Muy recomendado |
Un reflejo de la visión a largo plazo | |
|
|
31 de agosto de 2021. Una vista de la central hidroeléctrica de Fengman, en la provincia de Jilin, la cual fue un proyecto clave del I Plan Quinquenal de China. En 2019, se completó y entró en funcionamiento una nueva presa. Aún se conservan partes de la antigua estructura aguas arriba como una forma de conmemorar la historia. 2 de marzo de 2024. El astronauta chino Tang Hongbo, de la misión Shenzhou-17, realiza actividades fuera del módulo de la estación espacial combinada Tiangong. La imagen fue capturada en el Centro de Control Aeroespacial de Beijing. Fotos de Xinhua HACE poco, se llevaron a cabo diversas actividades en línea como “Contribuyo con una sugerencia para el XV Plan Quinquenal”, con el objetivo de buscar una solución óptima que refleje las aspiraciones populares y de diseñar el plan de ejecución para la gobernanza del país, a través del intercambio de ideas. Garantizar la conclusión exitosa del XIV Plan Quinquenal (2021-2025) y preparar la estructura del XV Plan Quinquenal (2026-2030) son una de las prioridades políticas en la actualidad. Desde 1953, 14 planes quinquenales han conectado el magnífico proceso de desarrollo de la Nueva China, por lo que se han consolidado como una ventaja política clave de la gobernanza china. El próximo XV Plan Quinquenal marcará un punto de conexión entre el pasado y el futuro en el proceso de modernización socialista de China, cargado de gran significado. Tanto dentro como fuera del país, la opinión pública no solo sigue y debate la futura trayectoria de China, sino que también se pregunta por qué China elige avanzar en su desarrollo económico y social mediante planes quinquenales y cómo así sostiene el funcionamiento efectivo de este sistema. Una planificación exitosa “La industrialización es un sueño que ha sido acariciado por nuestro pueblo durante cien años, la garantía fundamental para que China deje de sufrir la humillación del imperialismo y la pobreza”, publicó el Diario del Pueblo el primer día de 1953, en un artículo en el que también apareció un nuevo término: Plan Quinquenal. En un lapso de 40 años, desde 1952 hasta 1992, el PIB de China pasó de 67.900 millones de yuanes a 2,69 billones de yuanes, el consumo anual per cápita aumentó de 80 yuanes a 1116 yuanes, la producción anual de acero se multiplicó de 1,35 millones de toneladas a 80,94 millones de toneladas, y la red ferroviaria se expandió de 22.900 km a 58.100 km. Estos cambios trascendentales dejaron de manifiesto plenamente el papel crucial de la planificación en la etapa inicial de la Nueva China. Gracias a la concentración de recursos limitados en áreas estratégicas, el país logró acelerar su industrialización y sentar las bases económicas para su desarrollo futuro. Con el vigoroso desarrollo de la economía china, especialmente tras el establecimiento de la economía de mercado socialista, la continuación de planes detallados en todos los ámbitos comenzó a afectar la vitalidad del mercado. El Gobierno viró entonces hacia una macrorregulación de la economía en su conjunto. Durante el XI Plan Quinquenal (2006-2010), el PIB de China superó al de Japón y el país se convirtió en la segunda economía del mundo, solo detrás de Estados Unidos. En el XII Plan Quinquenal (2011-2015), la ciencia y la innovación guiaron la transformación económica y se desplazó el enfoque exclusivo en el PIB. Durante el XIII Plan Quinquenal (2016-2020), se logró la construcción integral de una sociedad modestamente acomodada y la victoria total en la lucha contra la pobreza. En el XIV Plan Quinquenal (2021-2025), la innovación tecnológica cobró impulso, las fuerzas productivas de nueva calidad ganaron dinamismo, el desarrollo de alta calidad mostró vitalidad y las políticas integrales demostraron efectividad, lo que viene permitiendo un firme avance hacia la modernización china. Todo esto da cuenta de los eslabones concatenados y los esfuerzos ininterrumpidos. Cada capítulo de desarrollo ha trazado el camino histórico de China: el país logró ponerse de pie, luego se enriqueció y finalmente se ha fortalecido. Esto deja claro que el desarrollo de China no es ciego, sino consciente; no es espontáneo, sino que tiene un propósito; y que no es caótico, sino planificado. Una tradición milenaria Al observar el panorama global, se puede apreciar que la “gobernanza mediante una planificación” no es un fenómeno exclusivo del país, pero ¿por qué solo China ha logrado llevarla a su máxima expresión? La tradición histórica ha moldeado hábitos operativos. A lo largo de su extensa historia, la economía china estuvo basada en la agricultura. La siembra en primavera, el crecimiento en verano, la cosecha en otoño y el almacenamiento en invierno —actividades agrarias profundamente vinculadas a los ciclos naturales— exigían una planificación a largo plazo. Ya fuera para controlar inundaciones, combatir sequías o enfrentar conflictos bélicos, siempre fue necesario coordinar esfuerzos y hacer una planificación meticulosa para lograr objetivos sostenibles. Máximas como “con preparación hay éxito, sin ella solo fracaso” o “la reflexión conduce a la preparación, y la preparación previene problemas” surgieron de esta tradición, las cuales se reforzaron mediante experiencias históricas y prácticas colectivas hasta convertirse en parte del ADN cultural de una nación pragmática y perseverante. La misión fundacional proporciona el marco rector. Con un propósito definido desde su nacimiento, el Partido Comunista de China (PCCh) hizo un compromiso inquebrantable de buscar la felicidad del pueblo y la revitalización nacional. Esta constancia