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Recuerdos del campo

Source:China Hoy Author:HUANG FARONG
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Nací en 1978 en una aislada aldea de Linchuan, en la provincia de Jiangxi. Ese año China empezó a aplicar la política de reforma y la apertura, así como el sistema de responsabilidad en la producción por contrato familiar. Los aldeanos mayores me contaban que la vida antes de la reforma y apertura había sido muy difícil en términos económicos. Posteriormente, la situación de nuestra familia fue mejorando poco a poco. Mi padre era cantero y todos los días –excepto en la temporada de intenso trabajo agrícola y en aquellos de lluvia y mal tiempo– salía a construir viviendas en otras aldeas. Mi madre se dedicaba a los quehaceres agrícolas en casa.

 

Cuando tenía seis años recuerdo que mi padre levantó una pocilga en la cual criamos una cerda. Cada mañana, después de darle su ración de alimentos, la dejábamos salir al bosque y ella misma regresaba a su pocilga al atardecer. Nuestra cerda daba crías dos veces al año. Mi madre, muy laboriosa, plantaba soyas tiernas y cosechaba soyas amarillas en otoño, con las cuales preparaba una sopa que servía de alimento para las crías tan pronto estas cumplían 20 días de nacimiento. Las crías crecían rápido y, cuando llegaban a pesar entre 20 y 30 kilos, las vendíamos a un buen precio.

 

Teníamos también un búfalo que nos ayudaba en el cultivo y que entró a ser parte de nuestra familia. Cada día, después de regresar a casa, mi padre solía tocar su vientre para ver si había comido suficiente. En aquellos años, poseer un búfalo era muy valioso. Con el dinero ahorrado en muchos años, mi padre decidió levantar nuestra casa. Nuestra familia llegó a ser la primera en construir una vivienda de ladrillos y tejas.

 

Más tarde entró en funcionamiento el contrato de campos. Nuestra familia de cinco miembros (mis padres, mi hermana menor, mi hermano menor y yo) recibimos en total una hectárea, en donde cosechábamos 20 toneladas de cereales al año, de las cuales 10 vendíamos al Estado.

 

El autor posa ante su escuela secundaria.

El trabajo como camino a la prosperidad

 

A principios de la década de 1990, el mercado se volvió mucho más activo. Unos amigos buscaron a mi padre para convencerlo de vender fertilizantes, los cuales solo eran comercializados por entidades estatales. Mi padre los compraba al por mayor a esas entidades y los llevaba a las casas de los aldeanos. Si no tenían efectivo, mi padre los esperaba hasta que llegara la temporada de cosecha. Él, además, transportaba costales de arroz a las fábricas estatales y privadas para venderlos.

 

Gracias al esfuerzo de mis padres, a mediados de los años 90 levantamos una casa de ladrillo de dos pisos. Cuando este tipo de estructura se puso de moda, mi padre dejó de ser cantero para convertirse en comerciante. Mi madre se encargaba de los asuntos en el campo. Mi hermano menor y yo fuimos sus ayudantes. A veces, en las vacaciones de invierno y verano, mi padre me llamaba para que lo acompañara por aldeas y callejones a vender fertilizantes, o para que le ayudara a hacer las cuentas.

 

El aumento de fábricas a lo largo de la costa generó una gran demanda de mano de obra. Muchos jóvenes campesinos se iban de sus pueblos natales. Yo no pude ingresar a la universidad, así que me fui con unos familiares a trabajar a Shenzhen, en la provincia de Guangdong. Mi aspiración era estudiar administración, pues quería ser un gran comerciante.

 

En 1999, después de pasar un examen, llegué a ser obrero reparador en una fábrica de Shenzhen. Ganaba más de 200 yuanes al mes, de los cuales un gran porcentaje enviaba a mis padres. En mi tiempo libre estudiaba una carrera profesional. Un año después cambié de trabajo y entré como técnico en una empresa de capitales hongkoneses.

Temporada agrícola en el distrito de Qingjiang (actual ciudad de Zhangshu), provincia de Jiangxi, en 1987.

El comercio de arroz

 

En 2001, China cambió su política de monopolio estatal en el comercio de granos, lo que permitió la participación de las empresas privadas en este sector. Con mi apoyo, mi padre entró como accionista en una fábrica de arroz. En junio de ese año renuncié al trabajo y regresé a mi pueblo natal para dedicarme a un negocio de ventas de sandía y arroz. Ese invierno me casé con una chica a la que conocí a través de una casamentera.

