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Ir más allá del PIB

Source: Author:JAMES BRENDAN BOLGER*
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Hace más de 50 años, Robert F. Kennedy, en un discurso pronunciado en la Universidad de Kansas, expresó su preocupación por el uso del Producto Nacional Bruto como guía para la toma de decisiones políticas. En aquella oportunidad manifestó: “La Renta Nacional Bruta (RNB) cuenta la contaminación del aire y la publicidad de los cigarros, las ambulancias para limpiar las autopistas de la carnicería. (...) Sin embargo, la RNB no asegura la salud de nuestros hijos, la calidad de su educación, ni la alegría de su juego. (...) No mide ni nuestro ingenio, ni nuestro valor, ni nuestra sabiduría, ni nuestro aprendizaje, ni nuestra compasión, ni nuestra devoción a nuestro país. En resumen, mide todo excepto lo que hace que la vida valga la pena”.

 

Durante años los Gobiernos se han centrado en aumentar el Producto Interno Bruto (PIB), que es considerado un indicador de la salud de la economía y del progreso económico. De 1950 a la fecha, el PIB mundial se ha triplicado. Sin embargo, ¿esto se ha traducido en un mayor progreso social y un mayor bienestar para la gente de una nación?

 

El Índice de Progreso Real (IPR), una medida alternativa para describir el bienestar social en 26 aspectos como la salud de los ciudadanos, el medio ambiente, la desigualdad y la calidad del empleo, muestra que a pesar del incremento constante del PIB, en realidad el bienestar ha ido bajando desde 1978. El crecimiento del PIB no tomó en cuenta los costos del calentamiento global, ni predijo la Gran Recesión de 2008, ni advirtió el aumento de la extrema derecha que amenaza los logros de la cooperación mundial.

 

Por esto, las observaciones de Kennedy fueron impecablemente precisas: el PIB es un indicador altamente inadecuado del bienestar social. Las mejores y más inclusivas medidas ayudan a crear políticas matizadas que toman en cuenta el bienestar genuino de cada individuo. Es necesario reformar la manera en la que los tomadores de decisiones elaboran e implementan políticas dirigidas a mejorar el bienestar, el crecimiento y el progreso, a fin de abordar mejor los cambios globales significativos que afectan a los Gobiernos y la comunidad internacional.

 

Los rascacielos de Changzhou, en la provincia de Jiangsu, una vista común en las grandes ciudades chinas.

 

El surgimiento del PIB

 

Por mucho tiempo, los Gobiernos han utilizado los resultados de las mediciones como justificación de sus políticas. Durante la crisis económica de las décadas de 1930 y 1940, los Gobiernos exigieron estadísticas más claras para medir la salud de la economía y determinar así qué respuestas eran factibles. Los economistas en Estados Unidos y el Reino Unido desarrollaron el PIB como una medida de la actividad del mercado. En ese momento, la Oficina de Análisis Económicos de EE. UU. describió el PIB en términos económicos restringidos como un indicador de la velocidad del crecimiento económico, el patrón de gasto en bienes y servicios, el porcentaje de aumento de la producción debido a la inflación, y el monto de ingresos destinados al consumo, la inversión y el ahorro.

 

En 1934, Simon Kuznets, el arquitecto principal del sistema contable nacional y del PIB de EE. UU., advirtió sobre el uso del PIB como un indicador del bienestar. No obstante, en medio de la Gran Depresión y de la amenaza de la Segunda Guerra Mundial, el presidente Franklin D. Roosevelt necesitaba cifras fácilmente identificables para ayudar a justificar sus políticas y presupuestos dirigidos a recuperar la economía estadounidense. El PIB se adaptaba a sus propósitos. Las estimaciones del PIB de la época mostraron que la economía podía proporcionar suministros suficientes para combatir la Segunda Guerra Mundial, mientras se mantuviera una producción adecuada de bienes y servicios de consumo. Si bien esto satisfizo a Roosevelt, Kuznets argumentó que la función limitada del PIB de medir la producción económica podía confundirse incorrectamente con el bienestar y el progreso. En los años siguientes, el PIB fue adoptado por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial como un indicador del progreso económico.

 

En estas últimas décadas, los tomadores de decisiones han dependido del PIB como indicador del bienestar social y han buscado maximizar el de sus respectivos países. Sin embargo, centrarse en la producción económica como una medida del progreso pasa por alto otros aspectos del bienestar social. Los mayores desafíos de hoy, que incluyen el cambio climático, el populismo de derecha y el trabajo justo y decente para todos, son las consecuencias de la búsqueda del crecimiento.

