Seis años después de que fuera lanzada por el presidente Xi Jinping, la Iniciativa de la Franja y la Ruta (IFR) sigue siendo el proyecto de inversión más ambicioso de entre todos. Las oportunidades que la IFR ofrece en favorecer la prosperidad mediante el desarrollo de vínculos comerciales y la creación de empleos no tienen precedentes. Sin embargo, para que la IFR logre sus objetivos más audaces, los países participantes de América Latina, como Uruguay, deben también trabajar en el aspecto doméstico y en conjunto con China para emprender políticas complementarias que promuevan el crecimiento económico a largo plazo, responsable y sostenible.
La IFR es un marco económico de billones de dólares que conecta a China y a más de 100 países que significan un tercio del PIB global y casi dos tercios de la población mundial. A diferencia de modelos tradicionales de desarrollo que condicionan y enfatizan reformas institucionales, la IFR es un enfoque orientado a la inversión que se concentra en la infraestructura, el comercio y la creación de empleos. Las áreas geográficas de prioridad inicial siguen el curso de la histórica Ruta de la Seda de China a Europa y una nueva ruta marítima. Sin embargo, desde 2018 incluyen también el Ártico y América Latina.
Los líderes latinoamericanos acogieron la IFR como una continuación de las sólidas relaciones con China. Desde 2005, China ha desembolsado cerca de 150.000 millones de dólares en financiamiento de Estado a Estado en la región. Esto incluye dinero invertido en proyectos de infraestructura, tales como carreteras en Costa Rica, vías férreas en Argentina, así como un puerto en Trinidad y Tobago. En 2015, el embajador boliviano en China declaró que la IFR “es extremadamente importante para el desarrollo futuro de Bolivia”. En posteriores declaraciones públicas, Perú, Ecuador, Argentina, Panamá, Trinidad y Tobago, Antigua y Barbuda y Uruguay confirmaron esta posición. Los países latinoamericanos esperan beneficiarse también de mayores inversiones en infraestructura.
Avances en la relación China-Uruguay
El año pasado, durante las celebraciones por el 30.o aniversario de las relaciones con China, Uruguay se convirtió en el primer país del Mercosur en firmar un acuerdo bajo el marco de la IFR. China es el principal socio comercial de Uruguay y compra el 27 % de sus exportaciones, principalmente productos agrícolas como madera, carne y lana. Los puertos uruguayos sirven como puntos de pesca y de embarque para las compañías chinas. Montevideo tiene el mejor puerto del Atlántico Sur y, gracias a la ley de puertos libres, los productos que entran ahí pueden ser redistribuidos a otros destinos como Paraguay, Bolivia, Argentina y Brasil. La mitad de la mercancía recibida ahí es entregada de esta manera. Nueva Palmira, el otro puerto uruguayo en la boca de los ríos Paraná y Uruguay, se ha convertido en el puerto favorito para las exportaciones e importaciones de Paraguay y Bolivia.
En las calles de Montevideo es común ver los autos Lifan 620, de fabricación china, entre los taxistas. Los estudiantes participan en intercambios culturales y un Instituto Confucio fue abierto el año pasado en Uruguay. La importancia de esta relación se ve reflejada también en las visitas de funcionarios de alto nivel de ambos países, incluyendo mi visita como presidente de Uruguay en 1993 y la visita del presidente Xi el año pasado después de la Cumbre del G20 en Argentina. Ambos países comparten hoy una visión en varios asuntos prioritarios, como el cambio climático, la gobernanza económica, la Agenda 2030 de las Naciones Unidas para el Desarrollo Sostenible, el mantenimiento de la paz y la cooperación Sur-Sur. La IFR ayudará a desarrollar estos lazos entre los países.
Existen razones de beneficio mutuo para que Uruguay participe en la IFR. Fernando Lugris, embajador uruguayo en China, ha remarcado dos. En primer lugar, el desarrollado sector agrícola de Uruguay podría beneficiarse con un acceso más amplio al mercado chino. En segundo lugar, al ser una puerta de acceso a Latinoamérica y un centro logístico para hacer negocios, las empresas chinas pueden aprovechar la ubicación de Uruguay para entrar en el amplio mercado sudamericano. Sin embargo, ambos países han reconocido también la necesidad de expandir operaciones en agricultura, energía limpia, comunicaciones, minería, manufactura y finanzas, a fin de lograr la más alta tasa de rendimiento.
