Análisis
Una guía sobre la dirección estratégica china
2025-02-12    Fuente: Centro para las Américas    Autor: SABINO VACA NARVAJA*

Sabino Vaca Narvaja. Foto cortesía del autor 

Noviembre de 2024. Sabino Vaca Narvaja posa con un ejemplar del libro Xi Jinping: La gobernación y administración de ChinaFoto cortesía del autor

 

15 de abril de 2024. Sabino Vaca Narvaja interviene en el evento “Lectura de la Edición Española de Xi Jinping: La gobernación y administración de China”, celebrado en Buenos Aires, Argentina. Foto cortesía del autor 

8 de octubre de 2024. Un autobús eléctrico del fabricante chino BYD circula en una calle de la ciudad de Mendoza, Argentina. Xinhua 

TAL como lo afirma Xulio Ríos, hay dos importantes razones que nos convocan a prestar interés al discurso político chino. La primera, claro está, se vincula a la creciente importancia de China en múltiples niveles, no solo en relación con lo económico: hoy día, el gigante asiático ejerce una influencia decisiva en áreas globales clave tales como la ecología, la diplomacia, el combate contra la pobreza o la tecnología, y podríamos seguir sumando. Por otro lado, como señala el autor, China hace un inestimable aporte a los principales retos mundiales apelando a puntos de vista innovadores y diferentes, fruto de una vibrante y singular tradición intelectual y cultural. Por mi parte, agregaría un tercer argumento a los anteriores, que a la vez se relaciona íntimamente con aquellos: el gran dato político es que China no solo sabe y es consciente de su posición de liderazgo mundial, sino que también se halla decidida a asumirlo –y por cierto que lo hace–, mostrándose como un actor globalmente responsable y aceptando con determinación dicho mandato.

Una coherencia evidente 

No es la primera vez que lo afirmo. Si vuelvo a dicho concepto es porque existe una línea de conducta en el accionar de China, una coherencia que se refleja entre los objetivos y acciones planteados en la política que llevan adelante las élites gobernantes de aquel país y los problemas que la fundamentan, tanto en el plano interno como internacional. Resalto esta idea porque recientemente fuimos testigos del triunfo electoral de Donald Trump, que ha vuelto a ser presidente de Estados Unidos. Como en el pasado, regresa embanderado tras las consignas del “America First”, ciñéndose a una agenda proteccionista que, al menos en las declaraciones, promete ser más recargada que la anterior.

Vaya paradoja, el país de América del Norte, hasta ayer defensor del libre comercio, promete volver a replegarse sobre sí mismo de la mano de Trump abominando de los principios de la ONU y el multilateralismo y rechazando, asimismo, los principales acuerdos de comercio que regulan el proceso de globalización. No es que esta predisposición no existiese, porque si en algo estuvo de acuerdo el presidente Trump con la administración demócrata ha sido en el impulso de competir con China por intermedio de una combinación de políticas industriales, proteccionismo y restricciones a las transferencias de tecnología. Claro que Biden mostró algunas diferencias, practicando lo que yo defino como una suerte de “multilateralismo a la carta”, volviendo a ocupar ciertos espacios internacionales abandonados por el republicano y recomponiendo relaciones con sus “aliados históricos”, léase Europa y la OTAN.

Si menciono esto antes de adentrarme, propiamente dicho, en el abordaje del libro La gobernación y administración de China (IV), es porque el volumen –que fuera publicado en 2023 y que contiene una recopilación de 109 escritos y disertaciones de Xi Jinping, secretario general del Comité Central del Partido Comunista de China (PCCh), hechos entre el 3 de febrero de 2020 y el 10 de mayo de 2022– sirve como una imagen espectacular para ver los contrastes existentes entre ambas potencias a la hora de gestionar su influencia global y evidenciar, claro está, la existencia de dos modelos en pugna.

El liderazgo mundial de Estados Unidos en el mundo de la posguerra se caracterizó por su capacidad y disposición para incidir y coordinar respuestas globales ante las distintas crisis que se fueron sucediendo a nivel mundial. Esa disposición, sin embargo, fue puesta de lado cuando Donald Trump asumió por primera vez el mandato de Estados Unidos en enero de 2017. En aquel momento, Estados Unidos se retiró de los principales espacios de cooperación multilateral con las consecuencias que aquello acarreó y muy bien diagnosticó el presidente Xi: “Mientras el unilateralismo, el proteccionismo y la intimidación se intensifican, los déficits de gobernanza, de confianza, de desarrollo y de paz aumentan continuamente”.

China, en cambio, asumió que la interdependencia entre los países era esencial para conservar la paz mundial y promover el desarrollo, como así también para garantizar la vigencia de un mundo multipolar y fortalecer la globalización económica. Es más, en palabras de Xi, esta visión de mundo debe ser interpretada como un principio civilizatorio.

Los textos que aparecen en esta obra, escritos entre 2020 y 2022, corresponden al período de mayor impacto de la pandemia de COVID-19. En ellos, es importante rescatar la referencia al enfoque centrado en el pueblo, como ya vimos, tomando a este como el punto de partida de las decisiones políticas. Esto es así y no de otra forma porque, para el Partido-Estado, el apoyo del pueblo es la máxima prioridad política. A la vez, dicha tendencia pone de relieve la necesidad de adentrarse en un nuevo marco de cooperación internacional, reflexivo y basado en la buena fe entre los países.