 

El campo había cambiado mucho. Todos los caminos entre los distritos y los pueblos habían sido ya pavimentados. Sectores como los de cereales, fertilizantes químicos y pesticidas estaban abiertos a las empresas privadas. La economía rural había alcanzado un gran desarrollo. Muchos campesinos habían construido casas de dos o tres pisos, y algunos usaban hornillas a gas y tenían televisores a color y motocicletas. Ni bien terminaban la secundaria, muchos jóvenes aprendían un oficio o buscaban trabajo fuera de sus pueblos. Había poco desempleo.

 

A inicios de 2005, debido a una caída de beneficios en el mercado del arroz, el molino en el que mi padre había invertido enfrentó una serie de desafíos. Los accionistas querían cerrarlo o transferir sus participaciones. Yo creía en su buen desarrollo a largo plazo y solicité un préstamo para comprar las acciones. A su vez, compré una gran cantidad de arroz de bajo precio y procesé un tipo de arroz más suave que iba más con el gusto de la gente de Chaoshan, en la provincia de Guangdong. Así gané no solo grandes beneficios, sino también la confianza de los clientes. Recuperé mi inversión en menos de dos años. A medida que mi negocio crecía quise mejorar mi capacidad de gestión, por lo que asistí a cursos de gestión empresarial.

 

En 2008 estalló la crisis financiera. Un gran número de fábricas de la costa quebraron y muchos trabajadores quedaron desempleados. Las ventas de mi fábrica cayeron en picada. Las máquinas que antes funcionaban día y noche para abastecer la demanda estuvieron paradas durante semanas. El arroz que había comprado a un alto precio se quedó almacenado, pues durante dos semanas no tuve ningún pedido, incluso ofreciendo grandes descuentos. Me era difícil pagar los gastos y los préstamos bancarios. Ante esta presión financiera, muchos compañeros se rindieron.

 

Sin embargo, yo insistí en esta industria. En ese invierno tan severo logré sobresalir entre la competencia. Mientras mantenía los lazos con los clientes antiguos, me propuse explorar el mercado local. Comencé a modificar la estructura de la producción y las ventas, y poco a poco me fui recuperando. La fábrica de arroz se mantuvo en funcionamiento.
La familia de Huang Farong en el Parque Binhe de Fuzhou en 2012.
 
Taller de la Empresa de Arroz Yongxing de Fuzhou, en la provincia de Jiangxi.

La cooperativa de agricultores

 

En 2008 establecí una cooperativa de agricultores y alenté a mi hermano menor a instalar una granja. Ambas entidades contaban con toda la cadena de producción, procesamiento y venta de granos. En 2011, los caminos pavimentados se extendieron hasta llegar a mi pueblo.

 

Gracias a la mejora del transporte logré transferir el derecho de uso de todas las tierras de cultivos a los contratistas de la aldea. Cooperé con empresas tabacaleras para que se rotaran los cultivos de arroz y tabaco, lo que hizo que los aldeanos empezaron a obtener mayores ingresos. Al año siguiente, el aumento de la recaudación llamó la atención del gobierno local, el cual solicitó para nosotros un proyecto que condujo a una mejoría del transporte de mercancías.

 

En ese entonces cooperé con agricultores de todo el país y recibí una licencia nacional como nutricionista de segundo nivel académico, gracias a la cual desarrollé alimentos saludables basados en una variedad de granos. Además, ofrecía consultas gratuitas a los agricultores locales.

 

En 2015 me inscribí en un programa para obtener el título de pregrado en la Universidad Abierta de Fuzhou, lo que me permitió adquirir mayor información y conocer a más emprendedores que tenían el interés de abrir sus negocios en áreas rurales. Al año siguiente firmé contratos con tres compañías para proporcionarles arroz de buena calidad, y asesoraba a los campesinos en la cría de patos y peces en las tierras donde se cultivaban arroz rojo, morado y negro.

 

En 2017 la Academia de la Administración Estatal de Granos me compró arroz integral por su buena calidad y me invitó a participar como investigador en uno de sus programas. A fines del año pasado, mi fábrica y la empresa de alimentos Gu Yi Jia de la provincia de Jiangxi establecieron la Compañía de Alimentos de Grano Entero de Fuzhou. La alianza comercial se efectuó con el fin de elaborar comida rápida altamente nutritiva sobre la base del arroz integral. Con el fin de mejorar la calidad del arroz integral, fundé la Asociación de Ciencia y Tecnología para la Plantación y Elaboración de Arroz.

 

Espero promover a que más campesinos tengan un buen trabajo y emprendan el camino hacia una mayor prosperidad.
 
*Huang Farong es director del Consejo de la Empresa de Arroz Yongxing de Fuzhou, en la provincia de Jiangxi.

 

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Editor: Wu Wen Da-->

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