● Fecha: 13 de junio de 2023
● Lugar: Ciudad de México, México
Sebastián durante la plática con China Hoy en la fundación que lleva su nombre.
Enrique Carbajal, conocido internacionalmente como Sebastián, uno de los artistas más renombrados de México y celebrado por sus esculturas monumentales que han sido colocadas en importantes avenidas y glorietas en diferentes estados del país, se vinculó con China desde recién nacido. Su padrino de bautizo fue un chino de apellido Li, quien por azares de la vida llegó a vivir a Camargo, Chihuahua, de donde es originario el artista.
Durante su infancia, se maravilló con cientos de imágenes de representaciones chinas que tanto fascinaban a su madre. Años después, en 2002, esta relación se selló con broche de oro cuando su escultura Arco de la paz recibió el premio de excelencia en el Simposium Internacional de Escultura que se celebró en Beijing, ciudad donde la obra se exhibe hasta la fecha.
Pero vendría lo mejor. En 2003 fue invitado a participar en la primera edición de la Bienal de Arte de Beijing. Esa experiencia (que repitió en 2005) trastocó para siempre su relación con un país que lo dejó maravillado. “Fue una gran sorpresa conocer una nación que estaba en plena transformación”, dice Sebastián, autor de El caballito, escultura icónica de 28 metros que se encuentra en la avenida Reforma, la más emblemática de la Ciudad de México.
Ahora Sebastián (1947), quien ha presentado más de 190 exposiciones individuales en una veintena de países, tiene dos grandes sueños. El primero: hacer un intercambio artístico entre China y México. En el caso de los artistas chinos, propone que hagan una residencia en la fundación que lleva su nombre para que ahí trabajen sus obras. El segundo sueño es más personal: hacer una gran retrospectiva de su obra en China. “Sería extraordinario”, afirma con una sonrisa infantil.
China Hoy (CH): ¿Cuál fue el primer vínculo que tuvo con China?
Sebastián (S): Como ser humano fue hace muchos años porque mi padrino de bautizo era chino; vivía y trabajaba en Camargo, Chihuahua. Sin embargo, el vínculo cultural fue en 2002, cuando fui invitado al Simposium Internacional de Escultura que se celebró en Beijing. Al año siguiente me invitaron a la primera Bienal Internacional de Arte, en la misma ciudad. Fue una sorpresa extraordinaria conocer Beijing y ver que China estaba en plena expansión y en una transformación que abarcaba lo cultural, político y económico. Fue realmente impresionante.
CH: Para alguien como usted, que es reconocido por sus esculturas monumentales, ¿cómo fue conocer una ciudad como Beijing, que también es monumental?
S: Fue impresionante. Tengo un recuerdo extraordinario de la grandeza de China, de lo evolucionado que estaba ya en todos los panoramas y disciplinas, pero sobre todo en el arte. La Bienal de Arte de Beijing y la de Shanghai son las primeras bienales del mundo.
Recuerdo que al llegar a China me hicieron una entrevista para una revista de arte, la cual se distribuyó en todo el país. Una sorpresa increíble fue ver que todas las páginas de la publicación tenían fotografías con mi obra. Días después fui a dar una plática a una de las escuelas más importantes de arte. Cuando vinieron las preguntas y respuestas me llevé otra tremenda sorpresa porque los estudiantes conocían a fondo todo lo que yo hacía.
Entonces, les pregunté: “¿Cómo es que ustedes saben tanto de mí y de mi obra? ¿Cómo saben cuánto mide tal escultura y cómo es que la hice?”. Me respondieron: “Maestro, es que nosotros estudiamos su obra”. Eso me emocionó mucho porque todos estaban empapados sobre lo que yo hacía después de tener esa revista que había circulado por toda China.
En 2015, el escultor mexicano fue galardonado con el Premio Nacional de Ciencias y Artes. Fotos de Juan Carlos Aguilar
CH: Y hablando de la ciudad, ¿qué fue lo que más llamó su atención?
