Cultura |
Una civilización asombrosa | |
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Vista general de la segunda sección de la Sala Permanente de China en el Museo Nacional de las Culturas del Mundo. Silvia Seligson. Vista de la Sala Permanente de China en el Museo Nacional de las Culturas del Mundo, con tres réplicas de los guerreros de terracota en el fondo. Fotos cortesía de Silvia Seligson EL Museo Nacional de las Culturas del Mundo (MNCM) es uno de los cinco museos nacionales del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y el único en México dedicado exclusivamente a la diversidad cultural en el mundo. Cuenta con varias salas de exhibición, en las cuales los visitantes tienen la oportunidad de conocer y apreciar dicha diversidad y su desarrollo histórico, por lo que es un espacio idóneo para reflexionar en el otro con una mirada respetuosa. Desde su establecimiento en 1965, el museo cuenta con una sala permanente dedicada a China, la cual fue renovada en 2013. La colección del museo consta de más de 3000 piezas que han sido donadas en gran parte gracias a la generosidad de la Embajada de la República Popular China y del Centro Cultural de China en México. Una continuidad cultural De la cosmovisión del pueblo chino se desprendieron sus creencias y símbolos, reflejados en el taoísmo y el confucianismo. Las ideas del mundo divino y natural, la vida y la muerte, la veneración a los ancestros, entre otras múltiples concepciones, han sido fuente de inspiración y de inagotable creatividad. Es una civilización asombrosa, cuyos orígenes se pierden al paso de los milenios. No obstante, siempre ha conservado la continuidad cultural que todavía hoy la distingue. La sala está dividida en tres secciones: Creencias Tradicionales, Florecimiento Cultural y Aportaciones e Intercambios Culturales. La primera sección está dedicada a la concepción de la muerte, concebida como la continuidad de la vida en el más allá. Por ello, se acostumbra acompañar a los difuntos con diversas ofrendas de objetos de su vida cotidiana y ritual que varían según el período histórico. En la época neolítica consistían en vasijas de cerámica que, milenios después, fueron sustituidas por más de cincuenta tipos de recipientes de bronce y, posteriormente, por esculturas funerarias de personas y animales, siendo las más célebres las de más de 7000 guerreros y caballos de terracota de tamaño natural colocadas en el imponente Mausoleo de Qin Shi Huang, el primer emperador de la dinastía Qin (221-207 a. C.), quien unificó China en el año 221 a. C. Además de tres réplicas de estos guerreros, destaca en la sala la réplica del traje-mortaja del príncipe Liu Sheng (fallecido en el año 133 a. C.). Tiene forma de armadura de doce secciones hechas con 2498 placas de jade unidas con hilo de oro. Otra pieza extraordinaria es la réplica de un “tigre devorando a un ciervo”, de bronce con incrustaciones de oro y plata. Corresponde a uno de los soportes inferiores para un biombo que data del siglo IV a. C. También se exhiben en esta sección objetos relacionados con las creencias y costumbres religiosas autóctonas: el taoísmo y el confucianismo. Sobresale el biombo del siglo XIX que combina técnicas usadas en los motivos ornamentales de objetos laqueados: pintura al óleo e incrustaciones de oro, plata y concha nácar. Florecimiento La segunda sección está dedicada al florecimiento cultural iniciado en el siglo II con la famosa Ruta de la Seda, que vinculaba al Imperio romano y al Imperio chino, y que alcanzó su apogeo en la llamada edad de oro de la civilización china durante la dinastía Tang (618-907). Se muestran diversas esculturas funerarias, instrumentos musicales, piezas de seda y pinturas, así como maquetas de madera labrada que ilustran la elaboración de la seda y del papel, dos de los grandes inventos chinos. Entre estas piezas, sobresale el traje bordado de seda de un personaje de la Ópera de Beijing que representa al general Lian Po del Estado Zhao (siglos V-III a. C.), quien cambia su actitud recelosa e intolerante al percatarse de su error. Dicha ópera es considerada como el espectáculo chino por antonomasia, que combina drama, canto, mímica, acrobacia y danza. Además, se muestra un ejemplo de los famosos bordados de Suzhou, que ilustra uno de los numerosos canales y puentes de “la ciudad acuática del este de China”. Es la cuna del arte del bordado desde hace 2600 años. La técnica “mágica”, o bordado de doble cara, es la más sobresaliente y laboriosa, ya que sobre la tela de base se borda con finísimos hilos la misma imagen o imágenes diferentes, lo que da la impresión de que estuvieran pintadas debido a la calidad y vivacidad de sus matices. Otras piezas representativas corresponden a las llamadas “artes del pincel”: caligrafía, pintura y poesía. En ellas, el artista transmite al papel o a la seda su sensibilidad, conocimiento y habilidad mediante el movimiento rítmico, ágil y espontáneo del pincel. Grandes innovaciones En la tercera sección se exhiben diferentes tipos de porcelanas –otro de los célebres inventos chinos–, que alcanzaron su mayor desarrollo durante las dinastías Ming y Qing (1368-1911). Con sus innovadoras técnicas de impresión, grabado, incisión y dibujo, los artesanos chinos crearon una amplia gama de formas, estilos y motivos, algunos inspirados en los antiguos recipientes de bronce o en modelos occidentales y otros más novedosos. En este material, incluso, se lograron realizar imágenes de pinturas y caligrafías con la misma calidad obtenida en la seda o el papel. Cabe destacar la réplica del jarrón azul cobalto y blanco, cuya forma es la de un antiguo recipiente de bronce para vino. El motivo de la pintura data de la dinastía Tang, al igual que el siguiente poema de Wang Changling (698-757): “En esta fría noche, bajo la copiosa lluvia que oculta al río, has venido a Wu. Al amanecer, te dirigirás, tú solo, hacia las montañas de Chu. Responde, si acaso preguntasen por mí en Luoyang”. Otro ejemplo es el jarrón policromo con motivos ornamentales florales y de los ocho trigramas. Originalmente, las líneas que forman estos trigramas eran signos del calendario agrícola. A partir de ellos surgieron los 64 hexagramas del Yi Jing –el Libro de los cambios–, utilizado hasta la actualidad en la adivinación. Representan el orden del universo y de las circunstancias humanas. El jarrón está elaborado con la técnica del doucai, que consiste en delinear los motivos ornamentales con colores de “gran fuego” para, después del primer horneado, pintar sobre el vidriado con esmaltes de “bajo fuego”. Las porcelanas tuvieron una gran influencia en las formas y motivos ornamentales en la conocida Talavera de Puebla durante la época colonial mexicana, gracias a los intercambios comerciales, étnicos y culturales del Galeón de Manila o de Acapulco. A partir de 1565 y hasta 1815, las “naves de la seda”, como eran también llamados los galeones procedentes de Filipinas, llegaron a Nueva España cargadas, además de porcelanas, de esculturas de jade y marfil, arcones y escritorios de maderas laqueadas, madejas de hilos y de seda cruda, telas y prendas de sedas lisas o bordadas, entre las que destacan los famosos mantones con motivos florales, como el que en este museo se exhibe, que los novohispanos copiaron y plasmaron en los trajes de las juchitecas y tehuanas. *Silvia Seligson es investigadora y curadora del Museo Nacional de las Culturas del Mundo (MNCM) en la Ciudad de México. |
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