Sociedad
Vuelta a las raíces
2023-12-04    Fuente: China Hoy    Autor: MAGDALENA ROJAS

Eduardo Somoza hace una transmisión para la televisión local con motivo del Año Nuevo chino. Foto cortesía del entrevistado 

Muchos extranjeros llegan a China atraídos por las posibilidades de trabajo o estudio, pero la historia de Eduardo Somoza es como pocas, por cuanto en ella se entremezclan la esperanza y la búsqueda incansable por encontrar el lazo sanguíneo con su familia al otro lado del mundo: su familia china.

En busca de un mejor porvenir 

Hay millones de chinos que, por diversas razones y a lo largo de distintos periodos, debieron emigrar a otros países. De hecho, se estima que la diáspora de chinos alrededor del mundo bordea los 40 millones, y aunque una gran parte de ellos llegó a países cercanos de la región como Malasia, Tailandia o Indonesia, hubo otros que dieron un salto mucho más largo, llegando incluso hasta América Latina. El bisabuelo materno de Eduardo Somoza fue uno de ellos. Somoza, quien se encuentra viviendo en China desde 2019, cuenta que su bisabuelo era chino. Había nacido en Guangzhou, capital de la provincia de Guangdong, allá por 1890, y en busca de una vida mejor, decidió dejar su tierra natal y aventurarse a San Francisco, en la costa occidental de Estados Unidos.

Pero la vida no fue el Edén que había imaginado –o que le habían pintado–, sino que, por el contrario, se vio enfrentado a múltiples prejuicios y discriminación solo por el hecho de ser chino. Por esta razón, decidió empacar sus maletas nuevamente y dirigirse al sur, donde llegó a Guatemala, para establecerse finalmente en El Salvador, país de donde proviene Eduardo Somoza. “Mi madre y mi abuela siempre me contaban detalles de la vida de mi bisabuelo, sobre la deliciosa comida que preparaba en casa y sobre algunas costumbres que tenía, que a la vez les parecían muy curiosas”, señala. Todo ello fue alimentando la curiosidad de Eduardo Somoza, así como su interés por China.

Desafortunadamente, Somoza nunca pudo conocer a su bisabuelo en persona, ya que murió en 1984, varios años antes de que naciera. Sin embargo, los relatos y recuerdos, contados por su abuela y madre, le dejaron una huella indeleble. Mientras estuvo vivo, su bisabuelo mandaba cartas regularmente a Guangdong, donde había tenido descendencia. Si bien las cartas las escribía en cantonés, con la nueva familia que había formado en El Salvador solo hablaba en español. “Cuando él falleció, el canal de comunicación murió por completo”, explica Eduardo Somoza. “Cuando veíamos las cartas, no sabíamos qué decían, no sabíamos qué contestar y no sabíamos qué escribirles tampoco. De cualquier forma, tampoco sabíamos la dirección y no había ninguna manera de comunicarse”, añade.

Un intento frustrado 

En 2016, Eduardo Somoza viajó a Foshan, en la provincia de Guangdong, gracias a una invitación en calidad de descendiente chino. En ese viaje de tres semanas, Somoza tuvo la oportunidad de conocer varios lugares históricos y culturales, además de ver con sus propios ojos el progreso económico del otro lado del océano. “Me uní a un grupo de ʻDescendientes de ultramar’, invitados para conocer el gran avance en desarrollo de infraestructura y tecnología de la zona, lo cual me interesaba mucho, ya que sabía que el destino era la provincia de Guangdong, de donde mi bisabuelo provenía originalmente”.

Si bien este primer viaje a China fue positivo como experiencia de vida, Eduardo Somoza no pudo materializar su sueño de reencontrarse con sus parientes chinos. Había llevado consigo las cartas, pero nadie había sido capaz de traducirlas y el último día, cuando por fin una persona logró identificar una dirección que aparecía en una de ellas, ya le tocaba regresar a El Salvador.

