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Los 75 años de las Naciones Unidas

Source:China Hoy Author:THOMAS S. AXWORTHY*
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En septiembre pasado, de manera virtual debido a la pandemia de COVID-19, líderes de todo el mundo pronunciaron discursos en los que destacaron, denunciaron o reflexionaron sobre la historia de las Naciones Unidas. Este año se celebra el 75.º aniversario de la fundación de la ONU, una fecha que ha estado marcada por acciones significativas en los últimos tiempos. En 2005, por ejemplo, para el 60.° aniversario de la ONU, que siguió al horror del genocidio de Ruanda, la Asamblea General adoptó por unanimidad una resolución titulada “La responsabilidad de proteger”. Se trató de un avance importante en el derecho internacional, pues, en los párrafos 138-139 del documento final de aquella cumbre mundial, todos los Estados reconocieron que tenían la “responsabilidad de proteger a sus poblaciones del genocidio, los crímenes de guerra, la limpieza étnica y los crímenes de lesa humanidad”.

 

Frente a los estragos de la pandemia, que hasta el 24 de septiembre había infectado a más de 30 millones de personas y había sido responsable de casi un millón de muertes, ¿pueden los líderes del mundo conmemorar este aniversario uniéndose no solo para combatir al nuevo coronavirus, sino también para reafirmar la cooperación global en aras de la paz y estabilidad, para combatir el cambio climático, para promover el desarrollo sostenible y para lograr una mayor igualdad entre hombres y mujeres?

 

Un año particular

 

La sesión de otoño de la Asamblea General de la ONU es uno de los grandes eventos de la diplomacia internacional: los líderes acuden masivamente a Nueva York para hablar ante la Asamblea y participar en reuniones bilaterales con sus pares, los embajadores participan en una diplomacia silenciosa en los pasillos y las ONG celebran una gran cantidad de conferencias al margen, con la esperanza de atraer la atención de los tomadores de decisiones hacia sus causas. Pero todo esto no ocurrió este año. Por primera vez desde la fundación de las Naciones Unidas, los líderes no asistieron personalmente. El secretario general de la ONU, António Guterres, inició la Reunión de Alto Nivel el 21 de septiembre refiriéndose a la Declaración de Conmemoración por el 75.º Aniversario de las Naciones Unidas (lograda después de agitadas negociaciones entre los Estados miembros en el verano), mientras que, seguidamente, los líderes pronunciaron sus discursos previamente grabados. El presidente Xi Jinping recordó a los delegados que hace 75 años China fue el primer país en estampar su firma en la Carta de las Naciones Unidas y que, desde su fundación, “la ONU ha resistido una prueba tras otra y ha emergido con renovado vigor”.

 

Francia y Alemania lanzaron en 2019 una Alianza para el Multilateralismo en defensa de un orden mundial basado en las reglas. Haciendo referencia a la pandemia, el presidente francés, Emmanuel Macron, dijo en su discurso pronunciado ante la Asamblea General de la ONU: “Debemos sentar las bases para una globalización más justa, más equilibrada, más equitativa y más sostenible”. Añadió que la reconstrucción de los cimientos del orden mundial requiere el establecimiento de una cooperación internacional funcional basada en reglas claras, definidas y respetadas por todos. Su postura fue compartida por la canciller alemana, Angela Merkel, quien ante la Asamblea manifestó: “Al final, las Naciones Unidas solo pueden ser buenas si sus miembros están unidos”. El “elemento ajeno” fue el presidente estadounidense, Donald Trump, quien parecía estar en un mitin de campaña y usó su discurso para elogiar su política denominada “América primero”.

 

En la Declaración de Conmemoración por el 75.º Aniversario de las Naciones Unidas, los líderes mundiales rinden homenaje a sus predecesores, quienes tuvieron la visión de crear la ONU. No existe otra organización con la legitimidad, el poder de convocatoria y el impacto normativo de las Naciones Unidas. El respeto de los líderes actuales por quienes los precedieron está bien fundado: en medio de la colosal lucha en la Segunda Guerra Mundial, las potencias aliadas convocaron sesiones de planificación, de las cuales surgieron planes concretos sobre la misión y estructura de la ONU y el Banco Mundial. En la Conferencia de Dumbarton Oaks, en Washington D. C., en 1944, los delegados tomaron una decisión clave sobre la futura organización internacional: iba a ser una organización dependiente de las decisiones de una multitud de Estados miembros, no un gobierno mundial. Desde el principio, las Naciones Unidas no han tenido una fuente de financiación o una base impositiva independientes, sino que dependen financieramente de las contribuciones asignadas y voluntarias de los Estados miembros. La Asamblea General de la ONU, por ejemplo, aprobó un presupuesto ordinario de 3070 millones de dólares para la Secretaría General en 2020, una pequeña cantidad en comparación con el presupuesto de 88.200 millones de dólares de su ciudad anfitriona, Nueva York, para el año fiscal 2021. La ciudad de Nueva York gasta más de tres veces solo en vigilancia policial (cerca de 11.000 millones de dólares).

