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Un viaje por Gannan y Golog

2021-05-07 12:58:00 Source:China Hoy Author:A REN*
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 El Templo Labrang, situado al pie del monte Fengling, en la prefectura autónoma tibetana de Gannan, provincia de Gansu, es uno de los seis templos de la secta Gelug del budismo tibetano y es, a la vez, conocido como el “Colegio del Budismo Tibetano del Mundo”.

 

El río Rongwo, al sur de la provincia de Qinghai, ha nutrido una rica tierra a la cual los tibetanos llaman Regong, cuyo significado es “valle dorado”. Se trata de un lugar ampliamente conocido por los amantes de las obras thangka (obras de arte budistas tibetanas elaboradas en algodón o seda), así como el pueblo natal de extraordinarios artistas nacionales.

 

El hermoso humedal de Walwangtsang se asemeja a una pintura.

 

El glorioso Templo Labrang

 

En lengua tibetana, labrang quiere decir “residencia del Buda Viviente”. Construido en 1709, durante el 48.° año de reinado del emperador Kangxi de la dinastía Qing, está formado por un grupo de templos y palacios, cuya escala es tan grandiosa que solo es inferior a la del Palacio Potala. Cuenta con más de 90 templos y palacios con un total de 10.000 habitaciones, incluyendo seis institutos tibetanos, 16 palacios budistas, 18 mansiones del Buda Viviente, una residencia para monjes, un altar explicativo de sutras, un instituto de imprenta de sutras, una torre budista, entre otras edificaciones. Asimismo, hay más de 24.000 figuras de Buda en todo el complejo.

 

En su apogeo albergó aproximadamente a 4000 monjes y fue el centro político, religioso y cultural del pueblo tibetano en la frontera entre Gansu, Qinghai y Sichuan. Por otro lado, presenta el corredor más largo del mundo de ruedas de oración –las cuales suman más de 2000–, que a su vez bordean todo el templo con una longitud total de 3,5 km, por lo que se necesita al menos una hora para dar la vuelta completa. A diferencia de otras ruedas de oración, las del Templo Labrang están hechas de madera y pintadas de vivos colores. Este singular lugar, en el que se vislumbran las huellas del tiempo y el rostro áspero de los devotos, es también perfecto para quienes desean capturar imágenes con sus lentes.

 

Detrás de los pasos de los devotos tibetanos, damos media vuelta alrededor del pasillo, sintiendo la solemne atmósfera que nos rodea. Al entrar en el Templo Labrang, visitamos los palacios budistas e institutos, bajo la guía de un monje –llamado aka por la gente local–, quien nos explica detalladamente la historia detrás del templo, además de la función que cumple cada palacio.

 

El Templo Labrang es un instituto de enseñanza superior de budismo tibetano, compuesto por seis centros: Wensi, Xubuxia, Xubushang, Yixue (medicina), Shilun y Xijingang. Solo visitamos tres de ellos, mientras el aka nos explica que quienes deciden estudiar acá, lo hacen de forma voluntaria previo consentimiento de su familia. Tras 15 años de estudio, participan en un examen para graduarse, que a diferencia de aquel de las escuelas tradicionales, se basa en la discusión de sutras.
Además de ser un monasterio, el Templo Labrang también es un colegio de tibetología de alto nivel.

 

 

En el centro del templo se halla el Instituto Wensi, con un tablero que muestra tres caracteres que dicen “Templo Huijue”, escritos por el emperador Qianlong de la dinastía Qing. El instituto fusiona el estilo arquitectónico tibetano y el estilo clásico de los palacios antiguos. Su techo cuenta con tejas de acero doradas y decoraciones con motivos de cabras de bronce, ruedas del dharma, pendones, entre otros. El palacio principal de Wensi tiene 100 metros de ancho por 75 de largo, con 117 columnas y una capacidad para 3000 personas. Ya que no hay ventanas en el palacio principal, la iluminación proviene de más de cien lámparas de aceite. Las columnas están envueltas cuidadosamente con franela, y entre ellas cuelgan diversos bordados con imágenes de Buda. A la vez, a ambos lados del palacio hay dos grandes murales también de Buda, además de 500 estatuas de su figura. En el centro del palacio se veneran retratos del emperador Taizong de la dinastía Tang, el rey Songtsen Gampo y Jiamuyang, fundador y primer Buda Viviente del Templo Labrang. En su parte superior se halla la sala de exhibición de reliquias históricas y tesoros.

 

El Templo Shouxi es el mayor entre todos los templos de Labrang. Tiene un total de seis pisos con más de 20 metros de altura. Su parte superior sigue la forma tradicional de un palacio, con un alero curvado hacia arriba en sus cuatro esquinas, decoraciones de teja de acero dorado, y motivos de leones, dragones, ruedas budistas, entre otros. También cuenta con una estatua dorada de Buda de más de 10 metros de altura, hecha por maestros de Nepal.

 

En el pabellón de colección de sutras se hallan estanterías repletas de libros envueltos de seda, entre los cuales destaca Dazangjing (Tripitaka) con sus más de 200 tomos. En total, hay más de 65.000 títulos, así como más de 7000 planchas de impresión de grabado en madera. La colección de libros le da un carácter particular al Templo Labrang, que además ejerce una gran influencia en el resto de templos lamaístas de China.

 

El Templo Labrang suscita una gran admiración entre quienes lo visitan por las costumbres y creencias locales.
Un pintor dibuja cuidadosamente un thangka.

 

 

El impresionante lago Donggeicuona

 

Tras un día de viaje, llegamos por la noche al distrito de Tarlag, en la prefectura de Golog. Los pobladores ya se encuentran bailando y cantando en la Plaza Drumo. Aquí uno de los atractivos turísticos es la visita al humedal y la puesta de sol en Gesarlinka, ubicado en un monte detrás de la plaza.

