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La hazaña: homenaje a Wuhan

2021-05-07 11:19:00 Source:China Hoy Author:AUGUSTO SOTO*
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A mediados de marzo, los países europeos recordaron que hace un año comenzaron los respectivos confinamientos de sus poblaciones ante el exponencial aumento de casos del COVID-19. También hace poco más de un año, el 10 de marzo de 2020, pudimos ver un conmovedor video publicado en Twitter por la Misión de China ante la Unión Europea (UE), en el que los trabajadores sanitarios de los 16 hospitales temporales de Wuhan construidos en tiempo récord daban por concluida su misión en la primera línea de combate. En un bus del último turno, el personal entonaba la popular canción El sol siempre está detrás de la tormenta. En esos momentos, la incidencia del virus, abrumadoramente restringido a la ciudad de Wuhan, iba bajando aceleradamente, dominado por una estrategia contundente hoy mundialmente reconocida. El 8 de abril pasado, cuando se cumplieron 365 días del fin del confinamiento en Wuhan, el ministro de Relaciones Exteriores chino, Wang Yi, reafirmó el compromiso internacional de China de acabar con la pandemia. Y lo hizo en el contexto de un evento especial organizado por su ministerio para presentar a la provincia de Hubei ante el mundo bajo el lema “Hubei heroica: renacida para nuevas glorias”.

 

En marzo de 2020, cada país europeo luchaba consigo mismo para alcanzar su propia seguridad, y la capacidad decisoria de la UE brillaba por su ausencia. Paralelamente, un irreconocible Estados Unidos comandado por Trump persistía en una actitud errática, suicida (aun juzgable ante algún tribunal), con largas semanas sin restringir los vuelos nacionales e internacionales, negando la misma existencia mortal del virus y ninguneando a la Organización Mundial de la Salud, a la que un mes después incluso negó financiamiento.

 

26 de marzo de 2021. Ciudadanos de Wuhan pasean bajo los árboles de cerezo (sakura), en plena floración. Cnsphoto

 

Abrir bien los ojos

 

En el balance del último año, cabe destacar el control chino de la pandemia y su aporte mundial al combate para eliminarla. A la vez, en Occidente cabe recordar varios aspectos más. Si no lo hacemos, no podremos mejorar y significaría que no estamos preparados para el multilateralismo: la única manera de estar en el mundo actual. En él debieran ser inadmisibles las visiones periclitadas, tanto occidentalocéntricas como de la Guerra Fría. Porque si abrimos bien los ojos, las evidencias están en los periódicos de ayer y de hoy.

 

Hoy parece increíble que en febrero de 2020, un mes antes de que la pandemia comenzara a arreciar en Occidente y el mundo, connotados analistas a ambos lados del Atlántico diagnosticaran que China vivía el “momento Chernóbil”; vale decir, que la situación desencadenada por el virus se asemejaba a la conocida catástrofe nuclear que en gran medida condujo al fin de la Unión Soviética a fines de la década de 1980. En verdad, ha sido todo lo contrario: el Gobierno chino y la población han salido fortalecidos y confiados en el porvenir. La dinámica de esos días se resumió en uno de los desaciertos más desconcertantes: el contraste entre China y el este de Asia usando mascarillas, y un Occidente donde durante larguísimas semanas apenas se les prestó importancia como método fundamental de protección. Grave fue que numerosas autoridades afirmaran que las mascarillas eran innecesarias y, peor aún, que los respectivos sistemas sanitarios no las tuvieran; en fin, que incluso se afirmara que si su uso era extendido en Oriente constituía una metodología alternativa para nada urgente. En realidad, China confiaba plenamente en ellas y nos las recomendó urgentemente por todos los canales posibles. En resumen, el contraste absoluto de criterios y metodología asombra si consideramos la velocidad de propagación informativa actual. Interesante es recordar aquí que la mascarilla quirúrgica es un aporte práctico de la medicina china inventado hace poco más de un siglo por el doctor chino-malayo Wu Lien-Teh, a quien el 10 de marzo pasado Google conmemoró.

