Sociedad
Xinjiang gana una batalla de 40 años
2025-03-06    Fuente: Centro para las Américas    Autor: LI FANGFANG

15 de junio de 2024. Vista aérea de una zona de demostración de control y prevención de la arena, situada en la prefectura de Jotán, en la región autónoma uigur de Xinjiang.

20 de agosto de 2023. Vista aérea de una carretera sin emisiones de carbono, la primera carretera clasificada que atraviesa el desierto de Taklamakán, en la región autónoma uigur de Xinjiang.

3 de diciembre de 2024. Un trabajador refuerza cuadrículas de paja, una medida para retener el agua y la arena, en la prefectura de Jotán, en la región autónoma uigur de Xinjiang. Fotos de Xinhua

HACE cuarenta años, conducir por la prefectura de Jotán, en el sur de la región autónoma uigur de Xinjiang, significaba bordear el extremo sur del desierto de Taklamakán, el mayor desierto de China y el segundo desierto movedizo más grande del mundo. Por aquel entonces, las solitarias estaciones de autobuses que emergían a intervalos entre la arena movediza eran una de las únicas fuentes de suministros, pero ahora se han convertido en un recuerdo lejano. Una lucha de décadas entre el ser humano y la naturaleza entró en una nueva fase en 2024, al haber completado las últimas y difíciles lagunas de un muro verde que rodea el desierto. Este “muro” es básicamente una vasta red de franjas de protección: zonas de árboles y arbustos plantados para proteger las tierras de labranza del viento y la erosión del suelo.

El perímetro del desierto de Taklamakán se extiende 3046 km y para finales de 2023 ya se había establecido a lo largo de él una barrera verde de 2761 km.

El fotoperiodista uigur Ablikim Ibrayim se encontraba en Jotán el 28 de noviembre de 2024, cuando se terminó el último tramo del muro verde, constituido por bosques y praderas, en los 285 km restantes. “Antes, una vez que salías de la ciudad, solo había arena, pero ahora, a lo largo de la carretera del desierto, hay plantas verdes y poco a poco todo se ha vuelto verde”, dijo al semanario Beijing Review.

Ablikim Ibrayim nació y creció en Jotán. Se marchó para cursar estudios y regresó a su tierra natal para trabajar en un medio de comunicación local. Desde que tiene memoria, la vida de los habitantes de Jotán ha estado entrelazada con la plantación de árboles. “Probablemente se deba a las tormentas de arena de hace décadas, que casi se tragan nuestras vidas”, afirmó.

En la década de 1980, una fuerte tormenta de arena sepultó la mayor parte de las tierras de cultivo y las casas de Cele, un condado de Jotán, lo que obligó a muchos habitantes a marcharse. Tras el desastre, se formaron grandes dunas a menos de dos kilómetros al noroeste de la capital del condado, lo que llevó a las autoridades locales a predecir que las dunas podrían sepultarlo por completo en tres años.

Sin embargo, la mayoría de los residentes no tenían adónde ir y solo podían luchar contra las arenas invasoras. En aquel momento, la Academia China de Ciencias creó una estación de lucha contra la desertificación en el condado y envió expertos que ayudasen en los esfuerzos locales.

En un año, más de 10.000 personas se movilizaron en Cele para desviar las aguas de las inundaciones de las montañas hacia las grandes dunas de arena. Las aguas erosionaron la arena a lo largo de seis años y cortaron finalmente las lenguas de arena que se extendían hacia la capital del condado.

La amenaza inmediata de que el condado de Cele fuera enterrado fue evitada temporalmente, pero el peligro persistía. “¡Planten árboles! ¡Planten árboles en el desierto!”, clamaban los lugareños.

Cada primavera y otoño, funcionarios locales, agricultores y otros residentes se unían a la lucha para proteger sus hogares. Durante más de 30 años, el compromiso de luchar contra la desertificación se ha mantenido firme.

“Ahora hay mucho menos polvo y las tormentas de ‘viento negro’ que sufríamos de niños básicamente han desaparecido. Además, antes llovía muy poco, pero ahora, durante la estación lluviosa, llueve entre 10 y 20 veces al año. Aunque las precipitaciones no son abundantes, existen”, explicó Ablikim Ibrayim.

Superar los retos

Además de la plantación de árboles, se están utilizando métodos más eficaces y adaptados a las necesidades específicas en la lucha contra el desierto de Xinjiang. En las zonas con abundante agua, se utiliza el control biológico de la arena con el objetivo de restaurar el equilibrio ecológico natural de las zonas desérticas.

En las zonas sin agua y alejadas de los oasis se prefiere el control fotovoltaico de la arena, al utilizar grandes paneles fotovoltaicos que no solo generan electricidad, sino que también reducen la velocidad del viento del suelo y la erosión eólica, lo que estabiliza la arena a su vez. Debajo de los paneles fotovoltaicos pueden crecer plantas o cultivos resistentes a la sequía, que fijan la arena con sus sistemas radiculares, logrando así una sinergia de generación de energía, ingresos agrícolas y control de la arena.

