Análisis
El desafío de una convivencia compleja
2025-02-12    Fuente: Centro para las Américas    Autor: CLAUDIO ROJAS RACHEL*

 

26 de diciembre de 2024. Clientes compran cerezas chilenas en un supermercado de la municipalidad de Tianjin.

 

14 de noviembre de 2024. Equipos inteligentes levantan contenedores en el puerto de Chancay, en Perú. Fotos de Xinhua

DESDE la perspectiva del pragmatismo positivo y sobre la base de la diversidad de los vínculos de cooperación entre China y América Latina, existe una fuerza positiva orientada a ampliar los vínculos en un diseño que responda a una “nueva cultura internacional” (los modos y formas de cómo se construyen los vínculos entre Estados). Esta trasciende lo material y se incorporan espacios de entendimiento y cooperación a partir de las experiencias propias en un marco lógico de intereses y beneficios compartidos, recíprocos, mutuos, que a su vez se estructuran y responden a los intereses determinantes de cada país de América Latina, y su relación con China.

Si bien y tal como lo afirmó recientemente Andrés Velasco, exministro de Hacienda de Chile y actual decano de la Escuela de Políticas Públicas de London School of Economics con ocasión del Foro de APEC 2024 en Lima, prevalecen opiniones que apuntan a que América Latina –como región– enfrenta un dilema de envergadura estratégica: “Ideológicamente estamos alineados con Occidente, pero comercialmente dependemos de China. Este es un dilema que aún no tiene solución clara”; fenómeno no exclusivo ya que subraya que, en el caso del Sudeste Asiático, “países como Indonesia y Corea del Sur enfrentan dilemas similares”, para derivar en una conclusión autoevidente: “Esto muestra que esta tensión es global y no exclusiva de América Latina”.

Pues bien, en el caso de América Latina esa realidad no ha sido impedimento alguno, ni siquiera limitante, en ningún sentido.

En efecto, ahí mismo en Lima y con motivo de la Reunión de Líderes Económicos del Foro de APEC 2024, el presidente Xi Jinping asistió a la ceremonia de inauguración del puerto de Chancay por videoconferencia. A reglón seguido, en el marco de la Cumbre de Líderes del G20 en Río de Janeiro, junto con el presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, concretó múltiples acuerdos de inversión y transferencia de desarrollo de tecnologías de energías verdes entre China y Brasil, países que además de cumplir 50 años de relaciones diplomáticas, son socios fundadores y estratégicos en la creación del BRICS.

Marco y propuesta

Así, en estos ejemplos resulta evidente que el diseño consistente de la relación de China con América Latina se sustenta en el marco y propuesta del presidente Xi Jinping en su intervención del 3 de diciembre de 2021, cuando sostuvo que tanto China como los países que integran la CELAC deben mantenerse fieles a la “misión fundacional” de fortalecer la solidaridad, mejorar la coordinación política y avanzar en la cooperación Sur-Sur, que permita transformar esta plataforma y concebir el diálogo China-CELAC en una nueva era de equidad, beneficio mutuo, innovación y apertura, que sea capaz de entregar resultados concretos y tangibles para el beneficio de nuestros pueblos.

Atender cómo los países de América Latina, en medio de la fragmentación y diversidad política, son capaces de responder a ese desafío común y de elaborar un marco político consistente que potencie los beneficios compartidos de una relación de cooperación con China, desde la perspectiva regional, es lo esencial que debemos atender. Las observaciones y consideraciones subjetivas que profundizan las diferencias deben ser advertidas y no caer en el juego de suma cero. Por el contrario, actuar con convicción y sentido de propósito es el deber ineludible de los líderes latinoamericanos en un escenario global complejo, donde lo esencial son los intereses determinantes para promover el desarrollo económico y progreso de América Latina.

América Latina debe estar comprometida en crear condiciones habilitantes en su comercio exterior con China, así como los flujos de inversión en la región, que atiendan y den cuenta de la realidad económica de China. Si bien el promedio en los tres primeros trimestres de 2024 muestra que la economía de China creció un 4,8 % interanual, lo que la coloca entre las principales economías del mundo (aunque algunas economías han registrado tasas de crecimiento relativamente altas), su volumen económico y crecimiento incremental hacen que el conjunto de estos factores tenga una gravitación central en el potencial de desarrollo de los vínculos con América Latina. Apostar a la caída de la economía de China o contra China es absurdo y una clara política que va directa al fracaso.

Una evolución constante

Por lo mismo, la existencia de una amalgama construida en la centralidad de vínculos de “cooperación positiva” tanto en China como en todos y cada uno de los países de América Latina responde a la naturaleza de “un proceso continuo y de evolución constante”, a construir y definir intereses para establecer nuevos compromisos compartidos, tanto para China como los países de América Latina, bajo normas que son parte y hacen a la esencia de las relaciones entre Estados soberanos, que se entiende además en beneficios directos de sus respectivos pueblos y en función y como una contribución objetiva al desarrollo económico y bienestar social.

Es evidente que la inestabilidad económica mundial ha aumentado, la incertidumbre política ha crecido, el proteccionismo comercial se está incrementando y algunos países vienen intensificando los esfuerzos de contención contra China, agregando presión sobre la estabilización del comercio exterior y la inversión. Debemos ser capaces –tanto en China como en los países de América Latina– para que desde los aparatos de Gobierno, como en el trabajo de universidades y centros académicos superiores, se pueda lidiar con estos desafíos y fenómenos emergentes.

Así, el camino ya señalado en el Foro de APEC en Lima y la posterior visita de Estado del presidente Xi Jinping en Brasil con ocasión del G20, son ejemplos claros y evidentes del proceso de evolución continua positiva sustentado en el compromiso permanente de China y los países de América Latina de ampliar sus marcos de entendimiento, cooperación económica, científica y técnica para el fomento y desarrollo de nuestros vínculos, que es la característica de este camino en la construcción de un nuevo orden internacional; que también tiene un impacto al crear las condiciones habilitantes de desarrollo económico y progreso y bienestar de los pueblos, que son condicionantes propicias en favor de la paz y la seguridad internacional.

*Claudio Rojas Rachel fue cónsul de la Embajada de Chile en China y profesor de la Universidad de Estudios Internacionales de Zhejiang.

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