que enfrentó Europa Occidental y Estados Unidos en el siglo XIX y principios del XX. Sin embargo, aquello que del otro lado del mundo se vivió a lo largo de 100 o 150 años, en China fue de una rapidez tal que millones de personas pudieron observar cómo se transformó el paisaje ante sus propios ojos. Este efecto colocó a China ante el dilema más importante del siglo XXI: ¿cómo alcanzar un desarrollo equilibrado, equitativo socialmente y con respeto a la naturaleza?

 

Toda respuesta posible a esta pregunta involucra una nueva manera de pensar la relación entre el campo y las ciudades. Las políticas de alivio a la pobreza, que desarrollaron las autoridades chinas entre 2017 y 2020, implicaron mejoras en la conectividad, las condicionales habitacionales, educativas y de acceso a los servicios básicos en algunos de los poblados más remotos del país. Según plantean las autoridades, es momento de avanzar hacia el siguiente paso y mejorar la productividad y la capacidad adquisitiva de los habitantes.

 

Un ejemplo de las políticas previas se puede observar en la aldea de Atulie’er, en la zona montañosa del sur de la provincia de Sichuan. Gracias a una serie de videoreportajes que se difundieron en mayo de 2016, millones de ciudadanos chinos vieron cómo los niños del pueblo debían cruzar acantilados, senderos escarpados y trepar por escaleras construidas a mano para ir a la escuela. Las autoridades llamaron la atención sobre las condiciones en el lugar y convocaron a duplicar los “esfuerzos en la lucha contra la pobreza”. Tres años después, la aldea fue convertida en un destino turístico y sus habitantes fueron relocalizados en la ciudad más cercana.

 

En este aspecto, el crecimiento de la clase media urbana y el mercado interno está unido a una nueva ruralidad en China. Demandas de alimentos de calidad, aplicaciones tecnológicas, productores locales que venden de modo directo a través de redes sociales y aplicaciones digitales y desarrollos hoteleros para potenciar el turismo son algunos de los proyectos que están cambiando la fisonomía del campo en China.

 

De hecho, el Gobierno ha señalado la “revitalización del campo” y la “seguridad alimentaria” como dos objetivos principales del sector agrícola para el XIV Plan Quinquenal (2021-2025). Estas políticas implican inversiones en tecnología para incrementar la productividad y expandir la cantidad de terreno cultivable, como así también asegurar el ingreso a la educación y los servicios esenciales para la población rural.

 

Toda revitalización económica conlleva un aspecto poblacional: el rejuvenecimiento del campo implica que los jóvenes encuentren oportunidades en el lugar donde nacieron y que los habitantes locales vean satisfechas sus aspiraciones de ascenso social. Esto puede ser visto como una reparación histórica que busca otorgarle al campo el lugar destacado que tuvo en la historia y la cultura china y su rol en el desarrollo del país.

 

 
 
*Salvador Marinaro es doctor en Estudios Globales y profesor en la Universidad Fudan (Shanghai, China).

 

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Editor: Wu Wen Da-->

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