En las zonas donde no se cumple ninguna de estas condiciones, el método principal es el control de la arena mediante ingeniería. La ingeniería del control de la arena consiste en introducir miles de cañas secas de 40 cm de longitud en el suelo para crear rejillas estabilizadoras de la arena, o utilizar secciones más largas de cañas para crear barreras de arena.

No obstante, por muy buenos que sean los métodos, siguen requiriendo mucho esfuerzo. El año pasado, casi 540.000 personas participaron en proyectos para la creación de muros verdes.

“Las zonas de Xinjiang más afectadas por el viento y la arena coinciden en gran medida con las regiones empobrecidas. La dureza del entorno natural es una de las causas fundamentales de la pobreza”, declaró a Xinjiang Daily Chen Yaning, investigador del Instituto de Ecología y Geografía de Xinjiang, adscrito a la Academia China de Ciencias. Los esfuerzos de control de la arena no solo han mejorado el entorno ecológico, sino que también han aumentado los ingresos de los residentes locales, lo que ha consolidado y ampliado aún más los logros de la mitigación de la pobreza en Xinjiang.

En algunos condados, la gente ha utilizado trigo para estabilizar la arena o ha plantado huertos de azufaifos que luego son vendidos en todo el país. Otros enfoques consisten en el cultivo de plantas especializadas, como aquellas del género de la Cistanche, que tienen un gran mercado por su uso en medicina tradicional y suplementos para la salud, así como las bayas de goji, el espino cerval de mar, el oleastro, la alfalfa y el regaliz. Estas plantas se adaptan bien al clima árido y desempeñan un papel vital en la sostenibilidad económica y medioambiental.

La floreciente industria turística del desierto presenta otra vía de desarrollo económico. Los paisajes únicos del desierto del Taklamakán atraen a turistas en busca de aventuras y experiencias culturales, desde excursiones en camello hasta la exploración de lugares históricos de la Ruta de la Seda.

De alcance local a mundial

El proyecto del muro verde es una iniciativa clave en los esfuerzos de Xinjiang para combatir la desertificación este año, así como una parte importante de una campaña nacional.

El 6 de junio de 2023, en un simposio ecológico celebrado en la región autónoma de Mongolia Interior, el presidente Xi Jinping movilizó a la nación para que se esforzara en una campaña de una década para avanzar en el Programa de la Franja Forestal Protectora de los Tres Nortes (TSFP, por sus siglas en inglés), convirtiéndolo en un escudo de seguridad ecológica completamente funcional e inquebrantable de la Gran Muralla Verde en las regiones septentrionales. Xi hizo hincapié en la necesidad de dar prioridad a la conservación ecológica, al subrayar el pleno compromiso con el control de la arena en la región del corredor de Hexi y el desierto de Taklamakán.

El lanzamiento del TSFP en 1978 marcó el inicio de los ambiciosos esfuerzos de China por mejorar su entorno ecológico mediante grandes proyectos de ingeniería. Esta amplia iniciativa cubre aproximadamente 700 condados en 13 provincias de las regiones nororiental, noroccidental y septentrional del país. De ahí el nombre de “Tres Nortes”.

El programa pretende combatir la desertificación, reducir la erosión del suelo y mejorar la productividad agrícola mediante el establecimiento de una franja de protección. Con el paso de las décadas, se ha convertido en uno de los mayores esfuerzos de reforestación del mundo.

Hasta junio de 2024, mediante dicho programa, se habían forestado 32 millones de hectáreas y rehabilitado 85,3 millones de hectáreas de pastizales degradados. La tasa de cobertura forestal en las regiones septentrionales aumentó del 5,05 % en 1978 al 13,84 %, y la proporción de secciones degradadas respecto a la superficie total de pastizales en estas regiones disminuyó del 85 % en 2004 a alrededor del 70 %, según el sitio web de la Administración Nacional de Bosques y Pastizales.

El TSFP fue destacado como una de las experiencias clave de China en la 16.ª Conferencia de las Partes (COP16) de la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (CNULD), celebrada del 2 al 13 de diciembre de 2024 en Riad, Arabia Saudita.

Durante su visita al Pabellón de China en la COP16, Andrea Meza Murillo, secretaria ejecutiva adjunta de la CNULD, elogió los esfuerzos de China por avanzar simultáneamente en el control de la desertificación y en el desarrollo.

“El modelo chino demuestra realmente que es posible lograr el desarrollo sin renunciar a la ecología. Por eso, es tan importante tener el pabellón aquí en la COP16 y es tan importante que tengan este liderazgo dentro de la COP de la CNULD”, dijo Murillo. 

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