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Lo que no logran ver los detractores de China

2022-10-14 17:09:00 Source:Beijing Review Author:YAN WEI
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4 de mayo de 2021. Un grupo de jóvenes posa para una foto en la sede del I Congreso Nacional del Partido Comunista de China en Shanghai. Xinhua

Al margen de una reunión entre el presidente Xi Jinping y su homólogo argentino, Alberto Fernández, en Beijing a principios de este año, el embajador de Argentina en China, Sabino Vaca Narvaja, le dijo en mandarín a Xi que si no fuese por el Partido Comunista de China (PCCh), no existiría una nueva China.

“Gracias por su apoyo”, respondió con una sonrisa Xi, quien también es secretario general del Comité Central del PCCh. Un video que recoge esta breve conversación se hizo viral en Internet. Los comentarios de Narvaja resonaron en el país y en el extranjero, ya que un número creciente de personas ha llegado a reconocer el papel del PCCh como punta de lanza en el progreso de China.

El Partido tiene previsto convocar su XX Congreso Nacional en el segundo semestre de 2022, que marca, además, el 101.° año desde su fundación y el 73.° año que gobierna el país más poblado del mundo. Sin embargo, en ciertos sectores de la sociedad internacional, la palabra “comunismo” sigue siendo un tabú, y el PCCh continúa siendo vilipendiado a propósito, lo cual a menudo esconde motivos ulteriores y constituye un crudo recuerdo de las hostilidades ideológicas durante la Guerra Fría.

Esta situación es lamentable y debe cambiar. Una revisión de las convicciones que gobiernan al PCCh y de cómo son aplicadas en la gobernanza de China puede arrojar luz de la razón por la cual la retórica de los detractores de China es sencillamente insostenible.

Administración

El PCCh no es un bloque dirigente elitista que se sitúa por encima de sus gobernados. Sus más de 95 millones de miembros representan aproximadamente el 6 % de la población china. Junto con los que les rodean, como sus familiares y amigos, forman una red social que representa una gran parte de la sociedad china.

Tampoco llevan una vida privilegiada. Sin embargo, se les considera más progresistas, ya que comparten un fuerte compromiso con el bien común: hacer de China un lugar mejor. De hecho, el lema del PCCh es “servir al pueblo”. Por ejemplo, entre los 43.000 trabajadores médicos que acudieron a la provincia de Hubei a principios de 2020 desde otras partes de China para echar una mano luego de que el COVID-19 afectara a la provincia, 24.000, o el 56 % del total, eran miembros del Partido, según el periódico oficial del Partido, el Diario del Pueblo.

A diferencia de muchos países occidentales, en los que el gobierno es visto como un mal necesario a menudo autocomplaciente, el Gobierno chino se ha ganado un grado de apoyo mucho mayor por parte de la gente, y es visto como un agente fuerte y eficaz de cambio positivo.

El Barómetro de Confianza de Edelman de 2022, la última encuesta anual sobre credibilidad realizada por la mayor consultora mundial de relaciones públicas, mostró que el nivel de confianza de los ciudadanos chinos en su Gobierno era del 91 %, frente al 39 % de Estados Unidos.

Parte de la razón por la que el Partido goza de apoyo popular es porque trabaja y piensa junto con la gente. Desde las líneas telefónicas de las alcaldías, a través de las cuales los residentes pueden presentar quejas y hacer consultas, hasta las encuestas en línea sobre leyes y políticas estatales, la gente tiene canales accesibles para hacerse escuchar.

Cuando se formuló el XIV Plan Quinquenal (2021-25) y los Objetivos a Largo Plazo hasta el Año 2035, un programa que traza los principales objetivos de desarrollo económico y social, se realizó una encuesta en Internet en agosto de 2020, en la que fueron publicados más de un millón de comentarios. El equipo de redacción realizó cientos de ediciones basadas en ellos. Entre julio y septiembre de ese año, Xi se reunió con empresarios, científicos, economistas y expertos de otras áreas para recoger sus conocimientos, junto con realizar viajes de verificación a varias provincias. Además se les consultó su parecer a los partidos políticos no pertenecientes al PCCh. Al tener en cuenta las aspiraciones de todas las capas de la sociedad y crear un consenso, el plan se convirtió en un documento visionario y factible. Este es solo un ejemplo de cómo el Partido ejerce su liderazgo: proponiendo políticas basadas en una amplia investigación y consulta, y aplicándolas mediante la participación pública.

