26 de mayo. Microchips en una exhibición de Beijing. Xinhua
En los últimos años, una serie de acciones por parte de políticos estadounidenses han dejado claro su intento por contener el desarrollo de las industrias de alta tecnología de China. En 2022, Estados Unidos aprobó la Ley de Chips y Ciencia, la cual incluye cláusulas que limitan a los fabricantes de chips que recibían subvenciones en virtud de la ley a realizar actividades normales de inversión y comercio en China y restringía la cooperación entre China y Estados Unidos en materia de ciencia y tecnología. Asimismo, el país ha incitado a sus aliados a cortar el suministro de chips semiconductores a China y ha intentado estrangular a muchas empresas chinas de alta tecnología con el pretexto de la seguridad nacional. Estados Unidos quiere mantener sus actuales ventajas con la mentalidad de suma cero: perturbando el comercio internacional, la inversión y el intercambio tecnológico. Estas políticas, destinadas a apisonar a China, hacen uso de cuestiones de índole económica y comercial como armas, lo cual, a la vez, está repercutiendo negativamente en la economía mundial.
China es el segundo mercado de consumo y el mayor comerciante de mercancías del mundo. Su economía ha probado ser resistente y ha seguido creciendo. El país es también una de las principales fuentes de crecimiento económico mundial y uno de los principales contribuyentes en pos de la estabilidad de las cadenas industriales y de suministro a nivel global. Por estas razones, desvincularse de China significa renunciar a una gran parte de las oportunidades de un futuro mejor, lo que acabará volviéndose en contra de Estados Unidos.
En lugar de superar a China, el intento por parte de Estados Unidos de desvincularse del mercado chino supondrá una carga insoportable para su propio desarrollo económico. Por ejemplo, desde la segunda mitad de 2022, la industria estadounidense de semiconductores ha mostrado signos de recesión y sus ventas se han reducido drásticamente. Marvell, Micron, Intel, AMD y otros gigantes industriales han iniciado despidos masivos. Además, según la Cámara de Comercio de Estados Unidos, los inversores estadounidenses podrían perder hasta 25.000 millones de dólares en plusvalías cada año, toda vez que las pérdidas asociadas al PIB podrían alcanzar 500.000 millones de dólares.
Recientemente, Estados Unidos y sus aliados empezaron a suavizar su retórica, sustituyendo la palabra “desvinculación” (decoupling) por “minimizar el riesgo” (de-risking), afirmando que acelerarán la reducción de su dependencia de China. Sin embargo, minimizar el riesgo no es más que otra forma de desvinculación, a la vez que el deseo de reprimir y contener a China sigue siendo claramente visible.
Según el Fondo Monetario Internacional, la fragmentación económica podría dificultar aún más la ayuda a muchas economías emergentes y en vías de desarrollo que siguen siendo vulnerables y que se han visto duramente afectadas por múltiples vaivenes, además de que podría costar a la economía mundial hasta un 7 % del PIB. Las acciones que perturban las cadenas industriales y de suministro a nivel mundial se apartan de los principios del libre comercio y violan la ley del desarrollo económico, de modo que las acciones que van en contra de la globalización representan el mayor riesgo para la economía mundial.
Recuperación requiere de la solidaridad
Además de los efectos persistentes del COVID-19, la intensificación de las disputas comerciales y los conflictos geopolíticos siguen debilitando la cooperación internacional de cara al desarrollo y la recuperación económica mundial. El Banco Mundial señaló que el “límite de velocidad” de la economía mundial, esto es, la tasa máxima a largo plazo a la que puede crecer el mundo sin que se produzca una inflación desatada, se desplomará hasta el mínimo de tres décadas en 2030, ensombreciendo el desarrollo de todos los países, especialmente los mercados emergentes y aquellos en desarrollo.
Estados Unidos es el principal responsable de este riesgo económico. En los últimos años, las fallas en su gobernanza interna han provocado frecuentes crisis de deuda, que no sólo han afectado su propia economía, sino que también han causado grandes fluctuaciones en el mercado financiero a nivel mundial. El aumento del techo de la deuda federal no es una solución mágica que elimine por completo la posibilidad de deudas impagas. Por el contrario, Estados Unidos sigue desplazando el lastre de su crisis al mundo, apoyándose en la hegemonía del dólar.