 

Es importante que tengamos en cuenta estos hechos cuando evaluemos los altibajos de la ONU en los últimos 75 años. Ha obtenido muchos logros, pero también muchas decepciones, especialmente cuando miramos grandes objetivos como acabar con la pobreza mundial. En la ONU, el vaso siempre está medio lleno o medio vacío, según la perspectiva de cada uno. El preámbulo de la Carta de las Naciones Unidas se compromete a “salvar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra”, y la prevención del conflicto o la ayuda para resolverlo ha sido el propósito preeminente de la ONU. Alrededor de 60 millones de personas murieron en los estragos de la Segunda Guerra Mundial, que comenzó con la invasión japonesa de China y la agresión de Hitler contra sus vecinos, por lo que el trauma de presenciar estos horrores pesó en las mentes de los fundadores de la ONU.

 

La ONU, por supuesto, no ha puesto fin a las guerras, pero ha desarrollado el concepto de mantenimiento de la paz en el que las tropas suministradas voluntariamente por los Estados miembros se interponen entre los ejércitos contrarios, promueven el cese al fuego e implementan las resoluciones del Consejo de Seguridad. La primera misión se dio en 1948, seguida de más de 70 en los años siguientes, con más de un millón de hombres y mujeres sirviendo bajo la bandera de las Naciones Unidas. El conflicto y la violencia no son problemas que vayan a desaparecer: en 2018 se registraron 52 conflictos armados estatales activos, el número más alto desde 1991.

 

Adaptarse a los tiempos

 

Las 51 naciones que firmaron la Carta de las Naciones Unidas en 1945 se han incrementado a 193 en la actualidad, lo que demuestra la capacidad de la organización de adaptarse a los tiempos. En las décadas de 1960 y 1970, las naciones de África, Asia y Medio Oriente se liberaron de las cadenas de la colonización imperialista, dándole a la ONU una mayor legitimidad. Un hito en este proceso fue la votación de la Asamblea General en 1971 que reconoció al Gobierno de la República Popular China como “el único representante legítimo de China”, otorgándole a la República Popular un lugar legítimo en el Consejo de Seguridad y trayendo al sistema de las Naciones Unidas a un Gobierno que representaba entonces a una cuarta parte de la humanidad.

 

La transformación de las Naciones Unidas condujo a otro desarrollo importante: el enfoque del sistema de las Naciones Unidas tanto en materia de equidad social y económica como en cuanto a las preocupaciones tradicionales sobre paz y seguridad. La Organización Mundial de la Salud (OMS), la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, la Unicef y una serie de otros programas han ayudado enormemente a salvar y mejorar la vida de millones de personas. La OMS, por citar solo un ejemplo, ha liderado la lucha contra la viruela y la poliomielitis, erradicando estas enfermedades milenarias en casi todo el mundo, salvo unos cuantos países. La ONU ahora defiende un mundo más justo y pacífico.

 

La pandemia de COVID-19 es un duro recordatorio sobre la necesidad de recurrir a la cooperación internacional en aras de resolver los problemas de la humanidad. Los virus no conocen fronteras. Sin embargo, ha revelado también la perversidad de algunos. En medio de la pandemia, el presidente Donald Trump anunció que EE. UU. dejaría de financiar a la OMS y el país se ha negado a unirse a la alianza internacional para desarrollar y distribuir una vacuna contra el COVID-19. Estas acciones han seguido a su retiro del Acuerdo de París, del acuerdo nuclear sobre Irán y del Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Rango Intermedio de 1987, así como a su decisión de bloquear el órgano de apelaciones de la Organización Mundial del Comercio, y la lista continúa.

 

Dean Acheson, quien fue secretario de Estado de EE. UU. y participó en el programa de reformas institucionales tras la Segunda Guerra Mundial, dijo que había estado “presente en la creación”. Con Donald Trump hemos estado “presentes en la destrucción”. Solo podemos esperar que los demás líderes mundiales tomen el 75.º aniversario de las Naciones Unidas con la determinación de hacer que el mundo avance y no retroceda. Dada la pandemia de COVID-19 que aún se está librando y los numerosos problemas mundiales que claman por una acción global, nunca hemos necesitado más a las Naciones Unidas. Esperemos que el presidente Xi Jinping tenga razón al decir que “después de la tormenta viene el arco iris”.

 

 
 
*Thomas S. Axworthy es el secretario general del Consejo InterAcción.

 

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Editor: Wu Wen Da-->

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