en sus principios ha permitido al Partido mantener el rumbo estratégico ante cualquier turbulencia y materializar una visión grandiosa en tareas secuenciales, en las que objetivos a mediano y corto plazo se entrelazan orgánicamente. Cada quinquenio se convierte así en un peldaño tangible hacia metas mayores, lo que demuestra cómo pequeños triunfos acumulados construyen victorias históricas. La estabilidad gubernamental garantiza continuidad. La planificación nacional, especialmente en potencias con horizontes decenales o centenarios, requiere un entorno político excepcionalmente estable. El sistema de cooperación multipartidaria y consultación política bajo la dirección del PCCh evita los vaivenes de la competencia política cortoplacista, lo que hace posible la aplicación de proyectos que trascienden generaciones. Los resultados tangibles refuerzan la confianza metodológica. En la gestión estatal, más preocupante que la falta de estrategias es tener buenos planes sin ejecución. El sistema organizativo chino —verticalmente integrado y horizontalmente coordinado— opera con precisión. Este mecanismo asegura que las metas abstractas se plasmen en logros concretos. La elaboración científica y la implementación continua de los planes quinquenales son una estrategia de gobernanza autóctona, cultivada en el suelo fértil de la realidad china. En más de siete décadas de desarrollo, conceptos como “persistir en un mismo diseño básico” y “dar continuidad al trabajo iniciado” han devenido en una filosofía de acción y en una ventaja institucional distintiva. Un artículo periodístico del año 2005, que ha vuelto a circular recientemente en redes, mostraba a múltiples países que anunciaban ambiciosos programas de exploración lunar. Hoy, solo China ha alcanzado notables metas en este ámbito. Cada avance espacial corresponde puntualmente a planes formulados años atrás. Este compromiso inquebrantable entre palabra y acción, aunque aparentemente simple, constituye quizás el rasgo más impresionante del carácter nacional chino. Miopía política Algunos han reflexionado sobre cómo, en la cultura política occidental, establecer objetivos a menudo se reduce a expresar deseos o posturas. ¿Por qué Occidente no puede adoptar el mismo enfoque de largo plazo que China, y muestra en muchos casos una marcada miopía política? En el plano ideológico, el neoliberalismo se ha erigido como dogma en muchos países occidentales. Esta corriente asume que la búsqueda individual del interés propio conduce al beneficio colectivo, relegando así la planificación estatal a un segundo plano. Sin embargo, limitados por su perspectiva inmediata, los individuos suelen priorizar ganancias a corto plazo, lo que socava una visión estratégica. Políticamente, Occidente se caracteriza por partidos electoralistas. Estas formaciones no solo representan intereses sectoriales, sino que reducen su razón de ser a la conquista del poder. Cuando los partidos se convierten en meras “máquinas de votos”, abrazan el pragmatismo coyuntural y carecen de objetivos políticos unificados, trascendentes y coherentes. Incluso al asumir el poder, la dinámica de elecciones periódicas y de alternancia en el Gobierno los condena a diseñar políticas dentro de su mandato, lo que imposibilita planes que trasciendan ciclos políticos. En cuanto a la ejecución, las decisiones que se toman en países de Occidente suelen materializarse en propuestas legislativas sin definir claramente a los responsables de su implementación, lo que arrastra al Gobierno a debates interminables, acuerdos frágiles y acciones estancadas. Así, incluso los planes mejor intencionados quedan relegados al papel. El código esencial El propósito de comparar sistemas es tener una mejor comprensión de sí mismo y llevar a cabo un desarrollo con mayor solidez. A través de los planes quinquenales, se puede descifrar el código esencial que ha impulsado el progreso de China durante más de siete décadas. Según los lineamientos estratégicos del XX Congreso Nacional del PCCh, el país alcanzará la modernización socialista básica para 2035 mediante tres ciclos quinquenales consecutivos: el XIV Plan Quinquenal (2021-2025), que marca el inicio; el XVI Plan Quinquenal (2031-2035), que culminará dicho esfuerzo; y el crucial XV Plan (2026-2030), que actuará como puente estratégico entre ambas etapas. Al analizar el contexto global de los próximos cinco años, surgen desafíos complejos: el auge de corrientes en contra de la globalización, una frágil recuperación económica y conflictos regionales recurrentes, los cuales denotan una era de transformación volátil. Paralelamente, tecnologías emergentes como la inteligencia artificial se han convertido en ejes de la competencia internacional y motores de desarrollo económico, lo que ha reconfigurado profundamente las estructuras socioeconómicas y el orden geopolítico. En este momento histórico, las oportunidades son inéditas, pero también lo son los retos. Para China, la clave radica en transformar sus ventajas institucionales en eficacia gubernamental, para lo cual debe concentrarse en sus prioridades domésticas. En esencia, los planes quinquenales representan el “máximo común divisor”: cada sector identifica allí su rumbo y cada ciudadano vislumbra su futuro. Si toda la sociedad se une en torno a este objetivo, sin duda podremos contrarrestar las incertidumbres del entorno con la certeza de nuestro propio camino. En este cruce de caminos entre dos ciclos quinquenales, se inaugura una nueva travesía de lucha colectiva, lo que nos acerca cada vez más el sueño anhelado de la revitalización nacional. *Cui Wenjia es analista de Beijing Daily. |
|
|
|