De hecho, Uruguay está en una posición única para maximizar los beneficios de las inversiones de la IFR. Ha mantenido por largo tiempo una posición muy alta en las clasificaciones del PIB per cápita en la región. El país es el segundo destino más visitado por buques de carga refrigerados y tiene una amplia experiencia en este campo, ya que Montevideo es un centro global para la pesca. En el campo de la innovación, Uruguay es líder mundial en información y tecnología de la comunicación, así como en medicina animal y tecnología genética. A nivel global figura entre los siete países más digitalizados. Asimismo, tiene una de las más altas puntuaciones en los índices de democracia en las Américas. Estos factores hacen de Uruguay un atractivo país para las inversiones.
Vista interior del pabellón de Uruguay en la primera Exposición Internacional de Importaciones de China, en Shanghai.
Puntos a considerar
A pesar de las oportunidades que brinda la IFR, existen varias consideraciones que Uruguay y los países latinoamericanos deberían considerar.
En primer término, proyectos estancados como el Ferrocarril de la Costa Este de Malasia y el Ferrocarril Tinaco-Anaco de Venezuela son un recordatorio de que, como cada inversión, el éxito de los proyectos individuales de la IFR no debe darse por hecho. Los países deberían estar dispuestos a hacer las inversiones necesarias para complementar las chinas. Para Uruguay, esto podría implicar introducir medidas que promuevan la competitividad comercial, como reducir los impuestos y las barreras regulatorias que son excesivamente complejas para las pymes chinas.
En segundo término, los reportes sobre grandes deudas impuestas a países por excesivos préstamos en el marco de la IFR son un recordatorio de la necesidad de contar con un adecuado manejo fiscal y una economía diversificada. América Latina, con una larga historia de interferencias de Estados Unidos justificadas en la Doctrina Monroe, debe ser muy cauta con el sobreendeudamiento como consecuencia del exceso de confianza. Los países latinoamericanos, incluyendo Uruguay, deberían encontrar financistas alternativos o complementar la inversión extranjera directa con inversión por parte del Estado en proyectos de infraestructura.
En tercer término, dada la vulnerabilidad de América Latina al cambio climático, los países deberían prever las consecuencias medioambientales que los proyectos de la IFR pudieran tener. Históricamente, las industrias extractivas y primarias han sido la piedra angular en las relaciones comerciales sino-latino-americanas. Sin embargo, ahora que todas las partes están cada vez más comprometidas en la lucha contra el cambio climático, como puede verse en la ratificación del Acuerdo de París por parte de Uruguay y China, podría existir un interés mutuo en explorar opciones de inversión ecológicamente sostenibles, especialmente en el gran sector agrícola uruguayo.
Aunque ninguno de estos tres aspectos son desafíos significativos, estas lecciones podrían ayudar a asegurar que los países latinoamericanos obtengan el mayor éxito posible bajo la IFR. A medida que China recupera su creciente importancia internacional, es imperativo que los países desarrollen una clara comprensión del país e identifiquen oportunidades de colaboración.
Desde que se iniciara el Consejo InterAcción, un grupo conformado por exlíderes mundiales del cual soy miembro, hemos priorizado la revitalización económica. Esto incluye identificar políticas para incrementar la asistencia a países que podrían beneficiarse de mayores inversiones. Creemos que no hay contradicción entre crecimiento y equidad. China, el anfitrión de la última sesión plenaria del Consejo, comparte esta visión mediante la IFR. Nosotros valoramos enormemente la opinión del presidente Xi Jinping, en el sentido de que el libre comercio es la mejor manera de promover la prosperidad entre todos los países, y la mejora de la logística es la forma de hacerla realidad. En ese sentido, resaltamos la visión del presidente Xi de construir una “comunidad de destino de la humanidad”. A través de la IFR, América Latina tiene una oportunidad para fomentar lazos más profundos con esta comunidad.
*Luis Alberto Lacalle fue presidente de Uruguay de 1990 a 1995.