 

En lo relativo al vínculo China-Europa, el tratado bilateral de inversiones firmado hace cuatro meses está llamado a contribuir al reforzamiento de la confianza en la recuperación económica internacional y previsiblemente también a allanar medidas concertadas para enfrentar el deterioro ambiental del planeta que incide en la salud. Más aún, la llegada de vacunas chinas (y rusas) a varios países de la UE, particularmente en el este de nuestro continente, obedece a una lógica guiada por todos los hechos constatables y dinámica en la que Bruselas aparece a menudo jugando un papel de cronista de la actualidad. A buen entendedor, pocas palabras.

 

Más diplomacia: la metáfora del jardín

 

Nuestro más famoso colega en ESADE, el profesor Javier Solana, ex secretario general de la OTAN, ex alto representante para la Política Exterior y de Seguridad Común de la UE, y uno de los europeos más influyentes de la historia reciente, recordaba que en razón de su esmero y constancia, “la diplomacia es lo más parecido a la jardinería”. Y acertaba de lleno al sugerir que el Acuerdo de París para combatir el cambio climático ofrece muchas posibilidades para el retorno al multilateralismo tras la era Trump y que hay que intentar “arrastrar esa tendencia a otras dimensiones”. Así es, porque si nos implicamos a fondo en combatir el cambio climático, lo que estaremos haciendo será reforzar la salud mundial, íntimamente ligada al medioambiente. Es la primera de las tantas enseñanzas que nos está dejando esta pandemia.

 

Se ha dicho que el COVID-19 se puede entender también como un aviso de la naturaleza a toda la humanidad, preámbulo de una futura amenaza más sombría ante la que tendríamos que estar inexcusablemente preparados. En verdad, aplicando en la práctica la terminología del pensador libanés Nassim Taleb, la pandemia no ha sido un “cisne negro” (un hecho imprevisible de enormes consecuencias que se trata de explicar y racionalizar retrospectivamente), sino lo que la ensayista estadounidense Michelle Wucker ha calificado como “rinoceronte gris” (un hecho previsible que no es enfrentado a tiempo). En efecto, cualquier biólogo del mundo sabía que a la luz de la historia de las epidemias y a la creciente cercanía entre humanos y naturaleza, parecía probable que en esta generación enfrentaríamos una pandemia alcanzando a todos los continentes a la vez.

 

En esta coyuntura, ¿qué sentido tiene que el Reino Unido a mediados de marzo pasado informe que aumentará su arsenal nuclear hasta en un 40 %? ¿Cuál es la definición de riesgos reales que actualiza la OTAN y qué sentido tiene que varios países de nuestro continente estén afinando estrategias de defensa bajo el concepto “Indo-Pacífico”, alejándonos de nuestros tradicionales ámbitos del Báltico, el Mar del Norte y el Mediterráneo? Estos desvíos del realismo ameritan profundas reflexiones presupuestarias, especialmente cuando durante largos meses las ciudadanías del continente (y de medio mundo), hartas, perciben retrasos y una excesiva burocracia para derrotar aceleradamente a un virus atacable. Sencillamente vemos que connotados actores políticos están retrasando a la ciencia, impidiéndonos zanjar de una vez que las vacunas existentes (producidas en Occidente y fuera de él) son valiosísimas, y que si hablamos de defensa, la defensa prioritaria es esta.

 

En cualquier caso, pese a los obstáculos, pensemos que el vaso está medio lleno y que pronto podremos entonar una canción celebratoria equivalente a la mencionada en el primer párrafo: El sol siempre está detrás de la tormenta. Quedará como tarea el desafío constante de dilucidar cómo imbricar mejor un multilateralismo a la vez multidimensional. No tendremos muchas más oportunidades: el tiempo apremia.

 

 
 
*Augusto Soto es director de Dialogue with China Project.

 

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