 

Como mostraron las advertencias de Kuznets, el debate sobre el uso indebido del PIB como indicador de la riqueza social es tan antiguo como la creación del PIB en sí. Académicos, numerosos Gobiernos y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) han llegado en gran medida al consenso de que es hora de ir “más allá del PIB” como indicador del bienestar social y dirigirse a una métrica más inclusiva. Esto significa hacer el balance de un gran número de indicadores evaluados en una serie de dimensiones, como el nivel de vida material, la salud, la educación, las actividades personales, la voz política y la gobernanza, las conexiones y relaciones sociales, el medio ambiente y la inseguridad. Ir más allá del PIB requiere un esfuerzo concertado de la comunidad nacional e internacional para garantizar su éxito.

 

Indicadores alternativos

 

En la última década se han dado significativos progresos. Académicos y formuladores de políticas han trabajado para superar los desafíos conceptuales a la hora de decidir qué indicadores deben ser incluidos. El resultado ha sido la introducción de muchos indicadores alternativos para medir el bienestar, como el Índice de Progreso Real (IPR), el Índice del Planeta Feliz, el Índice de Desarrollo Humano (IDH), el Índice de la Felicidad Nacional Bruta y el Índice de Progreso Social, que figuran entre los más conocidos.

 

A nivel internacional, la OCDE ha sido el actor más prominente en impulsar la adopción generalizada de métricas alternativas. En 2011, la OCDE estableció la iniciativa “Una vida mejor” sobre la base de 11 temas, dentro de los cuales consideró esenciales áreas como condiciones de la vida material y calidad de vida. Se comparan los resultados de los 34 países de la OCDE y se analizan las actuales políticas gubernamentales que podrían ayudar o perjudicar su éxito en diferentes indicadores. Si bien los avances logrados por los académicos, los gobiernos nacionales y los gobiernos internacionales son alentadores, todavía hay un espacio sustancial para consolidar este cambio e implementar las lecciones aprendidas.

 

En mi país, Nueva Zelanda, desarrollamos el Living Standards Framework (Marco de Estándares de Vida), basados en una amplia gama de indicadores del bienestar de la OCDE. El próximo presupuesto de Nueva Zelanda mostrará este cambio. De hecho, Nueva Zelanda se ubica en el octavo lugar de 156 países en el Informe de Felicidad Mundial, una encuesta realizada por la Red de Soluciones para un Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas. Es el quinto año consecutivo en el que se ubica dentro de los diez primeros países. Del mismo modo, figura en el puesto 49 por el PIB según los Indicadores del Desarrollo Mundial, elaborados por el Banco Mundial.

 

China, la segunda economía del mundo, ha experimentado un crecimiento y desarrollo sin precedentes en las últimas décadas. Su PIB ha aumentado de 360.000 millones de dólares en 1990 a más de 12 billones de dólares en 2017, uno de los crecimientos más vertiginosos en la historia económica mundial. Durante ese mismo período, de acuerdo con el Índice de Desarrollo Humano más amplio de las Naciones Unidas, el bienestar de China aumentó un 49,7 %, la esperanza de vida se incrementó en 7,1 años y el nivel de escolaridad promedio creció 5 años. Esto muestra la importancia de mirar más allá de las mediciones de crecimiento económico para obtener una imagen más completa de la salud de una población, de modo que se puedan tomar las decisiones políticas más adecuadas.

 

El Consejo InterAcción se reunirá en su 36.a Reunión Plenaria Anual en Colombia para explorar este tema con mayor profundidad. Cuando el Consejo se reunió en Beijing en el otoño pasado recomendó que los Estados abandonaran el PIB como un estándar para medir la productividad de una nación. El comunicado final señaló acertadamente que la búsqueda del crecimiento del PIB ha creado un círculo vicioso que está arruinando el planeta. Todos los desafíos ambientales, sociales y económicos requieren cambios en la forma en que los Estados miden el éxito. El éxito no puede simplemente evaluarse según el valor de la producción del mercado. Debe tener un enfoque que integre a toda la sociedad.

 

 
 
*James Brendan Bolger fue primer ministro de Nueva Zelanda de 1990 a 1997.

 

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Editor: Wu Wen Da-->

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