Nuevos comienzos 

En agosto de 2018, El Salvador y la República Popular China establecieron relaciones diplomáticas. Con ello, se lanzó también la primera convocatoria a becas del Gobierno chino, en la que Eduardo Somoza fue uno de los seleccionados. A diferencia de los otros salvadoreños que formaron parte del primer grupo, quienes optaron por estudiar principalmente en Beijing y Shanghai, Somoza eligió Guangzhou como destino. “Mi mayor deseo, aparte de poder estudiar, era tener la oportunidad de regresar a Guangdong para ver si podía encontrar a mi familia”, confiesa.

De este modo, armado de grandes ilusiones y esperanzas, el joven salvadoreño aterrizó en el Aeropuerto Internacional de Pudong, en Shanghai, para luego tomar otro vuelo que lo llevaría hasta Guangzhou, donde ha vivido desde entonces. En la actualidad, Somoza estudia en la Universidad Tecnológica del Sur de China (South China University of Technology o SCUT, por sus siglas en inglés), donde está cursando la carrera de Ingeniería en Electricidad y Automatización, de la cual espera graduarse en junio de 2024.

A medida que fue pasando el tiempo y que se fue integrando a su nuevo entorno, Eduardo Somoza conoció a una profesora que logró descifrar lo que las cartas –que aún guardaba– decían. La búsqueda no fue fácil, pero al final pudo dar con el paradero que tanto había buscado. Entre un sinfín de llamadas y vueltas, dio con el vecindario de sus parientes, que, de hecho, se encontraba a menos de 15 minutos en carro de donde vive. “Ellos me hicieron algunas preguntas, y como yo tenía las cartas que habían sido traducidas, les respondía”, manifiesta. “Ellos me dijeron que curiosamente, (lo que yo les contaba) se asemejaba mucho a lo que sabían”, añade.

Un sueño cumplido 

Tras una larga conversación, Somoza les enseñó una foto en blanco y negro, en la que aparecía una joven pareja alrededor de 25 o 26 años sujetando a un bebé. “Yo jamás en mi vida había visto esa fotografía, pero te puedo asegurar que el bebé que aparece soy yo, y la persona que me carga en sus brazos es mi padre, y la que está al lado es mi madre”, le dijo uno de ellos a Eduardo Somoza. Enseguida, el hombre que se había reconocido a sí mismo en la fotografía fue a buscar el certificado de matrimonio de su padre, donde aparecía una persona, que, en efecto, era el mismo hombre de la foto que tenía Somoza. “Fue así como dedujimos que éramos parientes; nos encontramos el uno al otro, y nos dimos cuenta de que existía un lazo entre nosotros”, cuenta Somoza.

Desde entonces, el joven estudiante se junta con su familia china una o dos veces al mes para comer y platicar. Según asegura, es una relación de mucha confianza y cariño. El hecho de haber podido reunificarse con ellos después de tantos intentos de búsqueda representa un gran logro y orgullo para Somoza. “Es una historia muy conmovedora que no cualquier persona hubiera podido lograr. Muchos decían que era imposible encontrar a mi familia y que no tenía sentido, pero yo decidí no rendirme porque esta respuesta solo podría dármela yo mismo”.

Esta historia familiar ha incidido profundamente en el propio desarrollo de Somoza como persona, al ser una muestra clara de que “a pesar de que las cosas sean difíciles o inciertas, se debe llegar hasta el final y no dejarse rendir en el camino”. Y por cierto, que hay muchas maneras de hacer las cosas, o muchas vías para llegar al mismo destino.

Una vez que termine su pregrado, Eduardo Somoza espera continuar con una maestría en Electricidad, para así poder encontrar trabajo en China y pasar más tiempo con esta parte de su familia, la cual le ha dado la bienvenida como uno más. “Después de todo, no me vine al otro lado del mundo, en una gran aventura nunca antes vista, solo para marcharme y decir adiós”, afirma.

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