Para hacer frente a la elevada inflación provocada por sus ilimitadas medidas de flexibilización cuantitativa durante la pandemia y evitar una recesión económica interna, la Reserva Federal de Estados Unidos ha recurrido a repetidas y bruscas subidas de los tipos de interés. Esta política está desencadenando la depreciación del euro, una inflación galopante y otros problemas económicos y sociales en muchos países y regiones. Las turbulencias del sector bancario estadounidense, que provocaron la quiebra de varios prestamistas a principios de año, también han afectado la estabilidad del mercado financiero europeo. Como la mayor economía del mundo, Estados Unidos tiene el potencial para ser una fuerza positiva en el desarrollo económico mundial, pero también puede convertirse fácilmente en una fuente de volatilidad económica global.
China sostiene que la solidaridad y la cooperación son la clave para superar los nuevos retos de desarrollo a los que se enfrenta la comunidad internacional. Para superar el actual dilema económico, es necesario que todos los países se unan y cooperen, se opongan a la desvinculación y fragmentación de las cadenas industriales y de suministro, promuevan el beneficio mutuo y la ganancia compartida, y afronten juntos los riesgos y desafíos.
Unidad mundial por encima de la hegemonía
Con el fin de crear un marco para lograr una mayor cooperación y solidaridad, China ha presentado la Iniciativa para el Desarrollo Global (IDG), la Iniciativa para la Seguridad Global (ISG) y la Iniciativa de la Civilización Global (ICG).
La ISG hace un llamado a los países para que se adapten a los profundos cambios en el escenario internacional con un espíritu de solidaridad y aborden los complejos retos de seguridad con una mentalidad en la que todos salgan ganando. Subraya la importancia de seguir comprometidos con la visión de una seguridad común, global, cooperativa y sostenible; de trabajar juntos para mantener la paz y la seguridad mundiales; de respetar la soberanía y la integridad territorial de todos los países y de acatar los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas.
La humanidad debe ser vista como una comunidad de seguridad indivisible y los intereses de seguridad de todos los países deben ser tratados de la misma manera. El diálogo y la consulta son eficaces para resolver las diferencias. Adoptar una visión de gobernanza global que incluya amplias consultas, contribuciones conjuntas y beneficios compartidos es la manera de abordar problemas globales como el cambio climático, las crisis energéticas y la seguridad de los datos. En esta misma línea, los países deben oponerse resueltamente a una “nueva guerra fría”, abandonar los juegos de suma cero, promover la coordinación y la interacción positiva entre ellos, y utilizar sus recursos para promover el desarrollo y la prosperidad para todos.
La IDG propone fomentar un paradigma de desarrollo caracterizado por los beneficios equitativos, el equilibrio, la coordinación, la inclusión, la cooperación beneficiosa para todos y la prosperidad común. Para profundizar en las alianzas mundiales de cara al desarrollo, China se ha unido a la comunidad internacional en contra de la desvinculación y fragmentación en las cadenas industriales y de suministro, y en pos de la eliminación de las barreras al desarrollo, la libertad de los flujos de capital y tecnología, y la promoción de la innovación. La iniciativa aboga por respetar y apoyar a los pueblos de todos los países del mundo para que elijan su propia vía de desarrollo. También subraya la igualdad de derechos, normas y oportunidades para todos los países en sintonía con los principios de consultas amplias, contribuciones conjuntas y beneficios compartidos.
El camino de cada país hacia la modernización es diferente, así como su desarrollo social. La ICG ofrece soluciones chinas con el fin de ampliar el intercambio entre las civilizaciones del mundo en pos de la construcción de consensos internacionales y la promoción de valores comunes. La paz y el desarrollo han sido siempre las aspiraciones comunes de la comunidad internacional, y la equidad, la justicia, la democracia y la libertad los objetivos de los pueblos de todos los países del mundo. Al avanzar en la modernización, China no seguirá el viejo camino de la colonización y el saqueo, ni tampoco ni el camino torcido seguido por algunos países en busca de hegemonía una vez que se fortalezcan.
China persigue un desarrollo pacífico. Aboga por la coexistencia pacífica entre los países sobre la base del respeto mutuo y la búsqueda de un terreno común reservando al mismo tiempo las diferencias. El intercambio y el aprendizaje mutuo entre civilizaciones impulsarán el desarrollo y el progreso de la civilización humana.
*Zhi Zhenfeng es investigador del Instituto de Derecho de la Academia China de Ciencias Sociales; Liu Jiakun está cursando un doctorado en la Facultad de Derecho de la Universidad de la Academia China de Ciencias Sociales.