Economía |
Un impulsor en potencia | |
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3 de marzo de 2025. Área de exposición de China Mobile en el Congreso Mundial de Móviles en Barcelona, España. Xinhua DESDE el establecimiento de relaciones diplomáticas entre España y China en 1973, el intercambio tecnológico ha sido uno de los pilares más dinámicos del vínculo bilateral, especialmente durante las últimas dos décadas. A través de la colaboración en sectores como las energías renovables, la inteligencia artificial (IA) y la biotecnología, ambos países han logrado beneficios mutuos que han fortalecido su competitividad. El intercambio tecnológico se produce en la era de la globalización de la innovación, donde las fronteras entre el origen y la aplicación de las nuevas tecnologías son cada vez más difusas. Si bien España y China se integran en las cadenas de valor globales de diferentes maneras, esto no les ha impedido encontrar puntos en común y colaborar. En concreto, en las últimas dos décadas, el progreso de China en el ámbito tecnológico ha sido notable. De ser un mero receptor de tecnología extranjera, China se ha convertido en una potencia mundial en investigación y desarrollo (I+D), con capacidades propias en sectores como la inteligencia artificial, las telecomunicaciones (en particular, con empresas como Huawei y ZTE) y las energías renovables. España también ha cimentado su posición en sectores como la biotecnología, las energías limpias y la digitalización industrial, y se ha consolidado como un actor clave dentro del ecosistema tecnológico europeo. Una cronología de cooperación El éxito del intercambio tecnológico entre España y China no habría sido posible sin el apoyo de las políticas gubernamentales. A nivel institucional, organismos como el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades de España y el Ministerio de Ciencia y Tecnología de China han sido claves para promover iniciativas conjuntas de I+D, así como la colaboración entre empresas y universidades. Desde la firma de su alianza estratégica integral en 2005, ambos países han implementado una serie de acuerdos y marcos regulatorios para fortalecer la colaboración en I+D y facilitar el intercambio de tecnología. Uno de los acuerdos más significativos es el memorando de entendimiento sobre cooperación científica y tecnológica, firmado en 2011. Posteriormente, el presidente chino, Xi Jinping, realizó una visita de Estado a España en 2018, que dio lugar a la firma de una declaración conjunta y memorandos que revitalizaron la relación estratégica bilateral. La declaración conjunta incluye una sección dedicada al desarrollo de una cooperación más estrecha en ciencia, tecnología e innovación. En concreto, se indica el compromiso de fortalecer la colaboración entre científicos de ambos países, desarrollar proyectos de I+D+I (investigación, desarrollo tecnológico o innovación) en el marco de programas bilaterales conjuntos y promover la cooperación en áreas como la industrialización en campos estratégicos y en expansión como la metrología cuántica, la química, los nuevos materiales y la biología, así como impulsar la innovación turística. El primer memorando se centra en el fortalecimiento de la cooperación en terceros mercados, el segundo aborda el empleo y la seguridad social, y el tercero, la cooperación en ciencia, tecnología e innovación en el ámbito de los materiales avanzados. Además, el Plan de Acción Conjunto 2020-2025, emitido en 2018, incluye la tecnología como uno de los pilares fundamentales para el fortalecimiento de la relación bilateral, con énfasis en el desarrollo de tecnologías digitales y sostenibles. Por otra parte, 2023, el año del 50.º aniversario de las relaciones diplomáticas entre España y China, fue celebrado como el Año de la Cultura y el Turismo España-China, lo que impulsó significativamente las relaciones bilaterales. Al año siguiente, se firmó un memorando de entendimiento para fomentar la investigación conjunta y facilitar la participación del personal científico-tecnológico en proyectos nacionales de investigación de alto impacto. Como resultado de estos esfuerzos, organizaciones españolas, como el Centro para el Desarrollo de Tecnología Industrial, han desarrollado documentación y financiación específicas para la colaboración en I+D+I y la implementación de proyectos tecnológicos bilaterales con China, como CHINEKA, un programa de cooperación industrial entre empresas chinas y españolas de alta tecnología. Tensiones y discrepancias A pesar de los logros, el intercambio tecnológico bilateral se enfrenta a varios desafíos. Entre los más significativos se encuentra la tensión comercial y geopolítica entre China y la Unión Europea (UE). Esta tensión ha generado incertidumbre en sectores dependientes de la tecnología, como la industria automotriz, así como en la propia transferencia de tecnología, lo que ha provocado un mayor escrutinio sobre la propiedad intelectual y la seguridad de los datos. Además, esta escalada de tensión podría extenderse aún más y afectar a otros sectores. Otro obstáculo es la diferencia en los sistemas regulatorios y culturales. Mientras que China mantiene un enfoque centralizado para la gestión de la información y el control de datos, España opera en un entorno regulatorio más abierto, sujeto a las directivas de la UE. Esta discrepancia puede generar fricciones en la cooperación tecnológica, especialmente en sectores sensibles como las telecomunicaciones y la IA. Asimismo, la brecha en la inversión en I+D también sigue siendo un desafío. La inversión de China en I+D ha crecido significativamente en los últimos años, al acercarse al 3 % de su PIB, mientras que la de España se mantiene por debajo del 2 %. Esto podría limitar la capacidad de Madrid para atraer inversión tecnológica china a gran escala y establecer alianzas más competitivas. Oportunidades entre las adversidades De cara al futuro, la relación tecnológica entre España y China se enfrentará a importantes retos derivados del cambiante panorama geopolítico y comercial, así como de las diferencias regulatorias, culturales e industriales. No obstante, estas relaciones también presentan importantes oportunidades en áreas emergentes como la transición digital y la sostenibilidad, además de sectores más tradicionales como el agroalimentario y el turismo. En aras de maximizar los beneficios de esta cooperación, será crucial que ambos países sigan mejorando las políticas que facilitan el intercambio abierto y seguro de tecnología, y gestionar eficazmente cualquier diferencia que pueda aflorar. En resumen, la relación tecnológica tiene el potencial de ser un motor clave de la innovación y el crecimiento económico en las próximas décadas, lo que beneficiará no solo a ambas economías, sino también a la UE y a la comunidad internacional. *Diego Sande Veiga es catedrático de la Universidad de Santiago de Compostela (España) y coordinador de la Línea de Investigación en Economía y secretario del Instituto Gallego de Análisis y Documentación Internacional (IGADI). |
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