De hecho, si no hubiera sido por su compenetración con el pueblo, el Partido no podría haber llegado al poder en primer lugar. Los chinos eligieron al PCCh para dirigirlos tras un largo periodo de experimentos sociales. Tras la Revolución de 1911, que derrocó a la dinastía Qing (1644-1911), se hicieron numerosos intentos por introducir sistemas políticos occidentales que algunos pensaron que podrían salvar a la civilización de su decadencia. Entre ellos se encontraban el sistema parlamentario, el sistema multipartidista y el sistema presidencial, ninguno de los cuales pudo ejecutarse por no adecuarse al contexto nacional de China. Desde 1912, cuando se estableció el primer gabinete, hasta 1928, el jefe de Estado fue sustituido 10 veces y el primer ministro 59 veces, toda vez que se hicieron cambios al gabinete 45 veces. El mandato más largo fue de menos de un año, mientras que el más corto fue de menos de un día.

El PCCh estableció su liderazgo a medida que se fue granjeando el reconocimiento nacional, incluido el de otros partidos políticos, en la lucha contra la dictadura de partido único del Kuomintang y contra la agresión japonesa.

Superación personal

Todo lo anterior no quiere decir que el PCCh no se haya equivocado. Sin embargo, ha sido capaz de enfrentar sus errores, reconocerlos y enmendar el rumbo. Al extraer lecciones de la Revolución Cultural, un tumultuoso movimiento político que tuvo lugar de 1966 a 1976 y que causó un gran daño, el Partido sentó las bases del socialismo con peculiaridades chinas, un camino exitoso que ha dado resultados que hablan por sí mismos desde que la Reforma y la Apertura comenzaran a finales de la década de 1970.

La autorrevolución se ha convertido en la norma. Desde que Xi asumió el liderazgo en 2012, los esfuerzos no han hecho más que intensificarse. Todo ello comenzó desde la cúpula dirigente. Poco después de asumir el mando, el Buró Político del Comité Central del Partido Comunista de China adoptó ocho normas destinadas a mejorar la conducta del Partido y del Gobierno. Por ejemplo, una de las normas exige que los miembros del Buró Político, los funcionarios de más alto rango del Partido, visiten las comunidades locales, adquieran un conocimiento de primera mano de lo que ocurre y ayuden a los que trabajan sobre el terreno a hacer frente a las dificultades.

Un documento histórico sobre las experiencias del Partido publicado en noviembre de 2021 señalaba que hubo “un cierto período en el que no pudimos supervisar las organizaciones del Partido con eficacia ni gobernarlas con el rigor necesario”. Esto dio lugar a problemas como la búsqueda de privilegios y un sorprendente nivel de corrupción que dañó el prestigio del Partido.

Ante este contexto, Xi señaló que “se necesitaba un buen herrero para fabricar acero de calidad” y que el éxito de China dependía del Partido, especialmente de sus esfuerzos de cara a una autosupervisión efectiva y un autogobierno riguroso.

Las ocho reglas, a las cuales están sometidos todos los empleados del sector público, tienen fuerza. Las estadísticas oficiales muestran que, desde 2012, cientos de miles de personas han tenido que rendir cuentas por violarlas.

El Partido Comunista de China ha mantenido un enfoque de tolerancia cero con la corrupción. Entre los expulsados del Partido que fueron llevados ante la justicia se encuentra Zhou Yongkang, quien fue miembro del Comité Permanente del Buró Político. En 2015, Zhou fue condenado a cadena perpetua por aceptar sobornos, abusar de su poder y filtrar secretos de Estado.

Tras la desintegración de la Unión Soviética, el politólogo estadounidense Francis Fukuyama describió el acontecimiento como el “fin de la historia” y argumentó que la versión estadounidense de la democracia era la forma final de gobierno. Sin embargo, en un artículo publicado en enero para The New York Times, con motivo del primer aniversario de los disturbios del Capitolio, Fukuyama admitió que su argumento de entonces había subestimado “la dificultad de crear un Estado democrático moderno, imparcial e incorruptible, y la posibilidad del declive político en las democracias avanzadas”.

El PCCh, por su parte, siempre ha tenido presente esa dificultad. Con una estricta disciplina para regular la conducta de sus miembros, ha buscado institucionalizar una gobernanza eficaz y racionalizada en un país grande y diverso que todavía tiene que aprovechar al máximo su potencial de desarrollo. Nunca se ha pretendido imponer un régimen represivo y autoritario, algo que el Partido ha rechazado categóricamente desde su fundación.

El próximo XX Congreso Nacional del PCCh será una nueva oportunidad para que el Partido pueda mostrar sus verdaderos colores y para que el mundo lo pueda observar de cerca. A pesar de las especulaciones de los medios de comunicación occidentales, una cosa es segura: se elegirá un equipo capaz a través de un proceso ordenado y legal para dirigir a China por un camino propio.

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Editor: Wu Wen Da-->

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