 

Donggeicuona, situado en la cuenca del distrito de Madoi, en el suroeste de la prefectura de Golog, es un lago salado en la zona de Qaidam. Tiene una superficie de 232,2 km2 y se encuentra a 4082 msnm, con 48 metros de máxima profundidad. Aunque no es tan grande como el lago Qinghai, tiene un paisaje similar, con la cordillera a un lado y planos prados al otro. Al sentarse en lo alto, uno puede contemplar el bello paisaje que las gaviotas cabecinegras han convertido en su hábitat natural y donde revolotean por los aires.

 

Caminamos por la orilla del lago buscando huellas de asnos salvajes tibetanos. Lamentablemente no los encontramos, pero, en cambio, vemos un antílope tibetano solitario, que ni bien siente que estamos próximos, se escabulle rápidamente.

 

El arte sagrado thangka

 

Siguiendo la misma ruta llegamos hasta Villa Mengtu, un restaurante tibetano en un callejón del distrito de Tongren, en la prefectura autónoma tibetana de Huangnan. Desde la plataforma del restaurante, se puede contemplar el río Rongwo, que guarda un particular nexo con el famoso “arte Regong”. Tras el derrubio del río Rongwo, nació entre las altas montañas y los profundos valles del sur de Qinghai una tierra divina llamada Regong, cuyo significado es “valle dorado”. Como afluente del río Amarillo, el Rongwo se origina en la zona montañosa Racha del distrito de Tsekhok, prefectura autónoma tibetana de Huangnan, a 4000 msnm.

 

El río se extiende de sur a norte, pasando por el pantano del prado Tsekhok y el bosque Mashok, donde se nutre de la flora del lugar. Al llegar al distrito de Tongren, su altitud desciende a 2000 msnm. Sin embargo, luego de que el río Amarillo sale de Qinghai y penetra en Gansu, el Rongwo entra de nuevo en Qinghai formando una gran curva, para luego dirigirse hacia el norte, donde el agua impetuosa divide el valle de Rongwo en dos. El río Rongwo pasa por Tsekhok y Tongren, dos distritos bajo jurisdicción de la prefectura autónoma tibetana de Huangnan, en la provincia de Qinghai. De ahí que los tibetanos llamen a esta área como la “zona Regong”.
Gaviotas cabecinegras en el lago Donggeicuona.

 

 

El “arte Regong”, que tiene su origen aquí, es parte integral del arte del budismo tibetano en China, con un amplio alcance e influencia. La gran cantidad de artistas dedicados a la pintura y escultura budistas en este lugar –lo cual es raro en otras zonas tibetanas– le han granjeado el apodo de “poblado de los pintores tibetanos”. Todas las personas provienen de familias de artistas, cuyos días transcurren pintando obras thangka o arte sagrado budista.

 

A lo largo del río Rongwo, llegamos al Templo Wutunxia. Cuando fue construido, se trataba de un templo pequeño de la secta Ningma, cuyos descendientes lo llamaron Magongniangwa, que significa “antiguo templo materno”. Durante el reinado del emperador Chongzhen de la dinastía Ming, Tongkhor Dogyu Gyatso –maestro que enseñaba los sutras de Sharutsang Ganden Gyatso, el primer Buda Viviente del Templo Rongwo– se encargó de ampliar el templo, imprimiéndole el distintivo estilo de la secta Gelug.

 

A mediados del siglo XVII, Drakarri Ngok Rigpa –discípulo de Sharutsang Ganden Gyatso– construyó el Templo Toumao, al pie de la aldea de Wutun. De este modo, ambos templos se convirtieron en el lugar donde la gente rezaba y hacía ofrendas. Más adelante, debido al derrumbe de tierra donde se hallaban los templos, se decidió unir a Toumao y Magongniangwa, los que se pasaron a llamar Templo Wutunsixia. Por el complejo religioso transitaron destacados personajes, toda vez que el pasillo donde se giran las ruedas de oración y las torres budistas están pintados con delicados motivos de gran colorido y que expresan el profundo carácter local.

 

Al entrar en una aldea, notamos de inmediato los marcos de las puertas, bellamente pintados de un distintivo estilo. Mientras tanto, en un hogar tibetano, tres artistas pintan obras thangka con intrincados motivos. El dueño de la casa nos explica que una pintura thangka de este tamaño requiere tres meses y dos artistas para ser completado, lo cual la convierte en una verdadera obra de arte. Al preguntar por su valor –unos 6000 yuanes (917 dólares)– el monto parece más que razonable.
El humedal en el distrito de Tarlag tiene forma de red.

 

La pintura tradicional thangka exige una serie de complicados pasos. Se deben seguir exactamente las reglas estipuladas en los sutras y los requisitos del maestro, como realizar una ceremonia antes de comenzar a pintar, la elaboración de la tela, el dibujo de un borrador, la elección de los colores, el trazado de líneas, la colocación de un bastidor, el kaiguang (un rito de consagración), entre otros pasos. Por ello, pintar un thangka puede tardar desde seis meses hasta incluso 10 años.

 

Tradicionalmente, para pintar un thangka se utilizan pigmentos a base de piedras preciosas (oro, plata, perlas, ágata, coral, malaquita y cinabrio) y plantas (azafrán, ruibarbo, índigo, entre otras), lo que revela su carácter sagrado. Estos pigmentos naturales les imprimen un vivo color a las obras thangka, incluso a pesar del paso del tiempo.

 

Con estas inolvidables escenas, el viaje a Gannan y Golog ha quedado plasmado en mi memoria.

 

 
 
*A Ren es un escritor independiente.

 

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Editor: Wu Wen Da-->

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