Un parteaguas a nivel mundial 

La pandemia de COVID-19 fue un parteaguas a nivel internacional. En un futuro, los libros de textos escolares van a hablar de ella, pero, fundamentalmente, van a hablar de la cooperación internacional, distinguiendo entre aquellos países que se involucraron de manera decidida en la resolución de dicha crisis, por un lado, y aquellos que solo ofrecieron como respuesta una retahíla de mezquindades, por otro.

China principalmente –aunque también otros países, es justo decirlo– tuvo una actitud solidaria y dio importante ayuda a otros Gobiernos, así como proveyó de vacunas y demás insumos médicos a aquellos que los requerían cuando aquellos escaseaban. Mientras tanto, Estados Unidos –y también Europa occidental, digámoslo– se dedicaron a acapararlos. Lo de China debe interpretarse como algo más que una lección. Lo de China excede el marco de un mero compromiso y, por lo tanto, resulta imperioso describirlo como algo más denso, en el sentido de una verdadera propuesta civilizatoria. Y solo es posible aprehender dicha propuesta civilizatoria, que los chinos han dado a conocer sabiamente como “comunidad de futuro compartido de la humanidad”, a través del desarrollo de la alta calidad y la cooperación científico-tecnológica.

La pandemia ha sido un parteaguas, pero también fungió como oportunidad para que China se reposicionase geopolíticamente aun con más vigor y se dispusiera a ejercer un liderazgo a nivel mundial, como quedó reflejado en la última cumbre del BRICS+, que se realizó en Kazán, Rusia, el pasado mes de octubre, y en las recientes Reunión de Líderes Económicos del Foro de APEC en Lima, Perú, y la Cumbre de Líderes del G20 en Río de Janeiro, Brasil.

En particular, en el primero de dichos encuentros –como lo hizo en el Foro de Cooperación China-África que el año pasado se celebró en Beijing–, Xi Jinping exhortó a sus compañeros de ruta, los países del Sur Global, a reforzar la solidaridad y la cooperación entre sí. El concepto Sur Global reaviva la idea de la existencia de un grupo heterogéneo tanto política como económicamente de países unidos por una aspiración común: avanzar en las cuestiones generales y que afectan a todos ellos vinculadas a la gobernanza mundial y asimismo a la búsqueda común del sueño de la modernización. Son estas enunciaciones, así como las acciones concretas que derivan de ellas –trasladando la teoría a la práctica–, las que resaltan la importancia global que subyace al pensamiento del presidente Xi, lo cual nos ayuda a entender y comprender de manera fehaciente cómo es el despliegue que está desarrollando China para el mundo y en particular para Latinoamérica, que no es otra cosa que el anhelo de abrazar una “comunidad de futuro compartido de la humanidad”, es decir, de adoptar un nuevo humanismo que recupere el espíritu de la Conferencia de Bandung y rescate los principios de la cooperación Sur-Sur.

Conclusiones 

El libro, parte de una obra mayor que resume el pensamiento vivo del secretario general del PCCh, Xi Jinping, da cuenta de una experiencia única de liderazgo, gobernanza y gestión económica, en el marco de una situación compleja, la pandemia de COVID-19, que puso a China, y al mundo en general, frente a riesgos y desafíos raramente vividos anteriormente.

Los textos dejan en claro que para Xi la prosperidad común es el requisito esencial del socialismo con peculiaridades chinas de la nueva era y un rasgo distintivo de la modernización china. El concepto, que posee profundas raíces en el PCCh, ya fue utilizado en la década de 1950 y a finales de los años 70 bajo diferentes liderazgos. Ahora es resignificado por Xi en otro contexto, asociado a la idea de desarrollo centrado en las personas y en la búsqueda de un desarrollo de alta calidad. Ya no se trata de plantear un igualitarismo absoluto como pudo haber sido en otros momentos. De hecho, una lectura atenta de Marx y Engels nos haría desechar esa opción.

Cuando sostengo que es clave tanto para la perspectiva latinoamericana como argentina estudiar las bases del pensamiento del presidente Xi, lo hago desde el convencimiento de que su cosmovisión atesora un carácter civilizatorio. La visión china del mundo, y la de Xi en particular, se cimenta en la necesidad de alcanzar los objetivos del elevado estándar, la sostenibilidad y el mejoramiento de las condiciones de vida del pueblo, lo cual exige adoptar un enfoque centrado en aquel y “hacer que el desarrollo global sea más equitativo, eficaz e inclusivo para que ningún país se quede rezagado”. Quitándole el cariz expansionista que tiene en su versión estadounidense, me atrevería a afirmar, incluso, que ese es su destino manifiesto. El destino manifiesto de China es forjar la tan ansiada “comunidad de futuro compartido de la humanidad”.

*Sabino Vaca Narvaja es director del Programa de Cooperación y Vinculación Sino-argentino de la Universidad Nacional de Lanús y fue embajador de Argentina en China.

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