S: Llegué en un momento en que la ciudad, ya de por sí enorme, estaba en plena expansión, tanto que de un día para otro el panorama cambiaba. Uno viajaba al centro de Beijing y veía unos terrenos con ciertas construcciones y al otro día ya construían otras. De un día para otro, rápido, miles de chinos trabajan para lograrlo. Cuando viajé a la Gran Muralla, estaba impresionado porque mientras iba en el autobús, vi pasar por horas miles de rascacielos. Impresionante.
CH: ¿Qué opinión tiene del arte chino y en particular de la escultura?
S: Considero que hay una expresión muy china en la pintura y en la escultura. Tienen una sutileza y una capacidad en su realismo y en sus propuestas. Hay muchas lecciones plásticas profundas en lo chino. Aunque el arte sea contemplación, las imágenes te transmiten cosas muy profundas, tanto que, por ejemplo, mi infancia está cargada de imágenes orientales, porque mi madre amaba las representaciones chinas.
Entonces, estoy un poquito empapado de esa tradición y también de los grandes descubrimientos del pueblo chino que transformaron la humanidad. Pienso en la pólvora, el papel, la seda, esta última una creación estética profunda, del color, la forma, lo sensual. Todas son creaciones ancestrales extraordinarias de las cuales todavía disfrutamos.
CH: Maestro, platíqueme de su escultura Arco de la paz que se puede ver en Beijing. ¿Cómo se dio?
S: En 2002 participé en el Simposium Internacional de Esculturas en Beijing, a la que fueron invitados 200 escultores. Me pidieron hacer una pieza y propuse una que simbolizara la paz. China crecía de una forma impresionante y el mundo estaba en tensión por las guerras de ese momento. Lo que hice fue un obelisco que termina en un punto. De ese punto frágil, como la paz, que en cualquier momento se puede quebrar, depende un arco pesado. Claro que la pieza está tan bien estructurada que es sólida y pues ahí está.
CH: Hace poco, durante la recepción al embajador de China en México, Zhang Run, usted habló de su interés de que haya un intercambio de artistas chinos y mexicanos. ¿Cuál es su propuesta?
S: La idea es hacer un intercambio artístico entre China y México. El propósito es que creadores de ambos países hagan una residencia, produzcan obras y después las exhiban. La emoción de hacer el intercambio está en mi corazón, en mis ganas y en mi mente. La podemos hacer y ya en su momento se decidirá cómo se organiza en cada lugar.
CH: Funge usted como un embajador del arte, donde no hay barreras entre las culturas china y mexicana.
S: El arte es un elemento sublime que enaltece el espíritu humano porque la contemplación de lo estético y de lo bello es única. Los creadores subliman su creación para todos los seres humanos, para el universo. Parte de la existencia de un pueblo es tener una expresión plástica y artística. Si un pueblo no tiene arte, es un pueblo casi muerto. No puede ser solo materialista, de una gran tecnología. Necesitas la creación y la sensibilidad humana para contemplar las cosas y enriquecer el espíritu humano. Es una cosa intangible, pero profunda.
Por otro lado, hay una conexión muy profunda entre China y México. Los chinos tienen una raíz ancestral de miles de años, igual que los mexicanos, y también tenemos una tradición muy fuerte y poderosa en lo contemporáneo. Entonces, tiene sentido hacer un intercambio para hacer un vínculo más fuerte y aprovecharnos más mutuamente en el conocimiento.
Otra propuesta que también tengo es una gran exposición retrospectiva de Sebastián en China. No hay nada preciso todavía, pero sería extraordinario. Se necesita un museo donde se vea toda la obra, e incluso que viaje a diferentes recintos chinos.
CH: ¿Cuándo piensa regresar a China?
S: Tengo muchas ganas de ir. Gabriela, mi esposa, y yo estábamos planeando ir a China, pasando antes por España y Francia. Pero estoy esperando ver qué podemos hacer para concretar el intercambio artístico. Dependemos de eso.