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Hacia una civilización ecológica

2021-03-29 11:38:00 Source:China Hoy Author:ROBERT SANDFORD*
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El COVID-19 ha dejado a una gran parte del mundo varada en su camino. La pandemia ha provocado lo que muchos esperan que la historia recuerde como la “Gran Pausa”. Sin embargo, tenemos ante nosotros un momento en el que podemos convertir esta gran pausa y catástrofe en una oportunidad para un reinicio global y el surgimiento de nuevas esperanzas para el futuro.

 

Escultura dedicada a la protección de la Tierra en el desierto de Kubuqi, en China.

 

Una transformación completa

 

El riesgo más inmediato en ese momento es que nuestra sociedad caiga en una versión diferente pero aún inalterada funcionalmente de la que teníamos antes de la pandemia, lo cual sería un desastre que solo conduciría al siguiente desastre. El mundo no será y no debería volver a ser lo mismo. Mirando hacia un futuro sostenible para todos, nuestros intereses no deberían residir en recrear el mundo que teníamos, sino en crear el mundo que queremos y el que necesitamos tener, si queremos perpetuar condiciones de vida tolerables para nosotros y para el resto de la vida en este planeta. Sin embargo, este proyecto no es para los débiles de corazón. Uno de los objetivos de cualquier momento de transformación dirigido a un reinicio global y un futuro de esperanza es sentar las bases de un mundo pospandémico, en el que el interés propio humano se alinee con las realidades planetarias. No necesitamos una transformación parcial, sino completa.

 

Dentro de este marco, la transformación no es solo una palabra. Es un cambio fundamental en la forma de nuestras vidas. Tenemos que volver a comprometernos con la naturaleza, regenerar la biodiversidad, recrear una economía basada en la protección de los bienes comunes, eliminar el desperdicio y estimular la creatividad. Tal reinicio global puede producir beneficios universales en forma de una sociedad más sana, más justa, más segura, más amable y más conectada con la espiritualidad.

 

Pero para hacer esa transformación tenemos que actuar en nombre de esa esperanza. La movilización de la esperanza es una condición previa para una acción eficaz. En este caso, hay mucho que nos recuerda la creación de las Naciones Unidas, que acaba de celebrar su 75.º aniversario el año pasado. El tema de la celebración consistió en “El futuro que queremos, la ONU que necesitamos”. Fue una celebración que vale la pena remarcar. Como Paul Kennedy nos recuerda en su emblemático libro El parlamento del hombre: el pasado, el presente y el futuro de las Naciones Unidas, es difícil hoy en día recuperar el optimismo y los altos espíritus de aquellos quienes en los últimos días de la guerra más devastadora de toda la historia de la humanidad pensaron que un nuevo orden mundial era posible, o ya había llegado. Por supuesto, estos visionarios eran demasiado optimistas, igual que los que ruedan rocas cuesta arriba. Sin embargo, lo que tenían en común era el reconocimiento de que sin instituciones de principios y normas comunes de conducta mundial, una humanidad fragmentada no podría avanzar.

 

Hay mucho que se puede aprender mirando hacia atrás a los últimos 70 años. Lo que vemos en retrospectiva es que el mundo ha estado donde está ahora al menos una vez antes. Se nos recuerda que en medio de un período de horror, los visionarios fueron capaces de prever un mundo reducido a escombros y ver en él un momento de transformación para todos. Tenemos ante nosotros una oportunidad única en una generación de convertir el momento de transformación, en el que estamos actualmente suspendidos por una pandemia, en un futuro mejor, más justo, más seguro y sostenible para todos. La pregunta es: ¿podemos hacerlo? Las perspectivas de todas las generaciones futuras dependen, ahora, de nuestra respuesta colectiva a ese desafío. No será fácil. Nuestro planeta es diferente –demográfica, ambiental, social y geopolíticamente– del mundo tal como era en 1945. ¿Cómo podría ser de otra manera cuando, en el lapso de una sola vida, la población humana en la Tierra se ha casi cuadruplicado, pasando de 2000 millones a casi 8000 millones de habitantes en 2020 y la producción mundial total ha crecido de 4 billones de dólares a más de 140 billones en el mismo período?

 

En el momento de la transformación, el nivel de cambio que necesitamos tiene que surgir de los corazones y la conciencia colectiva de la humanidad, y este cambio tiene que manifestarse en la acción en forma de implementación del marco existente de la ONU para crear un mundo más justo y sostenible. “Transformar nuestro mundo: la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de la ONU” puede, si se pone en práctica ahora, ser vista a tiempo como el mayor regalo que la ONU ha dado a la humanidad.

 

Vista de las flores de colza en primavera, cultivadas de acuerdo con las condiciones geográficas propias de la aldea de Yeliping, ciudad de Chongqing. Yu Xiangjun

 

El papel de China

 

China juega un enorme papel en hacer posible la transformación de nuestro mundo. A través de los esfuerzos de la ONU, hemos sido testigos del surgimiento de la idea de una sociedad civil internacional. Además, China ha proclamado la ambición de crear una civilización ecológica. Es cierto que su imagen todavía es vaga, controvertida y en constante cambio, al igual que la sociedad. Esta idea, sin embargo, continúa evolucionando y se ha convertido en el fundamento potencial del surgimiento de una segunda iluminación; una iluminación que podría florecer en el mismo momento de transformación en el que vivimos actualmente.

 

De esto vemos que, al igual que en 1945, este no es el fin del mundo. Es solo el comienzo de otro. Tal vez porque estamos tan conectados, la gente de hoy –como esta pandemia ha demostrado– ha ampliado la capacidad de pensar en términos de comunidad, en lugar de solo pensar en sí mismos.

 

Existe un gran poder si nos damos cuenta de que tenemos la mayor posibilidad para efectuar cambios y actuar más eficazmente al servicio de dónde y cómo vivimos y a quién amamos ahora y en el futuro.

 

Para conseguir esta meta y coincidir completamente con la visión de China de una civilización ecológica, dicha entidad está pidiendo un “imperativo de restauración” global, el rápido restablecimiento de la función crítica del sistema natural para que podamos restaurar el equilibrio en el mundo y dar un paso atrás en la crisis climática.

 

Lo que necesitamos urgentemente ahora es una segunda, nueva y muy diferente Ilustración. Pero ninguna Ilustración puede proceder sin un Renacimiento.

 

Vale la pena recordar que el primer Renacimiento de la humanidad tuvo lugar en Italia, después de la epidemia de la peste negra en el siglo XIV. Tal vez este sea el momento para otro. Todos necesitamos ser ese próximo Renacimiento, para lograr ese nuevo y más sabio comienzo.

 

Este es quizás el momento de la transformación, en el que podría crearse una civilización ecológica que cambie positivamente no solo China, sino el mundo entero.

 

 
 
*Robert Sandford es el representante de EPCOR en Seguridad Acuática y Climática en el Instituto para el Agua, el Medio Ambiente y la Salud de la Universidad de las Naciones Unidas, y también asesor sénior en asuntos sobre el agua para el Consejo InterAction.

 

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Editor: Wu Wen Da-->

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